Chanclas sin sujección en el tobillo, sandalias deportivas, cangrejeras, calzado cerrado, bailarinas, lonetas... Las posibilidades para vestir el pie de los niños en verano son muy diversas. Pero, no todas son recomendables.
Para saber cuáles son las mejores, dependiendo también de la edad del niño, hemos recurrido a Andrea Martos (@feetback.podologa, en Instagram), podóloga pediátrica, especializada en calzado infantil respetuoso.
Cuando aún no saben caminar
El mejor zapato cuando el bebé aún no se ha soltado a andar es ninguno. “No recomendamos usar calzado a niños que no hacen 10-15 pasos por sí solos. Lo ideal es que vayan descalzos”, explica la experta.
En superficies como la hierba o la playa esto es particularmente importante. Si hay otras en que puede correr peligro porque haya riesgos de hacerse algún corte o de otro tipo, su recomendación es buscar un zapato que “simule lo máximo posible ir descalzo”. En este sentido apunta que debería ser:
- Muy flexible.
- Con suela de tela que sea fina.
- Muy transpirable (fabricado con tejidos naturales que así lo permitan, como el algodón o la piel).
En esta etapa no necesitan nada más. De hecho, algunas prácticas que se utilizan habitualmente en el calzado, como la de poner contrafuertes en el tobillo y en los laterales para los bebés que comienzan a andar está en entredicho en la actualidad por parte de muchos especialistas.
Así, la podóloga pediátrica refiere cómo, en condiciones normales (ausencia de patología o de alguna alteración concreta), el cuerpo tiene todas las capacidades para caminar por sí solo. “La estructura del pie es de una ingeniería perfecta; todo lo que ofrecemos desde fuera es artificial. Al aprender a andar el niño se tiene que caer, levantarse y volver a caminar”, destaca.
Cuando ya caminan con soltura
En el momento en que el niño ya camina con soltura, la elección del calzado correcto va a estar determinada por el tipo de actividad que vaya a realizar. Si va a estar en contacto con el agua, es importante buscar uno que se seque rápido para que el exceso de humedad no pueda conllevar otros problemas en los pies. Por ejemplo, para la playa, se pueden usar escarpines o cangrejeras para evitar heridas si va por zona de rocas, y para el día a día, unas lonetas.
Hasta los tres o cuatro años, lo ideal es, según apunta la podóloga:
- Suela fina, máximo de 3-4 milímetros.
- Con espacio suficiente para los dedos (vigilar que la puntera no sea estrecha).
- Que deje libre movimiento para el pie.
A partir de esta edad, ya se puede poner algún tipo de contrafuerte, dependiendo de la actividad concreta que vaya a realizar el niño.
Ojo con las chanclas
No se recomiendan (ni a esta ni a ninguna edad) las chanclas donde el talón no quede bien sujeto. “Fatigan la musculatura, pues hay que estar pendiente de que la chancla no se salga, y esto hace que los dedos se coloquen también ‘en garra’”, advierte Andrea Martos. Esto puede dar lugar a peligrosos tropiezos y a otros problemas de salud. “Pueden ir con los dedos descubiertos (siempre que no tengan tendencia a caminar de puntillas), pero la sujección del talón es imprescindible”, destaca.
En general, “es importante que el calzado del niño no sea una réplica del calzado de adulto, pero en miniatura”, alerta. En este sentido la podóloga explica cómo últimamente se está comercializando un tipo de calzado infantil con más tacón (o ‘drop’, en lenguaje técnico, que es la diferencia de nivel entre el talón y la parte delantera del pie). “Lo ideal es que no lleven tacón o ‘drop’ porque cuanto mayor grosor hay en la zona del talón, más riesgo existe de postura adelantada y de acortamiento del músculo”, subraya. “Menos es más”, concluye.
Calzados en piscinas: un hábito a instaurar
En invierno, y en piscinas cerradas, es más habitual ver a niños con calcetines antideslizantes, pero en las piscinas veraniegas su uso es casi anecdótico. Sin embargo, la podóloga pediátrica considera que sería muy importante instaurar su uso: “No se hace habitualmente, pero hay que concienciarse y cambiar el chip porque luego en otoño en la consulta vemos muchos problemas a consecuencia de ello”.
Estos calcetines o escarpines “protegen del riesgo de resbalones, de infecciones, de verrugas plantares, de pulpitis y de dactilitis”, comenta. Así, en zonas muy humedecidas del pie se pueden hacer microheridas, que son la puerta de entrada de infecciones.