Una separación o un divorcio siempre es una situación complicada para una familia, ya sea para los papás como para los niños, especialmente. Mientras que nosotros como adultos contamos con las herramientas necesarias para poder “gestionar la situación emocionalmente, así como la capacidad de resiliencia y organización para poder sobrellevarlo y superarlo de la mejor manera, los niños, incluso los adolescentes, aún no cuentan con todas esas herramientas y las emociones son mucho más intensas, o por lo menos, más difíciles de gestionar”, nos explica la psicóloga nos explica Mariana Capurro Delgado, Psicóloga Infantojuvenil (@permisoparaeducar).
Y es que entender un divorcio y todo lo que conlleva siempre dependerá de la edad del niño, por eso, es muy importante siempre adaptar el lenguaje, así como la información que se les transmite. “Cuando son pequeños los mensajes deben ser más concretos y más simples, para que puedan asimilar mejor la información. Mentir nunca es una opción, pero hay cierto tipo de información (que casi siempre tiene que ver con cuestiones más privadas de la pareja) que, en muchas ocasiones, podemos ahorrarles conocer”, aconseja la psicóloga.
Los comportamientos más comunes en niños que viven una situación así, según la experta, suelen ser los siguientes:
- Puede ser que, en ocasiones, les notemos más irritables, que se enfadan más rápido por cuestiones que antes no, con dificultades para conciliar el sueño o, incluso, con cambios en su conducta alimentaria. Y todas estas manifestaciones, se acentúan mucho más, cuando sus rutinas también comienzan a cambiar.
- En el caso de los niños más grandes, quienes poseen más herramientas a nivel emocional, pueden llegar a sentir mucha tristeza o experimentar un sentimiento de pérdida.
- En ocasiones, la desinformación es la que más daño provoca a los niños, ya que pueden llegar a pensar que son responsables de la situación, y culpabilizarse de eso, si no les hacemos entender lo contrario.
Una semana en casa de mamá y otra en casa de papá
Sin duda, uno de los procesos más desagradables e inciertos para los peques es que la nueva situación familiar pasa por tener dos casas diferentes, la de mamá y la de papá, y si la custodia es compartida, que es lo más común en estos casos, los niños tienen que estar viviendo una semana en cada hogar. Sin duda, una situación nada fácil y menos para unos niños.
Por todos es sabido, que una rutina y unos hábitos de vida regulares son fundamentales para los peques y estos cambios pueden trastocarles en un primer momento, pero nada más allá de lo que nos podría pasar a cualquier adulto. “Podemos hacer el ejercicio de imaginar nosotros por un momento, que tenemos que vivir una semana en un sitio y la otra semana en otro sitio. Nuevos espacios, nuevas normas, nueva ropa, o llevar y traer la mía, nuevas rutinas, nuevos vecinos, etc…, y así cada semana. Los niños necesitan tener bien establecidos los hábitos, y las rutinas, eso también incluye los espacios físicos, y es por esto que, en muchas ocasiones, les cuesta adaptarse a este proceso también, sumado a la ausencia del otro padre/madre, según en qué casa estén”, explica la experta.
Pero ya no solo los cambios físicos son importantes, sino que los sentimentales por supuesto también, y para según qué niños y la edad que tengan, la usencia de uno de sus papás durante una semana puede llenarles de incertidumbre, “dar lugar a pensamientos confusos, puesto que no entienden el por qué de esa ausencia y que nada tiene que ver con ellos, haciéndoles experimentar sentimientos profundos de tristeza”.
¿Cómo hacer estos cambios de la mejor manera posible para los peques?” Lo mejor que podría ocurrir, es que ese traslado semanal lo realicen los padres, y no los niños. Porque de esta manera esos pequeños, podrían mantener casi toda su rutina, y sus espacios con la menor modificación”, sugiere la psicóloga. “Pero también hay que ser realistas y sabemos que esto no ocurre en la mayoría de familias, así que hay que intentar dotar a nuestros pequeños de la mayor capacidad de resiliencia posible . Ellos también tienen una gran flexibilidad y capacidad de adaptación, así que, si los adultos acompañamos esto de la mejor manera estaremos ayudándoles a que puedan acostumbrarse a esta nueva realidad, y que, además, puedan obtener experiencias positivas de ella, puede ayudarles incluso para su futuro”, asegura la experta.
La importancia de actuar según su edad
Insistimos que siempre, y para cualquier circunstancia en la vida, todo lo que comuniquemos a los peques debe estar adaptado a su edad con la finalidad de que lo que se les trasnmita lo puedan entender y asimilar de la mejor manera posible. La psicóloga nos da el dato de que “entre los 7 y los 12 años es cuando pueden entender mejor lo que implica un divorcio, y también experimentan mayor preocupación y sentimiento de culpa, por lo tanto, debemos aprovechar esa mayor capacidad para entender la situación, y también, reforzar la comunicación y la conexión emocional”.
Además, es interesante saber que, en 2019 la University College de Londres realizó un estudio científico que incluía más de 6000 niños, en el cual se demostró que en los peques de esta franja de edad (entre los 7 y los 12 años) los acontecimientos producen “un mayor impacto negativo en su salud mental, ya que estos presentan un 16% más de probabilidades de sufrir problemas emocionales y de comportamiento, dado que en esas edades son más sensibles socialmente y tienen la mayor capacidad de percibir relaciones negativas”, nos cuenta la psicóloga. Mientras que “la franja de entre 3 y 7 años es la que menor impacto a nivel emocional pareció demostrar”, concluye la experta.
Cómo ayudarles a sobrellevar la situación
Esta experiencia, un tanto desagradable para los peques, debe comunicárseles de la forma más empática posible. “Es muy importante que estén al tanto de la situación, que se les de la noticia juntos, ambos padres a la vez, y que entienda que siguen queriéndole y que van a seguir estando ambos a su lado, aunque que haya cambios, pero que no tienen porque ser negativos, sino que intentarán hacerlos lo más beneficiosos posible para ellos”, recomienda la experta.
Son muchas las preguntas y dudas que les acecharán, y muchas de ellas no serán capaces o no se atrevan a preguntarlas a los papás, como por ejemplo cuestiones como: ¿Podré ver a ambos siempre que quiera? ¿Se han separado por mi culpa? ¿Puedo hacer algo para que vuelvan a estar juntos? ¿Me van a seguir queriendo igual a mi?... Por ello, “es bueno incluir esa información en algunas de las charlas que tengamos para explicarles la situación”.
Asimismo, y como decíamos, también es bueno, dentro de lo posible, hacer que sus rutinas sigan siendo las mismas, y que puedan ver a los dos papás durante la semana, es decir, que una de las dos figuras no desaparezca por completo: “Es importante que puedan mantener una comunicación, incluso que encuentren espacios para poder seguir viéndose. Por ejemplo, si el padre cada martes iba a buscar a su hija a clases de natación, que pueda seguir haciéndolo, aunque esa semana no esté con él”, dice la psicóloga.
Por último, es fundamental que el entorno también acompañe y que estén al tanto de la situación por lo que la experta recomienda que “el colegio sepa saber qué está sucediendo, porque posiblemente, verán cambios en el comportamiento del niño y hasta, en algunos casos, en su rendimiento escolar, que de alguna manera necesitarán justificar y acompañar”. Y es que, como conclusión la experta asegura que, en cualquier caso, “se sabe que es un proceso difícil, pero no por eso tiene que ser algo que marque negativamente para el resto de sus vidas, con consecuencias desastrosas. Lo que marcará el rumbo que tome este proceso es la manera en la que los adultos gestionemos la situación”.