La piel de los bebés es mucho más delgada que la de los adultos, ya que “tanto la epidermis como el estrato córneo son más finos”, nos explica la Dra. María Rogel, dermatóloga y colaboradora de BIODERMA. Su espesor irá aumentando progresivamente hasta la pubertad, que es el momento en el que alcanza su grosor definitivo . Sabiendo esto, nos explica, “que este estrato córneo es el responsable, en gran medida, de la función barrera de la piel, podemos explicar que la piel de un bebé sea mucho más sensible y vulnerable a las agresiones externas”. Y una de los efectos externos que más nos preocupa en estos meses es, sin duda, el sol y los efectos nocivos que pueden llegar a tener sus rayos si nos exponemos a ellos sin la debida protección. Pero, ¿existe un método definitivo para proteger a nuestro bebé? ¿Por qué tengo que tener más cuidado con él? Tanto la Dra. María Rogel como la Dra. Cristina García Millán, dermatóloga y responsable de la Unidad de Dermatología Pediátrica del Grupo Pedro Jaén, nos lo explican.
Por qué los bebés pueden quemarse más fácilmente
Cuando hablamos de que la piel de los bebés y de los niños es mucho más sensible que la de los adultos, nos dice la Dra. Cristina García, “en realidad, nos referimos a que presenta una serie de diferencias estructurales que hacen que, en términos absolutos, sea más delicada y requiera de unos cuidados más específicos”. Estas diferencias serían:
- La piel de los bebés tiene el mismo número de capas y el mismo número de estructuras que la piel ed un adulto, pero no alcanza un grosor similar hasta que el pequeño cumple, al menos, los seis años.
- Los niños tienen menos glándulas sebáceas.
- Tiene una capa córnea más fina y una red capilar más dilatada.
Algunos estudios recientes “muestran que la región de los folículos pilosos que alberga las células madre melanocíticas está a mayor profundidad en la piel de los adultos”, por lo que está mucho más protegida una vez se haya llegado a la pubertad. Hasta entonces, está demasiado expuesta.
Todo esto, nos explica, “aumenta el riesgo de que penetren en la piel sustancias potencialmente nocivas y de que esta se irrite y enrojezca con mayor facilidad”. Es más, nos apunta, “la evidencia científica nos indica que la exposición de los niños menores de 10 años al sol está vinculada a un mayor riesgo de desarrollo del melanoma maligno, así como otros cánceres de piel no melanocíticos en etapas posteriores de la vida”. De hecho, en el caso del melanoma maligno, el número de lunares que han recibido la radiación ultravioleta en la infancia es un claro factor de riesgo.
¡S.O.S!, ¿mi bebé se ha quemado?
Los mecanismos que nos defienden ante la exposición solar, nos explica la Dra. María Rogel, “son la producción de melanina o el engrosamiento de esta, un sistema muy inmaduro a estas edades”. Por ello, son mucho más sensibles a que se produzca una quemadura solar.
El principal e inequívoco indicador de que se ha producido una quemadura solar es el enrojecimiento de la piel. Nos dice la Dra. Cristina García que, “incluso aunque se trate de un enrojecimiento leve y la piel solo esté sonrosada, debemos sospechar que ha habido quemadura”. Esto es en los casos leves, porque en los más graves, nos dice la Dra. María Rogel, “se produce la formación de ampollas o despegamiento cutáneo”, con lo que no habría duda alguna.
Cómo actuar ante una quemadura de sol en bebés
En este caso, hay que distinguir el grado de quemadura que tenemos. Para las quemaduras solares de primer grado, es decir, enrojecimiento de la piel, nos dice la Dra. María Rogel, “es recomendable hidratar la piel varias veces al día con productos específicos que contengan activos calmantes”. Además, es fundamental evitar la exposición solar directa los días posteriores. “Si se acompaña de sensación de calor o ardor, puede ser de ayuda la aplicación de frío local”, nos dice. Un frío local que, nos explica la Dra. Cristina García, “podemos realizar aplicando compresas frías o algún dispositivo de gel frío”. En cuanto a esos productos específicos, lo mejor es “aplicar una crema reparadora y regeneradora que sea untuosa y que repare los lípidos que ha perdido la piel al quemarse”.
En casos más severos, nos apunta la primera, “aquellos en los que aparezcan ampollas o erosiones, será recomendable acudir al dermatólogo para pautar un tratamiento adecuado lo más pronto posible”. Y es que, a veces es necesario “emplear también un corticoide tópico con antibiótico para mitigar la inflamación que puede aparecer” nos explica la segunda.
Protección solar por edades
Bebés de 0 meses a 6 meses
Ambas expertas son categóricas: antes de los 6 meses se recomienda no exponer a los bebés al sol. Su piel es extremadamente sensible a la radiación ultravioleta. De esta manera, nos explica la Dra. Cristina García, “la crema solar que podamos poner será anecdótica, en los brazos, piernas y cara si vamos a pasar las horas centrales en una piscina o playa”. Pero, la realidad es que no deberían estar expuestos al sol ni siquiera en estas circunstancias.
En el caso de aplicar cremas solares entre los 0 y los 6 meses, “lo adecuado es usar cremas siempre con filtro físico y nunca filtro químico, aunque estén adaptadas o que en el etiquetado aparezca que son cremas pediátricas”, nos explica.
Bebés de 6 meses a 1 año
A esta edad, los niños ya se pueden exponer algo más al sol, “aunque seguimos recomendando no hacerlo en las horas centrales del día y, en su caso, usar siempre gorra y camiseta”, nos explica la doctora. En cuanto a las cremas solares, de nuevo, se recomiendan las que tengan filtro físico. Como nos dice la Dra. María Rogel, “deben ser filtros solares adaptados a estas edades, normalmente, filtros minerales”.
Niños de más de 1 año
Por último, nos confirma la Dra. María Rogel, “en niños ya más mayores pueden emplearse filtros físicos o químicos, de fácil aplicación y resistentes al agua”. Aunque, sin duda, sigue siendo muy importante evitar exposiciones prolongadas o en horas centrales del día, “replicando el fotoprotector cada dos horas o después del baño”.