La mayoría de las regresiones del sueño tienen que ver con hitos evolutivos del desarrollo físico o cognitivo que se van sucediendo en el crecimiento de un bebé, como pueden ser el gateo o caminar. Sin embargo, nos dice Desiré Capataz Teixidó, asesora de sueño infantil y fundadora de Duerme Feliz (@duermefeliz_asesorasueno), “la primera de todas, que tiene lugar en torno a los 4 meses de edad, se trata de una regresión que tiene que ver más con la fisiología del sueño”. Porque sí, hay varias, pero es esta es un poco distinta y es la que más desprevenidos nos pilla como padres. Si sabemos cómo actuar, tendremos mucho terreno ganado para las siguientes. Y te dejamos un pequeño spolier, tienes otros cuatro meses para aprender, ¡a los ocho toca otra!
Regresión del sueño de los 4 meses, ¿por qué se produce?
Como bien nos apunta nuestra experta, lo que se produce a esta edad es “un cambio a nivel neurológico del sueño del bebé que tiene una repercusión muy evidente en su descanso”. Nosotros, como padres, no percibimos este cambio en su patrón de sueño como positivo, porque influye en nuestro día a día, pero, en realidad, “nos indica que nuestro bebé está creciendo y madurando”. En este momento, “el bebé evoluciona hacia un sueño más parecido al de un adulto” y consigue llegar a un patrón que “cambia por completo y para siempre”. Es, a todas luces, “uno de los mayores cambios en el desarrollo fisiológico del sueño de toda nuestra vida”. Por tanto es crucial e importante.
Pero, ¿en qué consiste este cambio? A partir de este momento, nos explica la experta, “nuestro bebé empezará a integrar nuevas fases del sueño y, poco a poco, pasará de tener:
- Un sueño bifásico, es decir, con dos fases en cada ciclo.
- A tener un sueño polifásico, con cinco fases en cada ciclo, como nosotros los adultos.
En total, tres fases nuevas que “serán complicadas de controlar por nuestro bebé, pues además de ser muy superficiales, son fases que jamás han experimentado”.
Una de las más complicadas de afrontar
Sin duda, nos dice nuestra experta, la regresión de los cuatro meses es una de las más difíciles de gestionar. De hecho, nos dice, “tal y como hemos comentado, es la única de las regresiones que sí está relacionada directamente con el sueño y es el mayor cambio del sueño que experimenta una persona en toda su vida”.
Además, nos indica, a partir de los 5 meses aproximadamente, “el bebé empieza a conciliar el sueño en fases muy superficiales, algo que no ocurría antes”. Por lo tanto, le será muy difícil permanecer dormido si se produce algún cambio mientras duerme en esta fase. Por ejemplo, pasar de un lugar con ruido a uno sin ruidos y viceversa, o pasar de los brazos a la cuna. Cambios que antes no notaba.
Evidentemente, nos explica, “cuantas más fases del sueño tenemos, más micro-despertares experimentamos y, por tanto, hay más probabilidades de que alguno de ellos se convierta en un despertar por completo”. Así, a nuestro bebé se le complica mucho la situación: pasar de dos fases a cinco fases, con mayor número de pequeños despertares y un sueño más superficial en el inicio. Si además, le sumamos que, a partir de esta edad, “se produce un gran desarrollo cognitivo haciendo que nuestros pequeños estén mucho más alerta y distraídos con el mundo que les rodea”, no quieren desconectar ni dejarse llevar por el sueño.
Cuánto dura y cómo enfrentarnos a ella
Como hemos visto, para nuestro bebé será todo un reto y un gran proceso de aprendizaje este nuevo hito del desarollo, les costará conciliar el sueño y permanecer dormidos. Cuando ocurra, lo que notaremos, según nos enumera nuestra experta, es que:
- Nuestro bebé empieza a despertar de manera mucho más frecuente a media noche.
- Le notaremos mucho más inquieto de lo normal mientras duerme.
- Le cuesta mucho más relajarse y dormirse.
- Y, una vez dormido, nos costará mucho más dejarle en la cuna.
Para poder enfrentarnos a esto de la mejor manera posible, nos dice la experta, “no hay una solución milagrosa, es una etapa que tenemos que vivir con más o menos intensidad, pero de la que casi nadie se libra, pues forma parte de la biología del sueño”. Sin embargo, nos apunta, “si conocemos y entendemos qué es lo que pasa, transitaremos por ella de una manera mucho más relajada, con menos tensiones, frustraciones y una menor ansiedad”. Algo muy necesario para el bienestar general de la familia, ya no solo del bebé. Por tanto:
- Es muy importante favorecer el descanso de nuestro bebé al máximo, intentando evitar el sobre agotamiento al final del día.
- Asegurarse de acostarle cuando tiene sueño, ni antes ni después. Para ello, es importante conocer las estadísticas en cuanto a ventanas de sueño , nos dice la experta, “el tiempo que puede permanecer un bebé despierto entre sueño y sueño, observando sus señales de cansancio para poder acostarle en el momento oportuno”.
- Acostarle en un sitio apropiado. A esta edad, el bebé está muy interesado en el mundo y es difícil conseguir que desconecte, por lo que “debemos facilitarle las cosas con un ambiente que le invite a ello”. La oscuridad, en este caso, es importante, incluso en las siestas.
- Crear un ritual previo al sueño con una transición gradual, evitando “precipitar al bebé al sueño sin que se lo espere”.
- Evaluar su descanso. Si sus siestas son demasiado cortas, “menos de 45 minutos”, procura volver a dormirle del mismo modo que la primera vez para intentar que se alarguen.
Por último, otro de los grandes consejos que nos da la experta es “no intervenir si no es necesario”. Es decir, si notamos simplemente que nuestro bebé está inquieto por la noche, haciendo muchos ruidos y movimientos y que protesta de manera intermitente, “es mejor no intervenir, está aprendiendo a gestionar sus microdespertares”. Hay que darles la oportunidad de intentarlo. Si acaba llorando, entonces sí, intervenimos.