En repetidas ocasiones hemos nombrado la importancia de la infancia en cuanto al aprendizaje y la adquisición de valores, y es que estos forman nuestra personalidad y nuestra forma de relacionarnos con el mundo cuando somos pequeños, pero también, en nuestra vida adulta.
Como padres tenemos la responsabilidad de sentar las bases de la educación en nuestros hijos y saber que el ambiente familiar en el que les criemos, cómo nos relacionemos con ellos y con la sociedad, el contexto socioeconómico en el que se encuentren o la escuela a la que vayan estarán formando parte de ellos y, por tanto, marcando su personalidad para toda la vida.
En realidad, las huellas emocionales se forman a partir de todas nuestras experiencias vitales, pero, lo cierto es que, como padres, no siempre tenemos la posibilidad de controlarlas. “Las huellas emocionales serían similares a las heridas físicas, pero se producen en la mente, en la organización psíquica de los niños y que si no se tratan suelen perdurar en la vida adulta y, en ocasiones, toda la vida”, nos cuenta la psicóloga infantil, Verónica Pérez Ruano, directora del Centro Raíces Psicología (www.raicespsicologia.com).
“Las huellas emocionales son traumas que se llaman precisamente así porque dejan una huella, una marca en nuestra mente que aparece de manera recurrente y nos genera diferentes síntomas o reacciones emocionales exageradas y dificulta nuestras relaciones y bienestar emocional y mental”, continua.
Cuáles son las principales huellas emocionales de la infancia
Normalmente, se hace referencia a las huellas emocionales cuándo se habla de algún trauma de la infancia. Pero no tenemos por qué referirnos a experiencias tan negativas o intensas para hablar de estas heridas, sino que, en el día a día del niño, en las pequeñas cosas que nosotros podamos creer que no tienen importancia, también pueden aparecer. “Es habitual que estén asociadas a traumas complejos, aunque en algunos casos pueden estar asociadas a acontecimientos más pequeños pero que tuvieron un gran impacto en el niño que lo vivió, porque los interpretó erróneamente o porque en su cabeza realmente tuvieron un gran impacto. También pueden desarrollarse por la acumulación de pequeñas vivencias negativas, pero que gota a gota, como un vaso que se llena, terminan por desbordar la psique y generar un trauma asociado a ese evento”, nos explica la experta.
Podríamos afirmar que casi cualquier vivencia negativa es capaz de generar una huella emocional, aunque serán las más traumáticas las que mayor impacto tengan en nuestra mente. La psicóloga nos pone algunos ejemplos como “abandonos, abusos sexuales o físicos, maltrato, bullying, vivencia de desastres naturales, accidentes de tráfico, presenciar un fallecimiento o una situación que pone en riesgo la vida”, enumera.
Pero también existe la posibilidad de que una huella emocional aparezca cuando acontece un acto de forma deliberada y no accidental. “Es decir, los accidentes pueden generar un trauma, pero se procesan con mayor facilidad, es más probable que se genere una huella emocional si se vive una situación de maltrato que si se es testigo de la erupción de un volcán”, precisa la experta.
Otro de los factores que más influyen en la aparición de las huellas emocionales es el parentesco que nos une a la persona que nos genera el daño, ya que, según nos explica la psicóloga, cuanto más cercano es, mayor posibilidad existirá de que aparezca esta huella psíquica. “Por ejemplo, un abuso sexual por parte de un desconocido es más fácil de procesar emocionalmente que un abuso sexual por parte de un padre, ya que es una figura que nos debería cuidar y proteger, a quien queremos y confiamos, pero que, si realiza lo contrario, que es dañarnos o violentarnos, nos generará un gran impacto emocional. Este tipo de casos son los que con mayor probabilidad provocarán una huella emocional”, argumenta.
¿Cómo podemos resolver estos conflictos emocionales?
Todo dependerá del evento traumático que haya vivido el niño y es que según sea este, las consecuencias serán diferentes. “Si la huella emocional tiene que ver con un abandono paterno, de adulto puede tener dificultad para vincular en relaciones íntimas, ya que puede aparecer el miedo a confiar por temor a que nos hagan daño de nuevo o nos abandonen”, nos explica la psicóloga.
Mientras que, si la huella emocional tiene que ver con un maltrato sufrido por el pequeño: “La persona en su adultez puede tener conductas agresivas ante sus nuevas parejas reproduciendo el mismo patrón que recibió en su infancia. O, al contrario, volver a sufrir maltrato por parte de sus parejas al haber normalizado este tipo de agresiones y no poder detectar las señales que indican que se va a producir este tipo de hecho”, asegura. De ahí la importancia de todos los acontecimientos que viven los niños durante la infancia.
Y, por último, preguntamos a la psicóloga si, ¿se pueden resolver estos conflictos personales? “La terapia especializada en trauma es la manera más efectiva para resolver las huellas emocionales. Cuanto antes comience la intervención, más sencillo será poder avanzar sin que nos afecte en nuestra vida adulta. Será necesario reprocesar el trauma y generar nuevos registros que nos permitan actuar diferente una vez que se presenten situaciones conflictivas”, aconseja la experta.