Muchos adolescentes habrán llegado a las vacaciones de verano con una gran sensación de alivio: atrás quedan ya los exámenes de final de curso, quizás también un cambio de ciclo escolar o, tal vez, hayan sorteado otros de mayor envergadura, como el final de bachillerato y la selectividad . Para cuando llegan las fiestas de San Juan las cosas ya pintan de otro color. Y ahí es donde muchos padres y madres empiezan a preguntarse en qué se van a ocupar sus hijos hasta septiembre y qué tipo de concesiones se les puede hacer para dejar que se diviertan de forma segura. Tampoco hay que olvidar que, durante las largas vacaciones estivales, toda la familia pasa más tiempo junta y eso aumenta la probabilidad de que haya tensiones o conflictos.
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Características propias de la adolescencia
Cuando los jóvenes estén buscando divertirse, en la mente de los padres surgirán preguntas como: ¿se merece un descanso por el esfuerzo enorme que ha hecho estudiando todo el año? ¿es lo suficiente mayor y sensata para dejarla hacer ciertas cosas? ¿habrá peligros que desconozco? ¿Cuánta libertad le debo dar para no agobiarla pero también para quedarme yo tranquila?
Creo que puede resultar útil hacer un repaso rápido sobre algunas de las características de la adolescencia y cómo éstas se deberían tener en cuenta.
- En esta etapa hay una búsqueda de su propia identidad que conlleva un deseo de alejamiento de los padres, de experimentar y de descubrir cosas nuevas.
- Unido a esto, los adolescentes tienden a seguir sus impulsos sin pensarlo demasiado y, en cierto modo, se creen invencibles.
- Su círculo social pasa a tener una gran importancia y, en gran parte, determinará cómo pasa su tiempo de ocio.
- Y, por último, el egocentrismo propio de esta etapa hará que, en ocasiones, les cueste valorar otros puntos de vista, especialmente el de sus padres.
Dos premisas para un verano sin conflictos
Para la mayoría de nosotros, el verano significa diversión, unas rutinas diarias más relajadas y tal vez vacaciones en familia. La mayoría de los adolescentes, alejados ya de la rutina escolar, habrán hecho grandes planes para salir de fiesta, asistir a festivales de música, ir de acampada o, en algunos casos, echarse la mochila al hombro y salir de viaje. Entonces, ¿cómo se puede hacer para que encajen los planes de todos los miembros de la familia sin que salten chispas?
La gestión exitosa de estas situaciones se apoya en dos ideas fundamentales, que son los límites establecidos y la capacidad de negociación, tanto en los padres como en los hijos. Los límites nacen de las normas de conducta que se les han inculcado desde la infancia y en los que confiamos para que puedan actuar con sentido común. Es decir, esos límites que han interiorizado guiarán sus decisiones y sus actos cuando estén alejados de la mirada vigilante de sus padres.
No hay que olvidar que otra característica importante de la adolescencia es el querer rozar e incluso rebasar los límites. Las situaciones que conllevan cierto riesgo, como consumir alcohol o cannabis, y hacer cosas que les lleve a meterse en algún lío pueden resultar atractivas y excitantes. Aquí los padres deben recordar que, por mucho empeño que se ponga, es inútil prever todo tipo de situaciones y que también en estas actividades poco recomendables hay un aprendizaje para ellos. Las malas experiencias les van curtiendo y les enseñan qué cosas tienen que gestionar mejor y cuáles deben aprender a evitar.
El otro elemento clave para unas vacaciones armónicas es la capacidad de negociación, y para ello es necesario que haya un diálogo claro y fluido entre padres e hijos. Lo ideal es que haya flexibilidad por ambas partes, es decir, también los padres tienen que estar dispuestos a ver las cosas desde el punto de vista de sus hijos y considerar las propuestas que les hacen aunque inicialmente les parezcan descabelladas.
Veamos un ejemplo: una niña de 14 años quiere ir a un festival de música con su grupo habitual de amigos del colegio, chicos y chicas de confianza con los que ha crecido, y quiere quedarse a dormir allí en una tienda de campaña. Los padres se oponen a la idea de pernoctar pero ella insiste en que “a todos les dejan menos a mí” (sin saber que es el truco más viejo de la historia). En estos casos, los padres pueden considerar distintas opciones pero lo más recomendable es entablar un proceso de negociación y decir, por ejemplo, “este año todavía eres muy pequeña para quedarte a dormir, no nos quedamos tranquilos. Si quieres, vas al festival y te recogemos a las 2.00 am”. Esta propuesta no garantiza la paz instantánea o que la niña se conforme, pero le transmite que cada actividad tiene una edad adecuada y un nivel de riesgo diferente. Y también que la posibilidad de quedarse a dormir en un festival puede contemplarse para el año siguiente.
Ten en cuenta su edad, madurez y piensa en un plan de acción
Es importante tener en cuenta la edad y la madurez de cada uno de los hijos y decidir las normas y las horas de llegada de una manera gradual de acuerdo con su madurez. Esto puede hacer que los mayores se sientan privilegiados y que a los más pequeños les resulte más fácil de aceptar, al decir “cuando tengas la edad de tu hermano, tú también podrás hacerlo”. Los adolescentes son más propensos a colaborar (incluso si no están de acuerdo) cuando pueden aceptar y comprender la lógica de las decisiones que toman sus padres con respecto a ellos.
En general, el grado de libertad que se les da dependerá de muchos factores como por ejemplo, del tipo de actividad, fiesta o evento al que quieren asistir, el saber con quién van, si conocen a sus amigos etc. Para los padres, lo principal sigue siendo la confianza que tienen en la capacidad que tiene su hijo para resolver situaciones imprevistas. Si es así, es importante reconocerlo ante ellos porque eso les infunde un sentido de la responsabilidad y fomenta la cooperación.
Un consejo útil: siempre es recomendable tener un plan de acción concreto para situaciones inesperadas o emergencias como “qué hacer en caso de…”, acordando de forma clara a quién pueden acudir, entre los adultos de confianza, si una situación se les va de las manos (y esto puede incluir los servicios de emergencia).
Los adolescentes son organismos que viven en un cambio constante y lo más practico suele ser embarcarse con ellos en ese proceso e ir gestionando lo que se presenta. Mantened una buena comunicación con ellos, aunque de vez en cuando haya enfados o desacuerdos. Por último, una vez más, recomiendo a los padres de adolescentes tres cosas importantes que deben intentar mantener, que son serenidad, firmeza y sentido del humor.