Cada vez más, algunos contenidos infantiles que encontramos tanto en la web en general como en Youtube o en redes sociales, se están yendo de las manos de los padres. Y es que, además de controlar el tiempo que los peques pasan expuestos a las pantallas, deberíamos tener muy presente qué es lo que ven durante ese tiempo. ¿Por qué ponemos énfasis en esto? Porque durante los últimos meses han ido cobrando protagonismo algunos dibujos un tanto suceptibles de herir sensibilidades y dañinos para los niños, entre otras consecuencias negativas que estos pueden acarrearles. ¿Conoces a Huggie Wuggy o a los Among us? Son dibujos animados de videojuegos aparentemente inofensivos, pero que han sido versionados de una forma un tanto sádica.
A este proceso se le llama creepypasta y la psicóloga infantil y de familia, María Teresa Jiménez de Miguel (@teresa.psicologainfantil), nos explica qué es de una forma más clara: “Son historias cortas de terror que se difunden por internet, cuyo único objetivo es el de asustar al lector. Además, pueden presentarse en formato vídeo o videojuegos. Son parecidas a lo que conocemos como leyendas urbanas, episodios perdidos o descatalogados de alguna película, dibujo o serie”.
¿Por qué alertamos sobre su existencia? Pues porque están al alcance de cualquier persona, incluidos menores, siendo su consumo algo que puede resultar un tanto peligroso para ellos, reiteramos. “Nuestros niños no están preparados para discernir, en según qué ocasiones, la realidad de la ficción y esto genera pánico pensando que sus muñecos favoritos (como por ejemplo, Huggie Wuggy), convertidos en creepypasta, saldrán de la pantalla en forma de monstruos o, incluso, sus propios peluches se transformarán por la noche. Pero es que, además, se activan una serie de neurotransmisores ante determinadas escenas terroríficas activando determinadas estructuras del cerebro relacionadas con el miedo, que generan una alarma que provoca estrés a nivel cerebral con el consiguiente desborde emocional”, advierte la experta.
Importante: saber cómo y dónde poner los límites
Lo más importante para poder tener un control es poder saber qué es lo que ven nuestros hijos en todo momento. Quizás algunos padres ante esta recomendación digan: ‘Eso es imposible’, a lo que la experta responde: “No les des pantallas si no puedes controlarlo”. Y nos da una serie de consejos para saber cómo y dónde poner límites:
- Hay que entender que el tiempo que se consuma en distintos dispositivos será la suma de todos ellos, es decir, del móvil, tablet y televisión.
- El segundo punto a tener en cuenta es la edad para el uso de las pantallas . “La Asociación Española de Pediatría (AEP), por ejemplo, recomienda cero pantallas hasta los 2 años. Yo diría que intentáramos ampliar hasta los 3, o todo lo que podamos”, aconseja. Y especifíca: “De 3 a 5/6 años se permite una exposición de entre media y una hora al día, de 7 a 12 años, una hora con supervisión, y hasta los 15 años, una hora y media”.
- El tercer punto importante sería el contenido. “Necesitamos hacer uso de los controles parentales y observar qué están viendo. Para cumplir este objetivo necesitamos un último límite básico: el lugar donde están situadas las pantallas. Estos sitios deben ser comunes y que cuando los niños se conecten podamos verlos y saber qué ven. Es fundamental nuestro ejemplo y no utilizarlos como reguladores emocionales (para evitar que estén tristes, que se aburran, como regalo...)”, advierte.
No lo olvides, ¡manténte firme en todo momento!
Es difícil mantener estas reglas, pero hay que saber la importancia que tienen a largo plazo para la educación y comportamiento de nuestros hijos. A veces podemos flaquear como padres y quizás no se pueda controlar el hecho de que los niños consuman este tipo de contenidos cuando estén fuera de casa o del círculo familiar. En estos casos: “Tenemos que mantenernos firmes y explicarles que no tenemos control sobre todas las cosas, pero que, en casa, hay unos valores y que se deben cumplir por su protección y vivir en armonía. Podemos llegar a acuerdos, como, por ejemplo, verlo cuando estemos juntos (si el contenido no es muy explícito o agresivo) y/o generar un debate sobre por qué en casa no lo permitimos”, aconseja la psicóloga infantil.
En contraprestación, debemos saber qué tipo de dibujos sí que son aptos para que vean sin ningún tipo de problema. Es decir, aquellos que, según nos explica la experta, sean de “procesamiento lento (que las imágenes vayan más lentas tipo Heidi, por ejemplo, o con imágenes que no estén saltando de un plano a otro, con colores muy chirriantes o música, y voces muy ruidosas), dibujos que puedan aportar algún aprendizaje o que incluso puedan interactuar con ellos a través de preguntas o manualidades...”, sugiere.
Pero, lo mejor de todo, es que como padres les demos alternativas y pasemos más tiempo de calidad con ellos realizando actividades al aire libre o cualquier otro tipo de plan que esté exento de pantallas. “Todo lo que tenga que ver con movimiento, manualidades, experiencias, ir a lugares, contacto social... Esto, en ocasiones, requiere un plus de esfuerzo para los adultos y eso nos frena, pero hay que pensar que la pantalla es un recurso fácil, por desgracia, y está creada para enganchar y secuestrar el cerebro”, afirma la experta.