Mónica de la Fuente es periodista y fundó la plataforma Madresfera hace diez años. Tiene dos hijos y durante este tiempo se ha acercado a muchas mujeres en una de las etapas más intensas de su vida: la maternidad.
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Con todo ese bagaje personal y profesional ha escrito Adiós expectativas, hola realidad (Ed. Zenith) donde recorre todas las etapas de esta experiencia, desde que el test de embarazo dice que sí, pasando por los nueve meses posteriores, el parto y la crianza. Y lo hace a través de 44 capítulos o lecciones aprendidas o ‘jamás asimiladas’ que desgranan toda esta aventura.
Después de escribir tu libro, ¿has encontrado la respuesta a ‘cómo no meter la pata muy fuerte en esto de ser madre’, como comentas en él?
Evidentemente no (risas). Es solo un intento de compartir mi frustración con el resto del mundo, pero yo creo que esto es una cuestión universal. Cada uno vamos encontrando nuestras maneras de sobrevivir día a día y no hay una solución mágica.
Refieres que estamos en la maternidad más compartida y narrada y, sin embargo, en la más solitaria...
Vivimos en una sociedad muy individualista, cada vez compartimos menos con los que están a nuestro lado, nuestra familia está más lejos, vivimos en núcleos en los que no se busca la comunidad o la tribu sino la eficacia, la eficiencia y la productividad profesional y eso produce maternidades solitarias. Especialmente en los primeros meses y años, cuando se necesitan más manos, es cuando menos tenemos y eso produce que busquemos consuelo y tribu en las redes sociales.
Afortunadamente existen maneras de encontrar comunidades, gente que está viviendo lo mismo, compañía cuando te sientes frustrada y piensas que eres la única que está viviendo esa experiencia... Aunque Internet nunca va a sustituir del todo unas manos que te ayuden con el bebé.
¿Deben las madres con hijos ‘sobreexplicar’ a las mujeres que no son madres la realidad de la maternidad?
Hay un momento en que, sin habérnosla pedido, las madres aportamos nuestra opinión a las que están embarazadas o a las que acaban de ser madres convirtiéndolo en un ‘yo sé más que tú’ que puede resultar muy incómodo. Otra cosa distinta es que cuando llegamos a la maternidad sentimos que nadie nos ha contado la verdad de lo que estamos viviendo, por mucho que no sea así porque en realidad sí que se habla de la maternidad con sus cosas duras y menos idílicas. Pero elegimos quedarnos con las cosas bonitas porque nuestro cerebro es muy inteligente y, además, los medios de comunicación y el márketing venden la parte bonita y colorida.
¿Qué sienten las mujeres reales cuando en las redes sociales ven a otras que muestran embarazos, partos y pospartos estupendos?
Estas imágenes perpetúan la idea de cuerpo normativo, cuerpo delgado hacia lo que hay que tender, sin entender que no hay un cuerpo normal, no hay un embarazo más bello que otro. Crecemos con esos estereotipos, que se producen incluso en una etapa tan transformadora como la maternidad en la que tu cuerpo crea un bebé, algo impresionante. En una etapa que se debería gozar y celebrar, como la del embarazo, en la que no debería importarnos ese aspecto físico, sin embargo, nos frustramos y se ha demostrado que es un momento especialmente vulnerable para los trastornos de la conducta alimentaria. Es un periodo en que hay que prestar mucha atención a la embarazada y la madre reciente y a su salud mental, teniendo en cuenta los inputs que le llegan para evitar y no acentuar otros problemas, como las depresiones posparto.
En tu obra dices que la maternidad es ‘un huracán, una tormenta tropical, un meteorito salvaje’ y que la mujer se pregunta quién soy yo ahora. ¿Cómo vivir ese cambio tan radical?
Cada maternidad es distinta y es algo que quiero dejar claro con mi libro. Cada mujer lo vive de una manera y no hay reglas universales. Habrá quien viva la maternidad como una ‘brisa de verano’ y siga siendo la misma de antes, pero normalmente suele ser una etapa muy intensa que te genera contradicciones, te pone frente a ti misma, por no hablar de maternidades especiales, cuando no es la maternidad que esperabas, cuando estás sola, sin ayuda, cuando sientes la precariedad del mundo que te rodea... No puedes quedarte igual, aunque puedes redirigirlo hacia algo positivo. Para mí, la maternidad es una experiencia intensamente transformadora.
¿Por qué nos empeñamos en ser madres perfectas?
Tengo la sensación de que hemos ‘profesionalizado’ un poco la maternidad y queremos hacer de ella y de nuestros hijos un producto perfecto. Queremos ser eficaces, porque socialmente se nos llama a hacer todo lo mejor posible y eso alcanza a la maternidad. Darte cuenta de que tus hijos no son un producto tuyo, sino personas independientes, ayuda a perder la idea de perfección.
En esta sociedad creemos que somos tan buenos como son nuestros hijos, como si fueran nuestro reflejo, y en el momento en que rompemos eso y entendemos que nuestros hijos no necesitan una madre perfecta sino una madre presente e imperfecta, pero real, con tus errores y contradicciones, ahí disfrutamos más y dejamos de frustrarnos tanto. Eso, además, los libera a ellos de la obligación de ser perfectos también.
Siempre te conduces con humor, ¿es una buena fórmula para enfrentarse a la maternidad?
Para mí es imprescindible. El humor nos salva, nos permite sobrellevar las inclemencias de la vida de un modo más agradable, nos permite comunicarnos con más facilidad con nosotras mismas y con nuestros hijos. Intento aferrarme a ver el lado positivo y reírme como manera de abrazar el caos.