Un humidificador es un dispositivo que, mediante diferentes técnicas, transforma el agua en vapor de agua, aumentando así la humedad de la estancia en la que se encuentra. Por tanto, antes de saber si este aparato es realmente útil o imprescindible en nuestra familia (con o sin niños), la pregunta que debes hacerte es: ¿qué grado de humedad tiene mi casa y cuál es el ideal para cualquier hogar? Una premisa de la que parte la Dra. Fátima Violadé Guerrero (@draviolade), pediatra de Sevilla, para contarnos si de verdad necesitamos uno, si sería necesario o, por el contrario, prescindible y contraproducente. Porque, da igual que sea verano o invierno, puede que tu hogar sea un espacio demasiado seco (por el calor o por el efecto de la calefacción) o, por el contrario, no lo sea y puedas generar una humedad peligrosa.
Y es que, nos explica, “no existe una indicación rotunda para tener que considerar los humidificadores como un imprescindible en nuestras casas”. Más bien, señala, “su uso resulta controvertido y, en algunos casos, hasta peligroso”. Además, científicamente no existen pruebas concluyentes que justifiquen la utilización de los humidificadores en el tratamiento de las enfermedades respiratorias de los niños , como muchos podríamos pensar. Muchos padres adquieren un humidificador con el objetivo de aumentar el beneficio de sus hijos sin saber que, en la mayoría de las ocasiones, esta medida no tiene por qué aportarles un verdadero beneficio.
El nivel de humedad perfecto
Un nivel de humedad adecuado en el interior de una vivienda supone, nos explica la doctora, un mayor confort y bienestar, no solo a las personas que lo habitan, sino también a los animales, plantas y objetos que se encuentran en ella. Según nos explica la doctora, “está demostrado que el nivel ideal de humedad en el interior de una casa se encuentra en el intervalo que va del 40% al 60% de humedad relativa”. Valor que se sitúen, tanto por encima como por debajo de este intervalo, serían considerados perjudiciales y con potenciales riesgos para la salud.
Para conocer este aspecto de nuestra casa, nos dice la doctora, “puede tener sentido hacerse con un higrómetro, que nos da los datos de la humedad relativa y, si no estamos en ese intervalo perfecto, poder o no tomar medidas”. En el caso de querer tomarlas, de nuevo, debes consultar con tu pediatra.
¿En qué puede ayudarnos un humidificador?
Uno de los objetivos de un humidificador es el de “proporcionar más agua a las vías respiratorias, para favorecer la hidratación de las mucosas, fluidificando así las secreciones del tracto respiratorio y facilitando la salida de estas”. Así, conseguimos “evitar la acumulación de un moco denso deshidratado dentro de ellas”. Por ello, hay ciertos casos en los que sí pueden tener beneficios, si la estancia lo necesita realmente, es decir, en un ambiente seco con un porcentaje de humedad relativa que no alcanza el nivel recomendado anteriormente citado.
Sin embargo, nos explica la experta, “es importante saber que el uso del humidificador no va a modificar el curso de la enfermedad respiratoria del niño (si la tiene)”. De hecho, nos dice, “aunque puede haber casos en los que se alivie la sintomatología, no hay estudios científicos que lo avalen” y, por tanto, lo mejor es consultar previamente a tu pediatra para decidir si usarlos o no.
Es cierto, nos explica, “que cuando un niño tiene una infección respiratoria preferimos que no esté en un ambiente demasiado seco, pero no es imprescindible el uso de un humidificador”. Podemos, por ejemplo:
- En el caso de congestión nasal, realizar lavados nasales.
- En el caso de un episodio laríngeo, ofrecerle la humedad fría abriendo el congelador.
Hay dos enfermedades que sí mejoran, ¿cuáles son?
Existen, nos dice la doctora, “dos entidades que sí pueden sacar grandes beneficios de un humidificador” y son:
- Un catarro de las vías altas o lo que conocemos como catarro común. Esto es porque, al hidratar las secreciones, favoreceríamos la expulsión de estas con la consecuente mejoría de la congestión nasal.
- Laringitis, ya que, al proporcionar humedad fría en el ambiente en el que se encuentre el paciente que la padece, “gracias a la vasoconstricción secundaria que conseguimos al frío, se reduce el edema subglótico, aliviando así la dificultad del paso del aire en la vía respiratoria que provoca esta patología”, nos explica.
Casos en los que se contraindica el uso de un humidificador
En el caso de sobrepasar el porcentaje de humedad recomendado (ya sea porque no necesitamos un humidificador y, aún así, lo usamos o porque lo hacemos más tiempo del recomendado), “estaríamos regalándole a los hongos y ácaros un lugar estupendo para reproducirse y afectar al tracto respiratorio de nuestros hijos, como infecciones o como procesos alérgicos”. Y es que estos aparatos son una fuente potencial real de aeroalérgenos con “riesgo de precipitar un broncoespasmo o crisis asmática en personas predispuestas a ellas”, nos explica. Por no hablar de que, mal utilizado, tiene el riesgo de producir quemaduras por el vapor de agua caliente que expulsa.
Por tanto, hay contraindicaciones a su uso:
- No deberíamos usarlos en los hogares que tengan un porcentaje de humedad relativa adecuada o por encima de la recomendada, como ya hemos dicho.
- Tampoco se aconseja su uso cuando convivimos con personas que son alérgicas a los ácaros y hongos.
- Ni cuando vivimos con niños que tienen predisposición a padecer bronquitis obstructivas.
Cómo usar correctamente un humidificador
Si, finalmente, una familia se decidiera por utilizar un humidificador, es muy importante llevar a cabo un uso adecuado del mismo, para lo que la doctora nos ofrece algunos consejos:
- Hacer uso exclusivo del mismo si realmente se necesita y no existen las contraindicaciones anteriormente mencionadas.
- Saber qué humidificador comprar, pues son mejores los de aire frío o de temperatura ambiente, ya que los de aire caliente pueden producir quemaduras.
- Mantener una limpieza óptima del humidificador según las recomendaciones que nos indique el fabricante. Si somos rigurosos, evitaremos las bacterias y hongos que pueden crecer en el propio aparato con riesgo de potenciar una crisis asmática.
- Utilizarlos el tiempo necesario. Lo ideal es ponerlo unos 10 o 20 minutos antes de acostar al niño y nunca dejarlo toda la noche, se podría sobrepasar la humedad recomendada.
- Desconectar el aparato antes de su manipulación y cambiar diariamente el agua del reservorio, utilizando agua destilada.
- Limpiarlo cada tres días, vaciando el reservorio y usando un cepillo o estropajo para ello. Eliminar cualquier resto depositado y secar bien todas las superficies. De todas formas, es importante seguir las instrucciones del fabricante en cuanto a productos de limpieza y desinfectantes que pueden utilizarse.
- Guardar el aparato en un lugar seco y, antes de volver a usarlo, limpiarlo de nuevo.
- Evitar los vapores de eucalipto, mentol u otros aceites esenciales.