Casi el 100% de las familias reclaman más tiempo y esfuerzo en salud mental durante las etapas escolares. Concretamente, un 92% de ellas que ven cómo, al esfuerzo que supone la vuelta al colegio (con la recuperación de la rutina, las largas jornadas laborales por parte de los padres y la separación de la familia, sobre todo, para los pequeños), se le suman los conflictos que conlleva el final de las vacaciones, la sobrecarga de tareas y extraescolares y, por supuesto, encajar en clase. Una preocupación que se dispara en el caso de los alumnos de Educación Secundaria y Bachillerato.
Así se desprende del último estudio realizado por TopDoctors, que advierte que, además de un importante impacto económico, la vuelta al colegio tiene también un gran impacto emocional. Y da igual la edad del alumno, aunque las preocupaciones, cambian:
- En el caso de niños en Educación Infantil , los padres se agobian especialmente por las rutinas del sueño, mientras que los niños lo hacen por la separación de sus padres. Han sido tres meses de mucho tiempo en casa.
- En el caso de los niños de Educación Primaria, la preocupación principal es la vuelta a la rutina, con una gran cantidad de deberes y, seguramente, una carga de tareas mucho mayor que en verano.
- Y para los padres que tienen hijos en Educación Secundaria o Bachillerato, la preocupación va más por el camino de la desintoxicación de pantallas y el día a día en las redes sociales, algo que a los adolescentes quizás no les preocupe, pero que puede marcar todo el transcurso del curso escolar.
En general, nos dice Bárbara Zapico, especialista en Psicología Clínica y miembro de TopDoctors, “el conocido como síndrome postvacacional es un fenómeno normal y un proceso de adaptación que puede prolongarse unos días hasta que el niño se adapta a la rutina cotidiana, como nos ocurre a los adultos, pero si se alarga en el tiempo, habría que evaluar si existen otros factores externos que puedan estar influyendo, como la relación con sus compañeros”. Sin embargo, las prisas y la falta de tiempo para la tan ansiada conciliación produce un aumento de las tensiones familiares y que no nos demos cuenta de qué es lo que está pasando. Pero, ¿y en la escuela o instituto tampoco?
La importancia de la salud mental está cambiando
Afortunadamente, nos dice la especialista, “tanto la sociedad como los expertos cada vez están poniendo más el foco en la importancia de velar por la salud mental”. Las noticias que corren por las redes sociales o por la televisión, incluso en el propio Congreso de los Diputados, aumenta el número de voces que se alzan para eliminar tabúes y estigmas en torno a este tema. Por eso, nos dices, “si les preguntamos a los padres que si debería o no dedicarse más tiempo y esfuerzo en etapas escolares a la salud mental, la respuesta es contundente: por supuesto”.
De hecho, mucha de las familias coinciden con nuestra experta, que nos comenta que “no se cuenta con los suficientes medios para poder llevarlo a cabo. Y digo medios, porque implica tiempo. Si dedicáramos a educar más en salud mental a los niños y a sus padres, tendríamos adultos mentalmente más sanos que sabrían gestionar sus emociones de una manera mucho más eficaz que la que se está viendo en consulta en la actualidad”.
La salud mental de los niños y adolescentes, ¿es parte de la educación?
La mejor opción, nos dice la experta, “sería el considerarlo como un todo y una colaboración conjunta”. Y nos lo explica de la siguiente manera: “igual que sabemos que si nos quemamos con aceite, lo mejor es poner el brazo bajo el agua, cuando existe un estado de frustración con un niño, podemos emplear técnicas específicas para ello (siempre y cuando la quemadura sea leve)”. Esta técnica específica se denomina psicoeducación, que generalmente se da en consulta a los padres y a los colegios, cuando los niños acuden a terapia, por lo que sí sería parte de esa educación.
De hecho, nos dice la experta, “hay muchos niños que notan una gran falta de apoyo en el colegio”. Son niños tímidos e introvertidos a los que les puede costar expresar que necesitan ayuda o, incluso, les da vergüenza. O niños que “a veces, molestan, porque no saben expresar sus emociones y gritan, se levantan y a los que se les etiqueta de una manera diferente”. En estos casos, sobre todo, lo que existe es una “falta importante de escucharles de manera activa” y ellos lo notan. Y les puede ocurrir lo mismo que en casa, “que no encuentran una base de apego seguro para poder hablar de lo que les ocurre sin sentirse juzgados”. Lo normal es que, si no lo encuentran con sus padres, puedan hacerlo con sus amigos e, incluso, profesores.