El gateo es una de las etapas del desarrollo motor y postural del bebé, durante sus primeros meses de vida, que le ayuda a evolucionar de forma global. Los peques deben moverse, experimentar su entorno trasladándose de un lado a otro ya sea mediante el arrastre, el gateo (si existe) y más tarde la marcha, además de sentir sus propias sensaciones corporales mientras lo hace, lo que favorece su desarrollo psíquico e intelectual.
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Estas son algunas de las premisas que “el propio Piaget (psicólogo constructivista) determinó. Sin embargo, hay que saber que la fama adquirida del gateo no lo hace más importante que el resto de las fases intermedias (y menos famosas) para el desarrollo global del bebé y, más concretamente, para el desarrollo de la lectoescritura”, asegura Nuria Pérez, Psicomotricista y CEO en @lasaladepsico.
Por tanto, tal y como revela la experta, “podemos decir que lo esencial para el desarrollo de la lectoescritura no es el gateo en sí, sino la experimentación sensoriomotriz de los primeros meses y años (rodar, gatear, caminar, trepar, correr) para que el niño pueda comunicarse y organizar el espacio exterior necesario para leer y escribir, algo que en las sesiones de psicomotricidad se tiene muy en cuenta”.
Cómo funciona el cerebro del niño: el inicio de la lectoescritura
Durante los 4 primeros años de vida, aproximadamente, el niño piensa a través de la acción, el juego y el movimiento. Y es que hasta que no integra experiencias, vivencias afectivas, espaciales y temporales “no puede distinguir, articular y organizar signos y símbolos (letras, palabras y frases) para comenzar a leer y escribir. Por lo que forzar su aprendizaje sin proporcionar experiencias de movimiento previas sería un intento de intelectualización precoz y un error pedagógico”, señala la experta.
Pero, para poder a llegar a adquirir todos estos avances, el niño debe pasar por una serie de fases previas que se consideran patrones motores de la primera etapa del desarrollo que activan su cerebro para comenzar a recibir órdenes de movimiento. “El gateo es conocido por ser un generador de neurotrofinas o factores neurotróficos (BDNF), una familia de proteínas, que ayudan a que ciertas neuronas del sistema nervioso central y periférico se conecten, sobrevivan y maduren. Junto con el resto de los movimientos intermedios que se producen en el desarrollo postural, el gateo favorece la relación entre los hemisferios cerebrales al ser un movimiento cruzado entre la vista y los diferentes segmentos (brazo, mano, pierna y pie) ya que, cuando gatea, el bebé cruza sus apoyos entre la parte superior e inferior del cuerpo. Es decir, para avanzar en equilibrio, apoya primero una mano y la rodilla contraria, y después a la inversa”, explica.
El gateo no solo es beneficioso para el niño a nivel psicomotor, sino que además con él estará desarrollando la vista, el oído, el tacto, sus músculos, su comunicación… pero, como decíamos, no es imprescindible porque, de hecho, hay niños que no gatean y pasan directamente del arrastre a la marcha. “Más allá de lo neuromotor y de lo psicomotor es importante que, si no existen patologías conocidas, no se fuerce al bebé con ejercicios específicos ni estimulaciones para que el gateo aparezca porque puede suponer un motivo de estrés y malestar contraproducente en el desarrollo madurativo”, advierte la psicomotriscista.
Apuesta por el movimiento libre pero no por el ‘libertinaje’
Lo mejor para el desarrollo de tu bebé será no forzar ninguna postura ni desplazamiento, sino invitarle a moverse creando un entorno seguro donde se sienta libre para explorar, comunicarse y trasladarse de forma espontánea. “Gracias a la comprensión de que la salud mental se construye en la infancia se está produciendo un cambio de mirada hacia el respeto del desarrollo infantil, en el que se considera al niño como sujeto protagonista de su evolución y aprendizaje, y no tanto como objeto pasivo”, explica la experta.
Por tanto, adaptarnos a la situación como padres y facilitar un espacio seguro a nuestro bebé siempre es un requisito básico para “favorecer cualquier aspecto del desarrollo infantil y se puede hacer de manera que no limite su desarrollo”.
Respetar esa ‘libertad’ y no coartarle a la hora de moverse serán las premisas, pero siempre, hacerlo en un entorno que no suponga ningún peligro para él y con adultos o cuidadores que le proporcionen seguridad. “Cada espacio es diferente, pero siempre se pueden buscar alternativas que tengan presente la necesidad que tiene el niño de vivir en movimiento”. Por tanto, si en casa nos sentimos inseguros podemos buscar otras alternativas: “En La Sala de Psico, entendemos el juego espontáneo como una herramienta fundamental de desarrollo motor y psíquico, en contraposición a los circuitos motores, la estimulación y la manipulación temprana de la motricidad infantil para hacer que el niño sin patología haga más o antes. En nuestras sesiones no se juega por jugar. Además, bebés, niños y familias se sientan como en casa”, añade la experta.
Pero cuidado, porque la libertad de la que hablamos no tiene que convertirse en un ‘libertinaje’ dejándole hacer lo que quiera en todo momento, sino que todo tiene que estar dentro de “unos límites claros y sencillos, una organización espacio-temporal y la presencia del psicomotricista (o mamá, papá, familiar o cuidador en casa) como figura de referencia para hacer que el juego y el movimiento no se convierta en caos ni conflicto, sino en comunicación, placer y crecimiento”, concluye.