El sueño infantil es uno de los temas estrella dentro de las conversaciones de padres. Ya sea porque el bebé solo duerma de noche, porque pase menos horas de las que ‘debería’ dormido o porque al llegar a la adolescencia cueste despertarlo por las mañanas... es un asunto de lo más recurrente.
María Berrozpe es doctora en Ciencias Biológicas y lleva muchos años investigando qué sucede. Es directora del Centro de Estudios Del Sueño Infantil (CESI) y ha publicado Dulces sueños (Ed. Alianza) y, más recientemente, La ciencia del sueño infantil (Ed. Oberon), donde explica por qué los niños duermen como duermen. Hemos charlado con ella.
Los padres recientes buscan desesperadamente respuestas y soluciones a su déficit de sueño, e incluso se culpan de que el bebé no duerma como se supone que debería hacerlo, ¿cuál es la realidad?
La realidad es que llegamos a la maternidad y la paternidad con unas expectativas muy poco realistas sobre lo que es un sueño infantil natural y saludable. Creemos que nuestro bebé va a dormir feliz solo en su cuna, donde desde el principio pasará la mayor parte de día dormido, y que pronto consolidará el sueño nocturno, permitiéndonos dormir a nosotros del tirón. Pero eso rara vez (si es que alguna) es así. Y entonces pensamos que tenemos que hacer algo activamente para conseguirlo porque si no “nunca aprenderá a dormir bien”.
Pero la realidad es que lo saludable y natural es un bebé que se niega a dormir separado de su madre y cuyo sueño, al menos durante los dos primeros años de vida (y en ocasiones un poco más), sigue más un ritmo de montaña rusa que una evolución constante. Cuando creemos que ya casi no se despierta por la noche, llega una época con múltiples despertares, y eso nos hace sentir que algo debemos estar haciendo mal, cuando en realidad todo puede ser perfectamente parte de una evolución sana y natural.
Los despertares nocturnos del bebé tienen una función que se suele desconocer, ¿de cuál se trata?
En los bebés más pequeños, los numerosos despertares nocturnos ayudan a que reciba toda la alimentación que necesita, además de garantizar la estimulación del pecho de la madre para establecer correctamente la lactancia materna.
En los meses siguientes, si bien todavía agradecerá el pecho por la noche, porque la nutrición que aporta es la más saludable y nunca está de más, muchos despertares son debidos a la propia evolución del sueño del bebé, que va en sincronía con su desarrollo neurológico, el cual es enorme durante estos primeros dos años.
Así, el sueño del bebé, muy diferente en arquitectura al del adulto, va madurando y adquiriendo la profundidad y las fases características del sueño del ser humano maduro. Además, la evolución en el resto de facetas (psicológicas, emocionales y físicas) también es enorme en estos primeros años y se reflejan en el sueño tanto como en la vigilia. Toda esta realidad produce inestabilidad en el sueño, que se traduce en épocas con más o menos despertares.
Algunos padres temen que sus hijos se ‘acostumbren’ a su presencia a la hora del sueño y esto luego genere problemas. ¿Tiene alguna base esta prevención?
El bebé viene programado para EXIGIR la presencia de su madre durante el sueño y durante la vigilia. Ella le provee no sólo de alimento, con la lactancia, sino de regulación fisiológica (respiración, ritmo cardiaco, temperatura, etc.) además de contención emocional y seguridad. La madre es el hábitat del bebé y sacarlo de su hábitat le produce estrés. Sobre todo si la alternativa no es el cuerpo amoroso y cálido de otra persona querida, sino la fría superficie de una cuna o cualquier artefacto, especialmente si desde esta posición el bebé no siente la presencia cercana de su madre o de alguien querido y de confianza.
Dar al bebé este contacto y esta presencia que necesita no es “malacostumbrarle” sino todo lo contrario: es darle unas bases sólidas a partir de las cuales va construyendo su independencia. El sueño es un momento de enorme vulnerabilidad, por lo que es absolutamente coherente que los bebés y niños sean especialmente exigentes con nuestra presencia en estos momentos. La evolución les ha programado para ello.
¿Por qué los bebés se duermen más rápido en el pecho de su madre?
Porque ese es su hábitat natural. Sobre el pecho de su madre el bebé tiene todo lo que necesita: alimento, regulación fisiológica, seguridad y amor. No importa lo que haya más allá de ese entorno. Ese es SU entorno y en él se sienten felices y seguros. Para dormir bien es indispensable relajarse. Y para relajarse te tienes que sentir seguro.
¿Y por qué se despiertan automáticamente cuando, tras dormirlos en brazos, se les deposita en la cuna?
Porque su sueño, con esos múltiples despertares, está programado para asegurarse de que siguen en su hábitat natural, ya que en condiciones naturales su vida dependería de ello. Si en uno de ellos sienten que ya no están con su madre, en lugar de volverse a dormir sin casi desvelarse, se despertarán del todo y reclamarán la presencia de mamá.
Muchas familias recurren al colecho en los primeros meses de vida del bebé, ¿es una solución para todas?
El colecho de la diada madre-bebé es la manera natural de dormir del ser humano y, por lo tanto, es la manera en la que mejor suelen dormir madre y bebé. El problema es que en nuestra sociedad hemos normalizado, y normativizado, el sueño en solitario de los bebés desde edades muy tempranas. En nuestra sociedad occidental industrializada del siglo XXI, en ocasiones, podemos tener unas condiciones y unos hábitos que pueden comprometer la seguridad del bebé en caso de colechar con un adulto, aunque este sea su propia madre.
Por todo ello es muy importante que cada madre hable con su profesional de la salud y se informe sobre las diferentes posibilidades que existen a la hora de organizar el sueño familiar. Es importante recibir información sobre los pros y contras de cada una de ellas y en qué condiciones el colecho no es la opción más segura, especialmente los primeros tres meses de vida del bebé.
¿Cuándo podemos hablar realmente de un problema de sueño infantil?
Por una parte, cuando el bebé o niño se muestra cansado, irritable, con síntomas claros de falta de sueño, su desarrollo físico o cognitivo no es el esperado y durante el sueño percibimos que no acaba de dormir tranquilo, se mueve continuamente, ronca, etc… Y esto al margen de las horas que duerma o los despertares que tenga (o parezca tener).
También es importante no menospreciar los casos en los que el bebé o niño está durmiendo perfectamente bien, acorde a sus necesidades, pero los padres no. En este caso no es que haya un problema de sueño infantil, sino familiar, y hay que pedir ayuda para encontrar un equilibrio que satisfaga las necesidades del menor y las de los padres.
¿Cómo habría que actuar en ese caso de problema real?
Ante un problema, lo primero es acudir al especialista que permita descartar patologías físicas que puedan estar interfiriendo con el sueño del menor, además de valorar si está durmiendo lo que necesita o, por el contrario, realmente tiene un déficit de sueño. Un buen pediatra que analice al bebé o al niño y descarte problemas físicos. En ocasiones puede ser necesario hacer un estudio en una unidad del sueño pediátrica.
Si todo lo físico está bien, un buen profesional de la salud (psicología, enfermería, pediatría, IBCLC, etc…) especializado en sueño puede valorar también la salud emocional y psicológica de todos los miembros de la familia implicados en el problema (generalmente el bebé/niño y sus padres) para localizar dónde está realmente el conflicto y ayudarles a encontrar ese precioso equilibrio que permita a todos descansar lo que necesitan.
Hoy en día cada vez más profesionales que quieren trabajar en este campo tienen un abordaje respetuoso y eficaz, capaz de ayudar a las familias a encontrar soluciones de alta calidad para los problemas de sueño familiar. Pero, desafortunadamente, no todas las personas que se ofrecen para ayudar en los problemas del sueño infantil son profesionales de la salud debidamente formados. También existen “coach del sueño” que solo han recibido una formación virtual de x meses en una técnica conductual concreta cuyo objetivo es conseguir el sueño en solitario. Yo no recomiendo acudir a nadie que no esté formado en una profesión sanitaria (psicología, pediatría, enfermería, IBCLC, etc.) porque será incapaz de valorar la salud física, emocional y psicológica del menor y de su entorno, y, desde luego, descartaría cualquiera cuyo objetivo sea conseguir el sueño en solitario sin considerar ninguna otra posibilidad. Hay edades a las que cumplir este objetivo es imposible sin dejar llorar al bebé, por mucho que te vendan que en su abordaje no hay llantos. Al final sí los hay, pero te das cuenta cuando ya has pagado.
¿Qué avances hay en el estudio del sueño infantil en los últimos tiempos?
Venimos de una tradición en la que la pediatría y la psicología del sueño normativizaron, sin ningún tipo de evidencia científica y solo por determinantes y prejuicios culturales, el sueño en solitario de los bebés y niños. Afortunadamente, la entrada en la investigación sobre el sueño infantil de disciplinas como la biología evolutiva, la neurología del estrés o la antropología, han permitido reconocer las verdaderas necesidades de nuestros bebés para tener un sueño saludable (que básicamente son estar en contacto con su madre recibiendo lactancia materna a demanda en un entorno seguro y confortable para ambos ).
Esto ha provocado una verdadera revolución en la práctica clínica del sueño infantil que ya empieza a consolidarse en las consultas, aunque lentamente. Cada vez son menos los profesionales que animarán a los padres a obligar a su hijo a dormir solo a base de dejarle llorar y, por el contrario, grupos multidisciplinares, como los que formamos en nuestro Centro de Estudios del Sueño Infantil (CESI), abordarán la problemática de cada familia de una manera multidisciplinar e integradora, acorde con los valores, necesidades y circunstancias de cada caso en particular.