María Soto presenta ‘Confianza cien, expectativa cero’, el antimanual sobre lo que hay que hacer en la maternidad; una respuesta a las familias que quieren apostar por una crianza saludable pero que con tanta información a través de las redes sociales terminan perdiéndose por el camino.
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Dado que las infancias no pueden ser receptoras de experimentos sociales, y después de ver las consecuencias de la cantidad de expectativas que están generando los nuevos paradigmas, la autora asegura que era conveniente ofrecer una visión hacia el origen y ordenar las ideas. Charlamos con ella:
¿Qué es realmente la infancia y cómo hemos de entenderla los adultos?
La infancia es una idea, una etiqueta. No creo que acabe nunca y tampoco creo que debiera terminar nunca. Vamos sumando capas, pero si fuéramos capaces de preservar el potencial ilimitado de los primeros años de vida, el resto de ella sería maravillosa. Creo que mirar a la infancia como el momento más generoso, más abundante y más pleno de nuestra vida, nos ayudaría a mirar a nuestros hijos con el respeto de quien mira un fenómeno de la naturaleza.
¿De qué manera nos puede ayudar en la maternidad la disciplina positiva?
La disciplina positiva es un término que define una herramienta práctica que se sostiene sobre la pedagogía Adleriana (de Alfred Adler y col.). Creo que ha sido la llave para que pudiéramos abrir los ojos. Para que dejáramos de conformarnos con “tramitar” a nuestros hijos. Pero hoy en día necesita una revisión. Con el boom de las redes sociales, se ha convertido en una colección de consejos, como el intento de una receta para que “todo vaya mejor”, cuando realmente es algo mucho más profundo, necesario e importante. Por eso recomiendo una aproximación pausada, desde la curiosidad, sin pretensión de encontrar “la panacea”. La pedagogía Adleriana va a los cimientos. Tenemos que estar dispuestas a “derrumbarnos” un poquito... La “reforma” vale la pena.
Hablas sobre permitir el aprendizaje, ¿cómo lo hacemos?
Encontrando nuestro verdadero lugar como personas que acompañan crecimiento. Es decir, mediante la observación horizontal. Todo lo que les queramos “enseñar” (códigos sociales, límites, modales, etc) encontrará su principal escollo en nuestra incoherencia... Porque la infancia no necesita que les enseñemos, sino que aprendamos con ellos. El aprendizaje en el ser humano se da con imitación y con ensayo-error. Permitir aprendizaje es no dejar de aprender por nuestra parte y admitir y celebrar el error como algo necesario.
Tanto en mis libros como en mi método para compartir un paradigma educativo coherente, se trabaja la idea de que somos capaces de transformar todo lo que sucede en aprendizaje. Está en nuestra naturaleza. En el momento en el que caemos en el juicio “bien-mal” (error-acierto), nuestra energía se desvía y no permitimos aprendizaje.
¿Por qué dices que es tan importante conectar con uno mismo (como padres) para poder conectar con el hijo?
La conexión es nuestro verdadero lenguaje, porque estamos hechos de todo lo que nos rodea. Si no nos conectamos con nosotras mismas, estamos impidiendo que nuestros hijos se conecten con nosotras, con ellos mismos y con el mundo que les rodea. Es como cortar la corriente que nos deja a oscuras. O funcionamos juntas, o no funcionamos. La pertenencia es nuestra primera necesidad vital. Las personas que profundizan en la visión Adleriana de las relaciones humanas, se aproximan para “educar mejor”, y rápidamente se hacen conscientes de que sólo vas a “educarte” a ti misma a lo largo de tu vida.
Cuando consigues encontrarte y aceptarte, puedes confiar, puedes liberarte de expectativas, puedes crecer de forma ilimitada. Es algo precioso que el amor por nuestras hijas e hijos al final, nos empuje a hacer ese trabajo. En mi caso, creo que nunca podré agradecérselo lo suficiente.
Sostienes que las infancias merecen personas adultas que confíen en ellas y en sí mismas, y que no tengan expectativas, ¿cómo lo hacemos?
Dejando de “hacer”, de “pensar”. Para mí la clave está en los tiempos. Frenar la reactividad de la inmediatez, nos devuelve a nuestro ser y a nuestro ahora. Es decir, a ese estado de equilibrio que se merecen nuestros hijos. Intentar hacerlo todo con 20 segundos más de margen... ¡Funciona! Esto se hace dando espacio al todo que somos cuando una situación puntual nos secuestra desde las emociones desbordadas. Contar hasta 10 es, hoy en día, un súper poder.
¿Por qué el título “confianza cien, expectativa cero”?
Es mi filosofía de vida y fue una propuesta muy inteligente de mi editora. El libro es una argumentación del título. La educación recibida, basada en el condicionamiento, nos separó de nuestro centro. Del “todo” que somos. Y por eso dejamos de confiar, nos rendimos a pensar que lo bueno, lo correcto, lo necesario, está fuera... y en el otro extremo, que lo único somos nosotros. El individualismo nos hizo perdernos de toda nuestra capacidad. Sólo tenemos que confiar en que la vida es mucho más sabia que nosotras, escuchar y frenar el ritmo. Si a eso le sumamos la humildad y la curiosidad, podremos liberarnos de las creencias, de las sentencias que nos decimos y que pensamos, que limitan, una vez más, todo lo que podríamos ser. Soltar es eso, es confianza cien, expectativa cero.