Uno de los gestos más comunes en los bebés y niños pequeños está relacionado con el ademan de chuparse el dedo. Este gesto fisiológicamente se conoce con el nombre de reflejo de succión y está presente en algunos pequeños, incluso desde que todavía están dentro de la tripa de la mamá, en las últimas semanas de gestación. “Hasta es posible ver por ecografía fetos chupándose el dedo”, nos cuenta la doctora Montserrat de la Flor, del Servicio de Pediatría del Hospital Universitario Sanitas La Moraleja.
“Algunos de ellos nacen incluso con una ampolla o un callo de succión en antebrazo, la mano o el dedo. Este reflejo se mantiene hasta los 4 meses de vida y su exploración, junto con otros reflejos (todos ellos reflejos de supervivencia), nos permite valorar del correcto desarrollo neurológico del bebé . A partir de los 4 meses no será una reacción instintiva sino algo ya aprendido”, añade.
¿Para qué sirve entonces el reflejo de succión? Este reflejo no solo les sirve a la hora de comer para succionar, bien el pecho o bien el biberón, según sea la forma de alimentarse del bebé, sino que también tiene una función no nutritiva, la de calmar. Tal y como nos cuenta la pediatra: “Por tanto, chupar el chupete, el pulgar o los dedos es parte del desarrollo normal. Por lo general dejan de hacerlo entre los 2 y los 4 años de edad, siendo más fácil abandonar el hábito del chupete que el de la succión digital porque el chupete puede retirarse, pero el dedo siempre está disponible para ellos. Los niños que usan chupete tienen menos posibilidades de chuparse el pulgar o los dedos. Es muy común que esta conducta de chuparse el dedo esté asociada a otro movimiento con la otra mano como tocar la oreja, por ejemplo”.
¿Por qué ese ímpetu de algunos niños de chuparse el dedo?
Que un niño se chupe el dedo no solo es una forma de calmarse, tal y como nos comentaba la pediatra, sino que, además, al mismo tiempo está relacionado que el sistema nervioso del pequeño, que se desregula fácilmente debido a su inmadurez. “A través de esta succión no nutritiva consiguen autorregularse, volver al equilibrio cuando sienten miedo, inseguridad, hambre, sueño, cuando están intranquilos o aburridos ; se trata de un recurso natural que les regula y les proporciona bienestar y placer”, asegura la doctora.
Sin embargo, el desarrollo neurológico y emocional del bebé está vinculado a las figuras de apego, “las cuales le permitirán ir aprendiendo otros mecanismos de regulación y afrontamiento de forma progresiva en los primeros años de vida y así la frecuencia de chupar los dedos o chupetes disminuye con la edad. Pero también existen determinados casos chuparse el dedo persiste más allá de edad de 4 o 5 años”, indica la Dra. de la Flor.
¿Cuáles son las consecuencias de que el niño se chupe el dedo?
Ver a un bebé que se chupe el dedo mientras duerme, por ejemplo, puede resultar hasta tierno, pero cuando vemos a algún niño haciendo este gesto cuando son un poco más mayores suele llamar la atención. Pero ya no solo se trata de una consecuencia a nivel social, sino que también puede provocar problemas a nivel de salud dental o de dicción.
“Al margen del tema de la higiene, los perjuicios más notables de la succión digital se producen cuando el hábito se prolonga en el tiempo más allá de los 4 o 5 años y serán más o menos marcados dependiendo de la frecuencia e intensidad del gesto. El más importante de ellos es el mal alineamiento de los dientes, tanto en la dentición temporal (dientes de leche), como en la definitiva, y con ello pueden aparecer también problemas de fonética y pronunciación (como el ceceo), alteraciones en los dedos (como callos, uñas dañadas o sobreinfecciones) e incluso trastornos emocionales si supone una burla por parte de sus compañeros u otras personas”, advierte la pediatra.
Consejos para padres: ¿cómo gestionarlo y lograr remitir ese gesto?
A continuación, la pediatra nos da una serie de recomendaciones muy útiles para que los papás aprendan a gestionar esta situación y logren hacerlo de una forma positiva para el peque.
- Los padres deben saber que es algo normal en los primeros 3 o 4 años de vida desapareciendo después este gesto de forma progresiva y natural. El problema es que socialmente “incomoda” y, en muchas ocasiones, esto genera inquietud en los padres.
- Es importante estar tranquilos y atentos, y conocer en qué momentos lo hace y cuál es su necesidad en esos momentos para poder cubrirla. ¿Es miedo?, ¿es inseguridad? En tal caso, calmar ofreciendo una caricia, un abrazo, conversando y atendiendo a sus miedos. ¿Es sueño?, ¿está cansado? Acompañarle, recogerle y ofrecerle otro objeto o estímulo que le reconforte y suponga una alternativa al dedo como un peluche, una mantita o su muñeco favorito. ¿Es aburrimiento? Ofrecerle distracciones que impliquen el uso de las manos para evitar que se lleve el dedo a la boca durante el juego.
- Es a partir de los 4 o 5 años de vida que debemos prestar más atención si persiste el hábito, o evidentemente, a cualquier edad si se acompaña de más síntomas como aislamiento social, tristeza o agresividad. No es tanto el gesto en sí de chuparse el dedo, como el saber qué está motivando este gesto. En tal caso, se debe consultar con el pediatra. Podemos tratar de explicar de forma calmada y con un lenguaje adaptado a su edad la problemática que puede causar la persistencia del dedo en la boca. Esto puede hacerse de forma conjunta con su pediatra, dentista y ortodoncista haciéndole sentir partícipe de todas aquellas ideas que se puedan plantear para poder dejar de hacerlo. A esta edad, su nivel de desarrollo madurativo ya lo permite.
- Una de las formas para explicarle que debe dejar de hacer eso podría ser el uso de una tabla de puntos o pegatinas para niños, lo que supondría un estímulo para ellos. Todo esto también podría complementarse con algunos recursos disuasorios más o menos sofisticados como cubrir el dedo con una tirita, untar el dedo con alguna sustancia natural como vinagre o limón o colocar un dispositivo en la boca indicado por su dentista pediátrico para impedir que se meta el dedo en la boca. Siempre y cuando, eso sí, sea primero explicado al niño o niña y aceptado por ellos: ‘Estamos juntos en esto’.
- Por supuesto, debemos intentar evitar que deje de chuparse el dedo en momentos difíciles emocionalmente como la llegada de un hermanito o el empiece del cole. Y desde luego, en ningún caso, regañarle o castigarle por ello. Esto les generaría más desregulación y con ello, más necesidad de chuparse el dedo para calmar perpetuando así este gesto aprendido. ¡Mucha comprensión!
“Si aún con todo persiste el hábito, acompañemos también en esto al niño o niña mostrando nuestra aceptación incondicional y nuestro apoyo y amor hacia él. Lo conseguirá más tarde o más temprano. Esta actitud tiene un gran impacto en positivo en su desarrollo como persona”, asegura la doctora para concluir.