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por qu no es bueno geolocalizar a tu hijo adolescente © AdobeStock

Adolescentes

Si te has planteado geolocalizar a tu hijo, hay varias razones por las que no debes hacerlo

El miedo a que les pase algo o la desconfianza puede llevarnos a perseguir los movimientos de nuestros hijos cuando salen de casa, sobre todo, ahora en vacaciones. Pero, ¿estaríamos actuando bien?


9 de agosto de 2022 - 17:36 CEST

Según la Real Academia de la Lengua (RAE), espiar significa “acechar, observar disimuladamente a alguien o algo”. Hacerlo de forma disimulada, nos explica Carmen Esteban, psicóloga y autora del libro Bienvenida adolesc(i)encia (Oberon), “implica hacerlo de forma oculta, por lo tanto, si un adolescente no tiene conocimiento de ello,  sí podríamos estar ante una forma de espionaje ”. Y es que, seguir los movimientos de nuestros hijos cuando no están en casa  se ha convertido en una práctica cada vez más común entre los padres  que utilizan las nuevas tecnologías para saber dónde están en cada momento. Sí, la geolocalización es una herramienta sencilla y perfecta para ello.

En el caso de un adolescente que sí tenga conocimiento, no estaríamos ante un espionaje en sí, pero igualmente “tendríamos que valorar de qué forma se le ha informado”, nos dice la experta. Hay muchas familias que dicen “Si quieres salir o si quieres tener un móvil, la condición es que pueda geolocalizarte”. Esto es una “forma de coacción”, nos dice, porque si le preguntamos a un adolescente qué decidiría él libremente, seguramente, nos diría que está mucho más cómodo sin estar localizado de forma permanente. Hace unos meses, nos comenta la psicóloga, “una alumna me decía que sus padres no respetaban su espacio y no entendía por qué, nunca les había dado motivos para hacerlo”. En este caso, había un sentimiento de quebrantamiento de la intimidad y desconfianza importante.

Motivos por los que los padres queremos geolocalizar a nuestros hijos

1. El primero de ellos, el miedo a que les pase algo

La mayoría de las noticias que escuchamos hoy en día son sucesos. Esto genera una alarma social, nos explica la psicóloga, “que crea una especial preocupación en los padres, ya que, el mensaje que se les transmite es que, al dejar salir a sus hijos, les están dejando abandonados en un mundo hostil y peligroso”.

¿Llegará bien a casa de su amigo?¿Y si alguien le droga para abusar de ella? Estas son solo algunas de las preguntas que muchas familias se hacen y, por ello, encuentran en las aplicaciones de geolocalización una solución de sus miedos. “Las utilizan como medidas de seguridad para saber si están en peligro o no”.

2. Ansiedad ante la falta de control

El control nos da seguridad. Por eso, “ la rutina se considera esencial para tener una buena salud menta l y, las personas que no saben lidiar bien con la incertidumbre, sobre todo, si se tienen hijos”, nos dice la experta, les lleva a utilizar estas herramientas.

Hay que tener en cuenta que, para muchas familias el cambio de la infancia a la adolescencia es un duelo por la pérdida de ese control absoluto que se tenía sobre los hijos y que ya no tienen “A mi me gusta explicarlo a través de la metáfora del cordón umbilical”, nos dice. “Al nacer, se rompe físicamente, pero seguimos manteniendo un cordón umbilical invisible que es mucho más fuerte, el cordón umbilical psicológico. Al llegar la adolescencia, se va rompiendo, porque los chicos y chicas buscan crear su identidad, y lo hacen a través de la autonomía y la independencia”. En este momento, la geolocalización nos permite aceptar que nuestro hijo se aleja de nosotros, pero manteniendo cierto control.

3. El tercer motivo, la desconfianza

Una desconfianza que puede venir, bien por su madurez o bien porque otras veces nos han mentido. En este caso, “geolocalizar a nuestros hijos es una medida de comprobación y control”, nos explica la experta. Este tipo de aplicaciones son “lo que yo denomino ansiolíticos virtuales, ayudan a los padres a calmar los fantasmas e inseguridades que muchas familias tienen”.

Cómo afecta a nuestros hijos saber que les geolocalizamos

En primer lugar, la psicóloga nos hace una pregunta a todos: ¿cómo nos sentiríamos nosotros si nos estuviesen geolocalizando? Seguramente, pensaríamos que no se confía en nosotros y que no se nos da libertad. “Los adolescentes están en una etapa de experimentación que implica buscar límites, tomar riesgos, equivocarse y aprender”, nos dice la experta. La función de la familia es proteger y velar por la seguridad de sus hijos en esta etapa, “pero hay una delgada línea entre la supervisión y el control”.

  • La supervisión implica anticipar los riesgos, ofrecer herramientas para solucionar los problemas y tener una buena comunicación con ellos. Hay que dejarles tomar decisiones y permitir que se equivoquen. “Es dejarles conducir su vida, siendo un copiloto que les acompaña y les guía”.
  • El control implica que “ese copiloto coge el volante, evita los riesgos y soluciona el problema”. Y si hacemos esto, tendremos futuros adultos que no tendrán los recursos necesarios para solucionar problemas, es decir, adultos dependientes y con falta de autonomía.

Por tanto, hay que tener mucho cuidado de no traspasar esta línea, porque, en el caso de hacerlo:

  1. Estamos generando una falta de intimidad que les produce rabia y, además, puede llevarles a mentir a sus padres. Algo que ya ocurre, nos dice la experta, en las redes sociales. “Los adolescentes se crean cuentas aptas para sus padres y otras paralelas que no conocen y donde se expresan libremente”.
  2. Además, ellos conocen mucho mejor que nosotros el mundo online y todas las trampas virtuales que existen, pudiendo llegar hacer uso de ellas. Por ejemplo, dejando el móvil en casa del amigo en la que dicen estar y saliendo sin él de fiesta.
  3. Les transmitimos que viven en un mundo en el que hay muchos peligros y puede acabar por afectarles hasta tal punto, “que les genere ansiedad de separación de sus padres, miedo a salir a la calle o la posibilidad de que les pase algo a ellos o a algún miembro de su familia”. Hay que transmitirles que, ahí fuera, “hay más oportunidades que amenazas”.
  4. Pueden, incluso, “terminar normalizando el control hacia las demás personas”. Algo que, posteriormente, con su pareja, puede utilizar como señal de amor.
  5. Les transmitimos que, ante la incertidumbre o el miedo, la solución es el control. “Para los adolescentes somos modelos de aprendizaje, si nosotros no sabemos gestionar una emoción, ellos tampoco lo harán”.
  6. Pérdida de la confianza. Un estudio realizado en Nueva Zelanda, nos explica la experta, “concluyó que los adolescentes geolocalizados tenían más probabilidad de guardar secretos y confiaban menos en sus padres”.
  7. Por último, muchos expertos señalan también que , al estar constantemente vigilados, “los adolescentes dejan de prestar atención a las señales de peligro, creando un sentimiento falso de seguridad”.

Y, si decidimos hacerlo, ¿podemos hacerlo ver como algo positivo?

Si se decide hacer, que sea siempre con consentimiento por parte del adolescente. Pero, hay que tener en cuenta, nos apunta nuestra experta, “que el consentimiento no es resignación, sino aceptación y colaboración”. Para ello, tiene que haber un acuerdo y siempre visto como un medio para la seguridad, no como un castigo o falta de confianza.

Bien es cierto que estas aplicaciones nacieron con el objetivo de encontrar un dispositivo perdido o de ayudar a colectivos vulnerables, como pueden ser las personas mayores, pero es “tan sencillo cruzar la delgada línea que explicábamos antes, que es muy arriesgado dejar al criterio de cada familia lo que es respetuoso, moral y ético”. Un ejemplo de lo que nos dice la experta, puede ser acordarnos de aquellas correas que muchos padres utilizaron para atar a los niños por la calle; “seguramente evitó muchos atropellos, pero también humilló a muchos niños y les afectó a la hora de desarrollar aspectos como la autonomía y el autocontrol”. Este tipo de aplicaciones no dejan de ser correas invisibles.

Por tanto, es mejor recurrir a otro tipo de medidas, pues la preocupación de los padres es real y lógica: una llamada de teléfono, escribir un mensaje o enviar la ubicación en tiempo real durante el trayecto de vuelta a casa.