Huellas de Colores reanuda su programa de actividades terapéuticas en el Hospital 12 de Octubre de Madrid. Una iniciativa que tuvo que ser suspendida en 2019 por la pandemia y que, por fin, se reactiva en su Unidad de Cuidados Intensivos y Reanimación Pediátrica (UCIP-REA) pediátrica, dentro de las Intervenciones Asistidas con Animales (IAA) que esta comprende. Un programa que actúa como “tratamiento terapéutico en los niños para disminuir los niveles de dolor, ansiedad y miedo que tienen debido a las experiencias emocionalmente positivas que el contacto con estos animales (los perros) les genera”, nos dice Nuria Máximo, directora de la Cátedra Animales y Sociedad, quien impulsa este proyecto. Con ella hemos querido hablar para que nos cuente en qué consiste su trabajo y por qué los perros pueden ser una buena medicina.
Nuria, ¿en qué consiste concretamente el trabajo, en este caso de la perrita Alma, con los niños ingresados en la UCI pediátrica del Hospital 12 de Octubre?
Alma acude junto a Rocío y Beatriz, que son psicólogas expertas en intervención asistida con animales y guías caninos de la Asociación PsicoAnimal. Juntas forman el equipo de intervención que acude a la UCIP y que trabaja en los niños y niñas ingresados realizando diferentes actividades adecuadas a su edad, normalmente en el box del propio niño o, si sus condiciones médicas lo permiten, en una sala que el hospital tiene para que las familias creen un momento más o menos lúdico, para acompañarlos y ayudarles a sobrellevar este momento.
En la anterior edición, el proyecto estaba dirigido a menores entre 3 y 18 años, pero, en esta ocasión, hemos incluido edades por debajo de 3 años. En estos casos concretos, el objetivo es dar soporte emocional y acompañamiento psicológico a las familias que, por la situación clínica de sus hijos, lo están pasando mal. Los niños son seleccionados previamente por los profesionales sanitarios y Alma les visita cada quince días.
Beneficios de la intervención con animales en los pacientes pediátricos
Huellas de Colores es, además, un proyecto de investigación cuyo objetivo principal es la humanización de las estancias hospitalarias de los niños y adolescentes a través de las terapias asistidas con perros, estudiando su impacto en la salud tanto de los propios pacientes como de sus familiares. Esta iniciativa pionera ha demostrado que este “apoyo al tratamiento clínico disminuye significativamente los niveles de dolor, miedo y ansiedad que han sido intervenidos quirúrgicamente o han tenido complicaciones en la evolución de su enfermedad”. Y es que, estos animales, generan experiencias positivas.
Para los niños, nos explica Nuria Máximo, “esta actividad supone poder mostrarse tal como son, ofrecer una oportunidad de juego, de sonrisas y de humor”. Mientras, en los adolescentes, “aparece la ocasión de hablar cómo se sienten, de ofrecer una opción de futuro a través de las propuestas de las expertas”. En la fase anterior a esta, la que se dió antes de la pandemia, se comprobaron todos estos buenos resultados. Para su directora, “todos los casos que hemos tenido han sido casos de éxito”. En cada sesión, se consigue:
- Que los pacientes sonrían y se muestren felices por un momento.
- Que participen activamente en las actividades que se proponen.
- Que se sientan niños, algo fundamental, que no piensen en ese momento en concreto en la situación por la que están pasando en el dolor y miedo que les rodea cada día.
Por estas razones, nos dice, “son las propias familias las que nos piden que Alma vaya a verlos cada semana”. Simplemente, “con moverse para peinarla o para jugar con ellas, a pesar de sus dolores, sus cicatrices y su cansancio es toda una experiencia positiva para su estado emocional y su evolución”. Así, nos explica, “la evidencia científica de que las intervenciones asistidas con animales nos dice que se producen claros beneficios en el ámbito físico, social, motor y cognitivo del paciente, lo que se convierte, a su vez, en fuente especial de motivación”.
La satisfacción no es solo por parte del equipo médico, que asegura que en los menores ingresados “en situación de gravedad, se experimenta una disminución de hasta tres puntos, según las escalas habituales de medida de esta variable, además de la reducción de sus cuadros de ansiedad y otros síntomas asociados”, sino también de las propias familias que, en encuestas de satisfacción, valoran el programa con un 9,71 puntos sobre 10.
Por último, para ello, “los perros deben ser seleccionados, cuidados y educados gracias a la vinculación positiva con su guía”. Son perros que deben “disfrutar del contacto con personas y, en este caso en concreto, que les gusten los niños”. Además:
- No deben pasar miedo por estar en un entorno hospitalario, por el ruido, los olores, el movimiento de personas que van y vienen.
- Tienen que tener un nivel de energía ajustado a tareas como las que van a tener que desempeñar (por ejemplo, subir a la cama y permanecer tranquilo).
- Y, por supuesto, en buenas condiciones físicas, pero siempre respetando la naturaleza del perro y permitirle ser cómo es.