El instinto maternal es el centro de muchas conversaciones que sale a relucir en reuniones de mujeres con amigas con hijos o cuando paseando por la calle ven a un bebé y les entra una ternura especial.
Desde pequeños, la sociedad nos enseña que las niñas juegan con a cuidar a bebés y los niños con coches, hoy en día, estas diferencias de género ya no son tan evidentes porque las reglas del juego han cambiado, y para bien. Pero, por otro lado, también están aquellas mujeres que se sienten mal o se frustran por no tener ese sentimiento de querer ser madre tan a flor de piel, es decir, no encuentran por ningún lado su instinto maternal. Entonces, nos preguntamos, ¿realmente existe este instinto?
De algo que estamos seguros es que lo que sí existen son los instintos, que según nos cuenta la psicóloga perinatal, Eirene García (@psico_eire), “depende de cómo lo conceptualicemos, el instinto puede ser entendido como algo que viene de serie en nosotros, como puede ser el hambre. Pero también puede ser entendido como una reacción a un estímulo que puede ser una sensación, una emoción”. Y nos pone el siguiente ejemplo: “Si sentimos miedo el instinto es correr, pero también puede ser agredir o paralizarse, eso va a depender de la situación”.
Entonces, ¿hablamos de instinto o de deseo?
Por tanto, si aplicamos esta definición al instinto maternal el resultado puede ser confuso ya que la psicóloga nos explica que “realmente lo que aparece en una mujer, en un primer momento, puede ser deseo, aunque comúnmente se le llame instinto. De hecho, el instinto aparece cuando nuestro cerebro sufre cambios producidos durante los meses del embarazo , que lo preparan para cuidar al bebé una vez que nazca. Es más, hay investigaciones que evidencian estos cambios a nivel cerebral”.
Y es que existen estudios que aseguran que durante la gestación se modifica el sistema cerebral del placer, la motivación y el esfuerzo de la mujer para facilitar la relación de la madre con su bebé. En este caso, el pequeño es el estímulo que provoca en la mamá ese sentimiento de querer garantizar la supervivencia de su ‘cría’ en todo momento, es decir, en este caso, estamos hablando de un instinto puramente animal.
Y, ¿por qué no existe el instinto paternal?
Dicho de otra manera, no existen pruebas que avalen que exista el instinto maternal o, lo que es lo mismo, ese impulso de las mujeres que las lleva a querer tener hijos. La psicóloga insiste: “Confundimos instinto con deseo”. Y añade: “Además, me llama la atención que siempre se hable de instinto (deseo) maternal y no de instinto paternal. Este es un melón que hay que abrir y que, a mi parecer, tiene más que ver con cuestiones culturales, de educación y de género ”, asegura.
Y es que como decíamos al inicio, la sociedad hasta hace poco, aceptaba que en la educación de las niñas estuvieran reforzados algunos comportamientos que, en teoría, deberían ser inherentes a las mujeres como ser más serviciales, maternales, protectoras, dulces… mientras que la figura del hombre siempre se ha asociado más a ser los fuertes, rudos y duros.
Y, si no tengo ese deseo de ser madre... ¿No tengo instinto maternal?
Esta es una pregunta rebuscada porque hay mujeres que, sencillamente, no tienen ni deseo de ser madres ni tampoco les florece ningún supuesto instinto maternal. ¿Por qué ocurre esto? “Creo que hay mujeres que no desean ser madres y, por eso, no sienten ese instinto, ya que, como he dicho antes, la aparición de ese instinto está más relacionada con esos cambios que se dan en el cerebro durante el embarazo”.
Es decir, las mujeres no pueden sentir esas ganas de cuidar a su ‘cría’ si no han pasado por un embarazo y su cerebro ha sufrido los cambios que este provoca. Pero, por supuesto, pueden tener el deseo o no de ser mamás. Pero ocurre, que muchas mujeres no tienen ese deseo de tener hijos por mucho que la sociedad (de nuevo) les ponga continuamente en aprietos con preguntas incómodas cuando, por ejemplo, llegan a la treintena o con expresiones tan fuera de lugar como la típica de ‘se te va a pasar el arroz’. Ninguna mujer debe sentirse juzgada por no querer ser madre, al igual que, ninguna madre debe ser juzgada por maternidad.