Por desgracia, hace dos años el mundo se paralizaba a causa de la pandemia por COVID-19. Muchos fueron los momentos de incertidumbre, ansiedad, miedo y tristeza que tuvimos que vivir durante varios largos meses, pero, hoy en día, echando la vista atrás, podemos decir que el coronavirus también fue una época de enseñanza tanto para grandes como para pequeños.
Toda una lección de vida que nos hizo valorar más lo que teníamos entonces, hasta las más pequeñas cosas, y todo a lo que casi no dábamos importancia. Para los adultos fue una gran sacudida, pero para los pequeños también supuso un gran trastorno a sus imprescindibles rutinas, tiempo de socialización y actividad al aire libre. Pero, la psicóloga especializada en infancia y adolescencia, Diana Martin (@dianamartinpsicologa) asegura que “mostrarles que una situación tan limitante como lo ha sido la pandemia puede tener también su parte positiva, es crucial para enseñarles a sacar lecturas mucho más productivas y favorables de eventos complejos. Hay que tener en cuenta que los adultos somos su ejemplo y si los hijos/as perciben que nos centramos en la parte positiva de cualquier tipo de situación, entenderán que es algo que deben aprender a hacer”.
Por ello, la psicóloga nos da una serie de razones para ver el lado más ‘amable’, o, mejor dicho, menos desagradable de la COVID-19, para mostrarnos las 7 cosas más positivas que nos trajo la pandemia y que deberíamos tener en cuenta en nuestra familia actualmente:
1. Nos obligó a frenar la rutina frenética, haciéndonos entender que se puede ‘parar’
“Diariamente, nos enfrentamos a una rutina que implica, en la inmensa mayoría de los casos, vivir con el acelerador pisado. Queremos ser personas productivas, partiendo de una definición errónea de este concepto, ya que, solemos confundir productividad con ‘estar extremadamente ocupado’”, explica la experta. Y añade: “La pandemia arrasó con esta dinámica, llegando a nuestras vidas para demostrarnos que un alto en el camino es posible y que este no implica perder nuestros avances y logros, tanto formativos como profesionales”. Dedicar más tiempo a pasarlo en familia y olvidarnos de las obligaciones por unos momentos es imprescindible y hoy lo valoramos más, si cabe.
2. Nos impulsó a relacionarnos de distinta manera en familia, buscando tiempo de calidad
“La pandemia entró en nuestros hogares modificando la forma de relacionarnos en familia”, nos dice la psicóloga. Y es que antes de que llegara el coronavirus muchas familias estaban necesitadas de algo tan valioso como es el tiempo para compartir.
“La etapa de confinamiento, concretamente, nos obligó a compartir mucho más tiempo del habitual en el hogar. De repente, teníamos que establecer una rutina totalmente diferente a la que estábamos acostumbrados. Esta situación fue bastante compleja en la mayoría de las familias, ya que el confinamiento propició numerosas dificultades y desencuentros entre muchos de los miembros (entre padre e hijos, entre hermanos, madres e hijos...). No obstante, esta situación, aunque pudo comenzar de manera compleja, se convirtió en una fuente de aprendizaje, obligando a empatizar con el otro y a buscar puntos de unión”, argumenta.
3. Nos permitió conocer en mayor profundidad a los miembros de la familia y a nosotros mismos
Cada uno de los miembros de la familia sufrió cambios a nivel interno, y también la forma de relacionarse, teniendo que desarrollar nuevas estrategias para adaptarse a la situación.
“La pandemia también nos obligó a escucharnos y a analizar cómo nos sentíamos y qué necesitábamos, manteniendo un diálogo interno que muchas veces descuidamos. Además, nos reveló hasta qué punto somos capaces de afrontar un cambio. Quizá no lo hemos pensado, pero si nos detenemos a reflexionar unos minutos sobre todo aquello que cambió en nuestras vidas, en un corto intervalo de tiempo, y todo a lo que tuvimos que adaptarnos, nos sorprenderíamos. Es importante hacer balance y reflexionar sobre este tipo de situaciones, porque esta valoración nos permite identificar la flexibilidad que podemos adoptar en situaciones de este tipo, sin ni siquiera darnos cuenta”, asegura.
4. Le dio valor al establecimiento de rutinas adecuadas para adultos y pequeños
Las rutinas son muy importantes en nuestra vida como adultos, pero, sobre todo, para los niños ya que les anticipa a saber lo que tienen que hacer y les aportan seguridad. Según nos dice la psicóloga: “Las rutinas son necesarias, ya que la estructura en los tiempos da sentido y forma a todo aquello que deseamos hacer. No obstante, estas no tienen por qué ser frenéticas. Las buenas rutinas se caracterizan por ser equilibradas y flexibles. Por un lado, el equilibrio es importante, puesto que no solo hay que dedicar tiempo al estudio y al trabajo, también es necesario buscar momentos de disfrute. Y por otro, la flexibilidad nos permite adaptarnos al cambio, tolerando mejor la frustración que estos pueden generar en nosotros”.
5. Nos permitió buscar nuevas alternativas de entretenimiento en casa
Pasar tanto tiempo en casa nos hizo agudizar el ingenio y la creatividad, sobre todo para entretener a los más pequeños. Y es que para evitar el continuo ‘enganche’ a las tecnologías era necesario buscar alternativas: juegos de mesa, cocinar juntos, estudiar algo pendiente, cine familiar, lectura, etc. “Esto permitió que todos los miembros de la familia se acercaran a distintas formas de invertir el tiempo en el hogar, algo que, si se cuida, puede mantenerse en etapas posteriores”, aconseja.
6. Nos enseñó la importancia de tener parcelas individuales de disfrute y desconexión
Aunque nos encante pasar tiempo en familia la soledad y el pasar tiempo con uno mismo es fundamental. “Tanto la etapa de confinamiento como el tiempo posterior, en el que el plano social estaba muy limitado, obligó a ajustar los tiempos de disfrute, y a desarrollar un proceso de gestión emocional muy importante. En dicho proceso la búsqueda de parcelas individuales para conectar con nosotros mismos se hizo imprescindible. Estas parcelas, durante el confinamiento, debían hallarse a puerta cerrada y conviviendo 24 horas con otras personas; algo que resultó muy complejo y que nos hizo entender lo necesarias que son estas parcelas para mantener nuestro propio equilibrio”, asegura.
7. Nos hizo valorar aquello que era realmente importante para nosotros
“De repente algo tan simple como dar un abrazo, salir a la calle a tomar algo o ver a un familiar que no vivía en tu casa, era algo que no se podía hacer. Comenzamos a añorar pequeños detalles que siempre estaban al alcance en nuestro día a día, haciéndonos pensar que, cuando la pandemia nos lo permitiera, disfrutaríamos a lo grande de aquello que antes era simple, y que de repente había adquirido un valor incalculable”, nos explica la experta.
Algo que hoy en día podemos decir que hemos retomado y que estamos disfrutando más que antes de la pandemia. Que los niños puedan jugar en el parque con otros niños a la salida del cole, realizar todo tipo de actividades en familia, visitar a los abuelos, darles un abrazo o un beso… Sin olvidar que en todo momento debemos seguir manteniendo ‘sana’ precaución, precisamente, por todo lo que hemos aprendido hasta ahora.