Miguel López es El Hematocrítico. Maestro de Educación Infantil y Primaria y padre, su agudo sentido del humor y su visión única de la realidad le han granjeado un gran éxito en distintas parcelas. Es muy popular en su cuenta de Twitter (@hematocritico) y ha sido galardonado por alguna de sus obras literarias infantiles, como Feliz Feroz, Cuadernito de escritura divertida o Max Burbuja. Además, es guionista.
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Acaba de publicar ¡Escúchalos! (Ed. Paidós), un libro donde aboga por una crianza con empatía y que, una vez más, se sale de la norma. En él comparte su experiencia en las aulas y en su hogar para defender la necesidad de una educación más respetuosa con los niños donde primen valores como la ternura o el acompañamiento. Hemos charlado con él.
El título de tu libro es ‘¡Escúchalos!’, como una invitación a pararnos ante nuestros hijos, pero tras leerlo parece que esa escucha va dirigida al niño que fuimos...
Sí, eso es exactamente a lo que me refiero, que debemos escuchar a los niños que llevamos dentro. Es justamente eso.
¿Por qué te lanzas con un libro sobre crianza?
Quería compartir mi punto de vista y mi experiencia como profesor y como padre y reflexionar sobre cómo han cambiado la educación y la crianza con respecto a las que hay hoy. Es importante que nos detengamos y ser conscientes de que estamos repitiendo inercias.
¿Qué es lo que más te preocupa de lo que has descubierto?
Me preocupa el ataque que está recibiendo el tiempo privado de los niños. Vivimos en una espiral donde lo de fuera ‘nos come’, no tenemos tiempo libre, y ellos están empezando a sufrir lo mismo. Toda su actividad está legislada por adultos y no debería ser así.
¿Cuál es tu propuesta para cambiar esta situación?
Propongo que nos detengamos y que separemos lo que necesitamos nosotros de lo que necesitan ellos de verdad. No hay que llenar cada hueco de su tiempo con actividades significativas, como conciertos, exposiciones... También podemos quedarnos en casa y que mientras tú estás haciendo unas facturas tus hijos estén tranquilos haciendo otra cosa. No tienes por qué proponerles y decirles siempre lo que tienen que hacer.
Al no darles tiempo de libertad se les restringen posibilidades en su ocio. Les quitamos el emprendimiento infantil, la posibilidad de gestionar su propio tiempo libre.
¿Crees que los niños que fuimos éramos más felices que lo son ahora nuestros hijos?
No tengo idealizada mi infancia. Yo pasaba muchas horas solo porque mis padres trabajaban. Me pasaba horas en el videoclub y deambulando por las calles. Sin embargo, tenía la capacidad de autogestionar mi tiempo, teníamos mucho tiempo para desarrollar nuestros gustos culturales: cambiábamos discos, cómics...
En el libro insistes en que con los hijos miramos más al futuro que al presente...
Sí. Tenemos una visión adultocéntrica; eso implica que nos vemos en la necesidad de prepararlos para la edad adulta constantemente. Si consideramos que estamos ante un pequeño adulto, en lugar de ante un niño, negamos la realidad de lo que ese niño o esa niña pueden ser ahora. Hay que disfrutar cada momento. Muchos padres le dan un perfil casi profesional a la crianza y solo falta abrirle al hijo una cuenta en LinkedIn [bromea].
¿Qué papel debe jugar el humor en la educación?
El humor es muy importante. Cuando miras atrás y recuerdas algunos momentos en el colegio, no son aquellos en los que te daban el tostón con las matemáticas, sino aquellos en los que estás feliz.
El asombro es una emoción muy vinculada con el aprendizaje. Cuando hay una actividad que despierta esa emoción y ese asombro, lo que te han explicado se te queda mucho más. Cuando tú introduces el humor en tu clase pasa lo mismo.
¿Y en la familia: cómo debemos integrar el humor?
Siempre de manera espontánea, quitándole importancia a las cosas. Es muy fácil pasarse el día enfadado y si miramos las redes sociales, es muy sencillo que te salga el humo por las orejas. Yo intento darle la vuelta. En vez de convertir las cosas que no salen bien en bolas de frustación hay que aprender a ‘surfearlas’.
¿Han cambiado mucho el alumnado y los padres desde que comenzaste como profesor?
Sí. Ahora los niños son mucho más competentes en muchos más ámbitos. Cuando entré a trabajar con niños de tres años, estaban muy poco estimulados; ahora tienen conversaciones impresionantes, hay una evolución. Se nota que están más ‘trabajados’. Sin embargo, a nivel emocional, son niños y niñas muy acostumbrados a la satisfacción instantánea, que no toleran la frustración y si no les gusta el resultado de algún trabajo, no quieren continuar. Son distintos.
Los padres también son diferentes. Antes los padres tenían más confianza en la escuela; ahora tienen más necesidad de intervenir en lo que se hace en este ámbito.
Si tuvieras que dar un único consejo a una pareja que se enfrenta por primera vez a la paternidad, ¿cuál sería?
Que no se preocupen tanto. No tienen por qué seguir ninguna instrucción a rajatabla. Que sigan aquello con lo que se sientan más tranquilos. El nacimiento de un bebé es muy estresante, está lleno de dificultades. La manera correcta de hacer las cosas es con la que tú te sientas más tranquilo porque de esta forma tu hijo también lo estará.