No te resultará rara la estampa al ver que, a un niño pequeño, de entre 1 a 3 años aproximadamente, se le ‘vaya la mano’ y pegue alguna que otra bofetada a otro niño o, incluso, a algunos de los adultos que le rodean (que frecuentemente son los papás, los abuelos, hermanitos…) ¿Qué hacer en estos casos? ¿Debo preocuparme? ¿Cómo puedo corregir ese comportamiento?
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Para saber qué hacer cuándo tu hijo te suelta un manotazo porque no le dejas hacer algo que quiere o se siente frustrado por el motivo que sea y quieres saber cómo gestionar esa emoción, hemos hablado con Marga Santamaría, psicopedagoga y experta en neuropsicología (@marga_santamaria_educaemocion). “Es muy frecuente que algunos niños y niñas ante la negativa que le podemos dar frente a un deseo o capricho, se frustren por ese u otro motivo, tengan un estallido de ira, que les provoca el grito, la pataleta e incluso la agresión al que pasa por allí, ya sea el amigo, la hermana o papá”, nos cuenta la experta.
Tranquila, porque según nos sigue explicando la psicopedagoga, es una reacción totalmente normal y que forma parte de su desarrollo. “Es importante comprender que su cerebro, que aún está en construcción , provoca la aparición de la adrenalina que guía esa conducta y del cortisol, encargado del estrés, lo que hacen que esos estallidos sean prácticamente incontrolables”. Y añade: ¿Es que a los adultos no se os pasado por la cabeza dar un golpe, en un momento determinado, a algo o incluso a alguien? Pues bien, la diferencia es nuestro cerebro ya maduro y nuestra adecuada gestión emocional, y es por ello que no lo hacemos, o al menos en la mayoría de los casos”.
A qué edades suelen comenzar a hacerlo
Desde las primeras etapas del desarrollo pueden comenzar a aparecer este tipo de gestos o actitudes que, durante sus primeros meses de vida, no tienen por qué resultar preocupantes. “ Los bebés necesitan experimentar y su forma de hacerlo es a través de las manos y de la boca, fundamentalmente. Esta experimentación les ayuda a conocer y explorar lo que tienen enfrente: si es blando o duro, qué pasa si lo golpeo, lo tiro o lo lanzo, su textura… esto también les sirve para probar sus propias leyes de la física. Por lo tanto, en estos meses de exploración esa es la única intención”, indica la experta.
Sin embargo, será a partir de los 2 años en adelante cuando debamos preocuparnos, si es algo que el niño hace de forma recurrente. “Habría que tener en cuenta los diferentes contextos del menor y cómo se desenvuelve, además de que puede ser un buen momento de reflexión sobre la crianza que ofrecemos en casa o en la escuela y si, sin darnos cuenta, puede haber cierta agresividad en nuestro tono, gesto o lenguaje. La valoración que los profesionales de los colegios o escuelas infantiles siempre será necesaria tenerla en cuenta”, advierte.
Y es que es en esta edad, aproximadamente, cuando se produce en el niño el llamado ‘estallido del lenguaje’, momento idóneo para comenzar a enseñarles a manifestar y expresar mejor esas emociones que antes hacían de forma no adaptativa. Si, el peque pega o suelta manotazos “en momentos muy puntuales, no tiene por qué preocuparnos mucho, ya que como se sabe, es su falta de gestión emocional. Pero esto no quiere decir que validemos la conducta, hay que decirle que ha hecho daño o molestado”.
Cómo evitar que lo haga
El papel más importante en una situación de estas características lo tendrá el adulto, ya que será su reacción la que sirva como lección al peque para saber que eso está mal. “Si conocemos a nuestros hijos e hijas sabremos qué momentos les pueden incomodar o frustrar, por lo que la anticipación y el acompañamiento con amor y respeto puede, a veces, evitarlo. Por ejemplo, avisarles con tiempo, unos 5 minutos antes, que en breve nos iremos del parque”, aconseja.
La frase estrella en este caso que repetiría un adulto una y otra vez sería, ‘No se pega’, pero, la experta asegura: “Creedme que su cerebro no la entiende , y tampoco la de ‘No saltes en el sofá’ o ‘No comas con las manos’… Lo que sí entienden es frases como: ‘Estás haciendo daño a tu hermano’ o ‘Utiliza el tenedor’. Validar esa emoción, poner subtítulos a lo que ocurre y darle alternativas es la mejor opción desde la disciplina positiva y la inteligencia emocional”, sugiere la experta.
Pero, ¿qué hacer cuando este episodio sucede fuera de casa? Cómo podemos resolver una situación así de incómoda en público: “Poniéndome a su altura, y decirle: ‘Entiendo que estés enfadado porque ya es la hora de irnos a casa, al pegarme me has hecho daño y eso me desagrada. Estoy segura, que el baño y la cena rica que viene ahora te hará seguir disfrutando’. No es para nada una varita mágica, pero funciona más que si el adulto se tensa y también se enfada. Un recurso que también me gusta mucho son los cuentos, que nos ayudan a ver las historias como espectadores”, nos pone de ejemplo la psicopedagoga.
Y, ante todo, “no te unas a su caos” y recuerda “quién es el adulto” ya que “si nos ponemos a su nivel de enfado y rabia, nuestro pequeño aprenderá que así se solucionan las cosas y, realmente, en ese momento es cuando más amor necesita. Si yo le pego o grito, estoy dando por buenos esos métodos, y no queremos que sea así. Una respiración bien profunda y seguir dando amor a nuestros hijos será lo mejor”. Por último, has de saber que “es bueno volver a recordar lo ocurrido pero en el momento del estallido es complicado que nos escuchen con atención, así que espera a que llegue la calma para hacerlo”, concluye.