Es común escuchar la palabra ‘mamitis’ cuando vemos que un niño pequeño se abraza a su mamá y solo quiere estar con ella en determinados momentos. Pero, ¿está realmente bien dicho este término? Y es que, muchas veces puede resultar incluso peyorativo definir una escena así con esta palabra.
La mamitis, por tanto, podríamos definirla como un apego extremo a una figura de apego o referente para el bebé que, en este caso, sería la mamá. Se trata de una actitud muy frecuente en determinados periodos del desarrollo del niño y no es algo por lo que debamos alarmarnos, ya que lo único que está reclamando en ese momento es seguridad.
Sentirse seguro está directamente vinculado con el apego que se trata de “el vínculo afectivo que nos une de manera particular con las personas que nos cuidan desde las primeras experiencias de vida. Compartimos con algunos animales la tendencia biológica hacia la interacción social para buscar proximidad y contacto con nuestras figuras de apego, que nos generan protección y sensación de seguridad, y esto en los niños es un requisito básico para su supervivencia porque en los primeros meses dependen física y afectivamente de los adultos que les cuidan”, nos explica Nuria Pérez, Psicomotricista y CEO en @lasaladepsico.
Es importante cubrir todas las necesidades básicas que el bebé nos reclama como son el hambre, el sueño, el frío, el afecto… Y, además, “si quien se encarga del cuidado del bebé, ya sea su papá, mamá o cuidador de la escuela infantil, puede percibir e interpretar adecuadamente estas señales para responder lo suficientemente bien a sus necesidades, estas experiencias serán positivas para el niño y el adulto, construyendo un apego seguro”.
El apego seguro es imprescindible para poder construir la confianza del niño y así desarrollar unos niveles óptimos de autoestima y autonomía e inteligencia emocional, tan importantes para su evolución como persona, para unas buenas relaciones sociales, el éxito en el aprendizaje escolar, etc… Por el contrario, “si se establece un vínculo inseguro, evitativo y/o desorganizado, también puede influir negativamente en el desarrollo infantil y hacer que el niño viva sus experiencias con malestar”, asegura la experta.
Por qué el término mamitis se asocia solo a la figura de la mamá
La mamitis, por tanto, podríamos relegarla a conversaciones más coloquiales porque hablar de este comportamiento en bebés y niños es hablar de apego seguro, como decíamos. Pero, ¿por qué este término, la mamitis, solo hace referencia a la figura de la madre? “Porque la tradición patriarcal ha generado la creencia de que los padres tienen poco que hacer en los primeros meses de vida de un bebé, lo cual es totalmente erróneo. Se sabe que el factor más importante para que establezca el vínculo no es el género, sino que el adulto esté presente y disponible para entender y satisfacer las necesidades básicas, físicas y afectivas del bebé”, explica la experta.
Uno de los momentos más críticos para las situaciones de apego suele ser la separación de la figura de apego, bien porque papá o mamá tengan que irse a trabajar, cuando hay que dejar al niño en la escuela infantil (incluso si es el abuelo, por ejemplo, quién le deja)… En todas estas situaciones lo que el niño está buscando es seguridad y protección ante una situación nueva, independientemente del género o persona de apego que acompañe al pequeño en ese momento. También es verdad que, según la experta, “observamos cómo a medida que los niños crecen se da una fase de identificación con la figura masculina como parte del desarrollo evolutivo”.
Cómo gestionar estos momentos de apego más intensos
Es a partir de los 6-8 meses de edad cuando lo patrones de cuidados que se han ido ejerciendo hasta el momento “incidirán a lo largo de la vida en aspectos tan importantes como el desarrollo psicomotor , las relaciones personales y/o el aprendizaje”, asegura la experta.
Es por ello que a esa edad será cuando comiencen a darse situaciones en las que el bebé demande más contacto con su figura de apego, que normalmente suele ser la mamá. “Lo más importante es no juzgar, sino entender que es un proceso evolutivo que necesita tiempo y acompañamiento”, explica. “En La Sala de Psico nos encontramos con papás que se frustran muy rápido porque no entienden a sus bebés y creen que su madre lo hace mejor, sin darse cuenta de que muchas veces las madres tampoco saben, pero aprenden porque lo hacen. En este sentido, también es necesario que la madre tenga la paciencia y confianza para que el padre lo haga sin frustrarse, sin recurrir al ‘mejor lo hago yo, que voy más rápida’”, finaliza.