El miedo a la bata blanca en niños, también llamado latrofobia, es algo muy común entre los peques en torno a los 5 años de edad. Normalmente se identifica por el malestar del niño, el llanto que muestra antes de entrar a la consulta del médico y el nerviosismo incontrolable, que puede derivar en “la llamada ‘hipertensión de la bata blanca’, que se da en los casos más graves cuya tensión arterial se va elevando durante la consulta, para descender nada más salir de la misma”, explica Isabel Aranda, psicóloga sanitaria y Chief Content Officer de TherapyChat y Líder del Equipo de Contenido Clínico.
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Uno de los principales miedos de los peques al entrar en la consulta del pediatra son los pinchazos . La reacción por parte de los niños suele ser mostrar una gran resistencia poniéndose rígidos, inquietos, agitados, a hacer pataletas… e incluso, intentar huir de la situación, algo que complica mucho poder llevar a cabo la consulta o las pruebas médicas en condiciones. “Las consecuencias que nos encontramos cuando surge este miedo a la bata blanca se traduce en síntomas que se pueden confundir y que pueden llevar a hacer un mal diagnóstico, alterar pruebas médicas o, incluso, a encontrarnos con la imposibilidad de poder realizarlas, por no hablar del sufrimiento que ocasiona tanto al niño como a su familia. Son situaciones de mucha tensión y nerviosismo difíciles de manejar para todos, incluidos los propios médicos”, asegura la psicóloga.
Normalmente, a este miedo a la bata blanca puede sumarse la separación de los padres para la realización de determinadas pruebas, algo que puede incrementar el miedo del pequeño al encontrarse rodeado de personas extrañas. “El miedo a lo desconocido y/o el recuerdo de otras experiencias anteriores en las que el dolor estaba presente aparecerán. Y es que el miedo puede llegar a ser realmente aterrador e incapacitante para ellos”. Pero, además, la experta hace hincapié en las causas que lo provocan, ya que se trata de un ‘miedo aprendido’. ¿Qué quiere decir esto? “Bien porque el niño se haya visto inmerso en situaciones en las que no tenía información y se ha sentido perdido y solo, bien porque ha habido experiencias dolorosas con el personal sanitario o bien porque los padres le han transmitido el miedo o le han amenazado con una experiencia dolorosa. Por lo tanto, el papel de los padres es fundamental en el inicio y gestión de este miedo asociado a las batas blancas”.
Qué hacer para minimizar los síntomas
Anticiparnos a la visita al médico y no crearles estrés respecto a lo que sucederá en ese momento es fundamental. Para ello, la psicóloga nos da una serie de consejos a tener en cuenta:
- Anticípale lo que va a ocurrir: es importante informar al niño acerca de a dónde va y para qué, y así evitar una desagradable sorpresa ya que puede sentirse traicionado y no ayuda en absoluto engañarle.
- Normaliza la situación: hazle ver la parte positiva de curarse, de sentirse privilegiado por la técnica que van a utilizar con él, quizás, y ensalzar la gran labor que realizan los médicos cada día ayudando a las personas a ponerse buenas.
- Nunca amenaces al niño con ir al médico: esto hará que se vaya generando en ellos un temor que quedará arraigado en su memoria y que pueden arrastrar durante el resto de su vida.
- Evita expresiones del tipo: “Si no te portas bien, el médico te va a pinchar” que, lejos de ayudar, atemorizan al niño y lo predispone a sentir más miedo ante este tipo de situaciones cuando se den.
- Habla al niño con cariño y comprensión siempre: especialmente a la hora de acudir al médico.
- Responde a todas sus dudas antes de salir de casa: dando respuestas sencillas y acordes a su edad que faciliten su comprensión.
- Habla del médico por su nombre: esto hace al médico más amigable y cercano, lo humaniza y le hace verlo como una persona normal y no como alguien que quiere hacerle daño.
Cómo ayudarles a sobrellevar el momento de la consulta
Y, una vez hecho el ‘trabajo previo’ de anticipación, manejar la situación será un poquito más fácil y, para ello, la experta también nos da una serie de pautas a llevar a cabo que seguro que os serán muy útiles:
- Da muestras de cariño: dar la mano, acariciar, mirar con cariño y dar gestos de aprobación y confianza harán que el niño se sienta más confortable y seguro en todo momento, aun cuando lo esté pasando mal.
- Promueve la relación con el personal médico: ayuda al niño a que se relacione con el personal médico, ya que le ayudará a que se familiarice con él. Saluda a los médicos y enfermeros.
- Sé un ejemplo de tranquilidad: somos un espejo para el niño. Si te nota nervioso o impaciente será el primero en percatarse y en imitarte, así que hay que tener mucho cuidado con la forma de manifestar y gestionar las emociones, ya que podemos contagiarle.
- Permite su juguete favorito: si el niño tiene un juguete favorito o algún objeto que para él sea especial, permítele que se lo lleve a la consulta del médico, pues le va a aportar mucha seguridad y confianza, aparte de poder distraerse con el mismo.
- Sé paciente: es normal y comprensible que el niño dé muestras de impaciencia y nerviosismo, por lo que no debemos desesperarnos y sí mantener la calma y hacer buen acopio de paciencia y mano izquierda.
- Háblale mucho: háblale en todo momento y pregúntale cómo se siente, déjale que exprese lo que desee libremente. Pueden surgirle dudas sobre la marcha que quiera aclarar y que esto le ayude a tranquilizarse.
- Lleva algo que le distraiga: leer cuentos mientras se espera o pintar puede ayudarle a distraerse y estar más calmado.
- Concédele el papel protagonista: hazle sentir el protagonista de la cita médica y ensalza su valentía al enfrentarse a esa situación complicada tan bien y de la forma en la que lo está haciendo, como si fuera su superhéroe favorito.
- Premia su buen comportamiento: al finalizar la consulta, alaba su buen comportamiento. Sin embargo, si su conducta no ha sido la más correcta, deja que se desahogue y trátalo con cariño, hazle ver las consecuencias de sus actos y establece la promesa de intentar hacerlo mejor la próxima vez. Ante todo, hay que transmitirles confianza y seguridad y no hay figuras más adecuadas para ello que los padres.