Es muy habitual que fuera del periodo escolar, niños y adolescentes dediquen bastantes horas a la tecnología. Ya sea mediante los videojuegos, a través de las redes sociales o con servicios de mensajería online, los menores están delante de las pantallas durante mucho tiempo en vacaciones.
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A la vuelta del verano, los padres se plantean cómo normalizar ese uso. Sus hijos viven en un mundo digital, pero ese consumo se puede regular, especialmente teniendo en cuenta el retorno a las clases. Para saber cómo hacerlo, le hemos preguntado a Eduardo Cruz, CEO de Qustodio.
Unos hábitos difíciles de eliminar
A todos nos cuesta volver a la vida habitual tras las vacaciones, así que los menores no quedan ajenos a esa dificultad para reubicar los hábitos. “Sin embargo, con la vuelta a la rutina es necesario transmitirle a los niños la importancia de adquirir una dieta digital equilibrada que les permita disfrutar del móvil, pero también del deporte, del colegio y de los amigos”, explica el experto.
Lo más común es que ante el intento de reducir esas horas de consumo digital haya protestas, pero hay que tener calaro que “el equilibrio entre la vida online y offline de los menores durante el año depende, en gran medida, de las normas que marquen las familias al inicio del curso escolar”, incide.
Esto no significa que si no se logra al comienzo haya que tirar la toalla, sino que será mucho más facil establecer unas normas si se acometen desde la vuelta de vacaciones.
Cómo ayudar en la desconexión tecnológica
Cada niño y cada familia tiene unas dinámicas diferentes. Lo que puede servir para unos tal vez no surta resultado para otros, pero sí hay una serie de pautas comunes que pueden ayudar en ese detox tecnológico, tal como detalla Eduardo Cruz.
Ofrecerles un plan alternativo al móvil
“Los niños pasarán menos tiempo conectados, siempre y cuando sea más atractiva su vida offline”, destaca el especialista de Qustodio. Así, tal como apunta un estudio de UNICEF, el 40% de los adolescentes se conecta a las redes sociales para mantener alejada la sensación de soledad. En la medida en que en, ese día a día, el niño o el adolescente estén acompañados les resultará más fácil adaptarse a una rutina sin pantallas. Pueden ser viajes, salidas culturales, juegos de mesa, excursiones, deportes, cocinar juntos... Los planes son muy variados y se pueden adaptar a la edad y las preferencias de cada uno.
Ser un buen ejemplo
“Los padres son el mejor ejemplo para los niños. Si los adultos están ‘empantallados’, ¿cómo no van a estarlo los menores?”, se pregunta el experto. Así, ha de haber una coherencia entre lo que se pide a los hijos y lo que se hace. No vale de nada regañarles porque están todo el día con el móvil si los propios progenitores no se separan de su smartphone en ningún momento. En este sentido, poner límites en el consumo digital a los hijos puede ser una buena oportunidad para que los padres también los adopten.
Cambiar la visión de los menores con respecto a la tecnología
Vivimos en un mundo eminentemente digital. Es una realidad que no se puede obviar, pero que sí se puede adaptar. Así, este sería un buen momento para mostrarles a los menores que “las pantallas son también una herramienta de aprendizaje y entretenimiento sano, en la que no solo existen las redes sociales y los videojuegos, sino que también se puede leer, ver series o reforzar conocimientos”.
Exceso de pantallas y rendimiento escolar
La regulación del tiempo de pantallas es importante para un menor por muchos motivos, pero, ciñéndonos al inicio del curso académico, el exceso puede interferir directamente en el rendimiento escolar.
Algunos niños muestran verdadera dependencia hacia su teléfono y lo consultan muy frecuentemente porque están acostumbrados a recibir esa gratificación instantánea. En esos casos, “¿cómo van a a ser capaces de mantener la concentración en clase o en el estudio?”, comenta el especialista.
Hay que tener en cuenta que en 2021 el tiempo de los menores delante de pantallas fue, de media, de cuatro horas diarias, “lo que significa que algunos pasarían seis, siete u ocho horas, un tiempo desorbitado si tenemos en cuenta que pueden que estuvieran más tiempo ante una pantalla que en el colegio o durmiendo”, subraya Eduardo Cruz.