Que los niños hagan trampas mientras juegan es una manera de iniciarse en el hábito de la mentira y todo lo que tiene que ver con ella. “Los niños pueden mentir por múltiples causas y ello dependerá en gran parte del momento evolutivo en el que se encuentren”, expresa Luz Marina Díaz-Flores del centro Alcea Psicología de Madrid (www.alceapsicologia.com).
En edades más tempranas, el niño aún no posee un concepto de la mentira tal y como lo podemos entender los adultos. “Sin embargo, a medida que van creciendo y pueden pensar sobre los hechos y las consecuencias de los propios actos, sí podríamos encontrarnos con la mentira intencionada”, añade la psicóloga.
La experta indica que fundamentalmente mienten en el juego para mantener una idea grandiosa de sí mismos. En su opinión, cuando son más pequeños (entre los 3 y los 6 años), estaría justificada la mentira ya que el pensamiento es completamente egocéntrico, por lo que buscan mantener intacta esa identidad que nos provee el pensamiento mágico, de ser únicos y maravillosos, los ganadores, los más listos, los más guapos… porque así pueden verse ante la mirada de los padres.
¿Para qué le sirve al niño mentir?
“Aunque nos resulte llamativo, la mentira forma parte del desarrollo, al igual que las rabietas o la etapa del ‘no’. La elaboración de la mentira nos hablará del momento evolutivo del niño, de su capacidad de razonamiento, de su desarrollo madurativo, pero también y no menos importante, de su capacidad de adaptación al medio, de las necesidades relacionales y psíquicas…”, dice Díaz-Flores.
Por todo ello, expone que lo importante es poder identificar cuál es la función de la mentira. Es decir, preguntarnos: ¿Para qué le sirve al niño mentir? Estas son las posibles razones:
- Nos informa de que la mentira básicamente se emplea para eludir una responsabilidad ante un hecho que se considera que puede ser desaprobado por los mayores, o, dicho de otro modo, para obtener y mantener la aceptación y validación de los demás (padres, profesores, amigos…).
- También podría mentir para recibir atención y afecto de los adultos. Cuando el niño posee un conocimiento sobre lo que se debe hacer y lo que no, ante la posible mirada de un otro que conoce y comparte el mismo sistema normativo que sus figuras adultas de referencia, el niño de edad más avanzada puede manipular y controlar una situación mediante la mentira.
- Otra posible causa la hallamos en la construcción de la propia identidad. Cuando el niño va desarrollando la concepción del sí mismo, “cómo soy, cómo debería ser, cómo le gusta a mamá que yo sea, cómo le gusta a papá que me comporte, qué cosas valoran ellos de mí…” ante todas estas demandas internas, el niño puede ir construyendo su identidad tratando de mantener todo aquello que se espera de él, y muchas veces, ante las situaciones cotidianas, el mantenimiento de esa identidad se puede tambalear. ¿Cómo? Cuando el niño entra en conflicto entre lo que él desea y lo que se espera de él. Ahí puede surgir la mentira, como forma de resolución del conflicto.
Consejos de experta para que no hagan trampa
Estas son las pautas que según la experta deberíamos tener en cuenta para evitar que hagan trampas:
- La psicóloga asegura que lo más importante es que el niño se desarrolle en un ambiente seguro y de confianza, donde pueda ser auténtico y expresar sus deseos, emociones y preocupaciones. “Que todas estas manifestaciones de los niños sean atendidas sin juicio, siendo tenidas en cuenta y no descontando el valor del niño. Así, el niño no se verá obligado a mentir para mantener su autoestima”.
- Acompañar en las emociones desde el principio, aceptándolas y proporcionando el sostén necesario, dotará a los niños de la seguridad necesaria para su desarrollo: “Un crecimiento con una base segura evitará con mayor frecuencia la necesidad de mentir con intención”.
- Que no vean a los adultos hacer trampas también es fundamental, ya que los niños imitan los modelos de las figuras de referencia. “Del mismo modo, la forma que tenemos los adultos de gestionar ‘el juego’, cuando perdemos o ganamos, será incorporado por los niños. Es importante naturalizar que unas veces se gana y otras se pierde, pero seguro que independientemente del resultado nos lo pasaremos bien jugando. Que aprendan que el valor del juego está en poder jugar, sea cual sea el resultado”.
- Cuando surja la mentira, debemos procurar comprender la función de la misma: “¿Quiere ganar siempre en el juego? ¿Quiere ser siempre el primero? Atendamos al ‘por qué’ es tan importante para el niño coronarse como el ganador, o ser el primero. Si es menor de 6 años, no lo tendremos tan en cuenta, pero si es mayor, es importante atender a esa necesidad, ya que nos podría estar hablando de una gran exigencia interna que no le permitirá disfrutar del juego”.
- El juego le supondrá más malestar que disfrute, “por lo que será importante valorar la tolerancia a la frustración que tiene el niño”.
- También es importante atender a la posible exigencia que puede venir de fuera, por ejemplo, si el mensaje que está recibiendo de los adultos es de valorar el éxito por encima de cualquier cosa, triunfar, sacar las mejores notas, ser el primero, el que más corre… el que más felicitaciones externas necesita. “De ser así, el niño mentiría o haría trampas para mantener esa identidad impuesta para no perder el afecto o la valoración de los adultos”, concluye.