El cepillado de dientes diario es el factor clave para prevenir la caries en la primera infancia. Así, este hábito debe establecerse desde que salen los primeros dientes de leche, momento que suele producirse alrededor de los seis meses de vida del bebé. A partir de entonces, el cepillado deberá ser diario y dos veces, al menos, cada jornada.
Pero hasta que el niño sea autónomo y pueda ocuparse por sí mismo de su higiene dental pasarán unos cuantos años, es por eso por lo que la Sociedad Española de Odontopediatría recuerda que “el cuidado de la boca de su hijo es responsabilidad de los padres o cuidadores, por lo menos hasta que el niño adquiera la habilidad motora suficiente para hacerlo solo que, por norma, se consigue sobre los 7–10 años”. ¿Qué aspectos clave hay que tener en cuenta?
La elección del cepillo adecuado
Con los primeros dientes se puede usar un cepillo especial para lactantes, un dedal de silicona, e incluso una gasa mojada en agua o en suero fisiológico. Lo importante es que el cepillado sea diario y que se preste especial cuidado al nocturno, pues las bacterias que se acumulan en la boca pueden desencadenar distintos problemas. Puede ser así hasta los tres años de edad, tal como recomiendan los odontopediatras.
Este tipo de cepillos para bebés muy pequeños tienen “un cabezal más pequeño y las cerdas son suaves”, indica el Dr. Jorge Ferrús, cofundador de la Clínica Dental Ferrus & Bratos, de Madrid. Hay que asegurarse de “pasarlo por todos los dientes, sin ejercer presión, y quitando cualquier resto”.
Más adelante, cuando ya hay una dentición mixta en la que conviven dientes de leche y dientes definitivos, el cepillo puede cambiarse por otro de mayor tamaño. Eso sí, “conviene que las cerdas sean de dureza suave o media, pues de lo contrario es posible que dañen sus encías”, aconseja el Dr. Ferrús.
Los cepillos eléctricos pueden utilizarse cuando el niño tenga más destreza, lo que sucede, aproximadamente, a partir de los ocho años.
¿Qué cantidad de flúor debe llevar el dentífrico infantil?
Hay pasta de dientes adaptadas a cada etapa del desarrollo del niño. Lo importante a la hora de elegir es fijarse en la cantidad de flúor que contiene, que viene expresada en partes por millón (ppm).
No te dejes llevar solo por el sabor, aunque es cierto que algunas son más atractivas para los menores justamente por eso. Incluso, cuando hay reticiencias, “muchas de ellas tienen sabores para que el niño perciba el cepillado como algo positivo”, destaca el experto de www.clinicaferrusbratos.com. Así, se puede elegir una pasta que resulte agradable para el pequeño, pero siempre que cumpla las necesidades de flúor requeridas para su edad.
- Hasta los tres años. La pasta debe contener 1000 ppm de flúor. La cantidad que se ofrecera al niño será la equivalente a un grano de arroz.
- De los tres a los seis años. El dentífrico debe tener igualmente 1000 ppm de flúor, pero la cantidad que se añade al cepillo será como un guisante.
- A partir de los seis años. La pasta dental tendrá una concentración de 1450 ppm de flúor y la cantidad a poner será la de un guisante (también en adultos y niños mayores).
Estas recomendaciones pueden cambiar en casos particulares en que el niño tenga un riesgo incrementando de caries o de otras enfermedades en la boca.
¿Es necesario el enjuagado de después?
En los últimos años, las recomendaciones acerca de la forma óptima de cepillar los dientes han cambido. Así, ahora los expertos no aconsejan mojar el cepillo antes de aplicar la pasta. Y quizá una de las novedades más sorprendentes es que se incide en que la persona no debe enjuagarse con agua tras el lavado de dientes.
Antes sí se abogaba por el enjuagado, porque se trataba de evitar el riesgo de fluorosis (un exceso de flúor podía provocar manchas blancas en los dientes que luego pasaban a ser marrones). Pero las últimas investigaciones han descubierto que este riesgo es muy bajo en comparación a los beneficios que supone no enjuagarse y que el flúor de la pasta se quede en los dientes. Eso sí, la pasta no se debe tragar: hay que escupir tras el cepillado, pero ahorrarse el último paso: el de aplicar agua en la boca (esto sirve también para adultos).
¿Cuándo acudir al odontopediatra?
La Sociedad Española de Odontopediatría recomienda que la primera visita al odontólogo sea en el primer año de vida del bebé. Luego, lo correcto es que haya una visita cada seis meses y a partir de los seis años se consulte también con un ortodoncista.
Cuando se acostumbra al niño a mantener una buena higiene bucal desde pequeño se ponen las bases para que la conserve así durante toda su vida. Además, una mala limpieza puede acarrear muchos problemas:
- Caries. “Es el primero que aparece debido a la falta de higiene, pero una caries sin tratar siempre deriva en complicaciones mayores. Cuando la lesión avanza y termina dañando la estructura interna del diente, puede ser necesario otro tratamiento más invasivo, como una pulpectomía, el equivalente a una endodoncia, pero realizada en dientes de leche”, advierte el Dr. Jorge Ferrús.
- Halitosis. Mal aliento por la acumulación de comida en los recovecos de la boca.
- Oscurecimiento de los dientes. Por la acumulación de placa, que se “solidifica y termina convertida en sarro, de un característico color amarillento”.
- Enfermedades periodontales. “Los niños también padecen gingivitis, siendo los principales síntomas la inflamación, el enrojecimiento y el sangrado de encías”, alerta el experto.