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Psicología

‘¿Cómo evitar que mi hijo muerda?’ Estos consejos te ayudarán a gestionarlo

Puede que en alguna ocasión te haya pasado y que tu hijo haya mordido a otro niño. Te contamos el porqué de este comportamiento y cuáles son las mejores estrategias para prevenirlo y gestionarlo cuando ocurra.


19 de mayo de 2022 - 15:27 CEST

Quizás te haya pasado en alguna ocasión. O bien, que tu hijo haya salido del cole con un mordisco en el cachete o en el brazo porque un compañero le ha mordido, o bien, haya sido tu hijo quien ha mordido alguna vez a algún niño en un momento dado. ¿Por qué pasa esto? ¿Por qué canalizan sus frustraciones y enfados mordiendo? En primer lugar, debes saber que este tipo de comportamientos van de la mano del desarrollo de un niño. “Los motivos por los que un niño puede morder son muy diversos y, en parte, depende del  momento evolutivo que esté pasando el pequeño”, nos cuenta Ana Gómez Peña, Psicóloga General Sanitaria, especializada en TCA y población infantojuvenil de Instituto Psicológico Cláritas (www.intitutoclaritas.com).

Durante su primera época de la infancia, desde los 0 a los 18 meses, la mordedura tiene un significado más experimental y “suele darse porque su forma de interaccionar con el mundo es a través de la boca. Otro motivo es, por el comienzo de la aparición de los dientes, les duelen las encías y solo quieren calmarlas, pero no son conscientes de que pueden hacer daño”, nos explica.

Según van creciendo, el significado al que torna su afán por moder es distinto. Pero siempre hay que tener en cuenta, que un peque entre los 18 meses y los 2 años de edad, que reacciona así, no es consciente de que con ese acto está haciendo mal a la otra persona. El enfado, el estrés y la frustración son algunos de los sentimientos en los que pueden sacan a pasear los dientes, pero “también se puede dar con las emociones positivas, lo importante es la carga emocional que exista. En la mayoría de los casos, los niños pequeños, se sienten inseguros y usan este mecanismo de defensa como ataque, aunque también puede ser un intento de llamar la atención del adulto, para que intervenga por él”, dice la experta.

Hasta cuándo duran estos comportamientos

Según los expertos, este tipo de comportamientos se dan, sobre todo, en la primera etapa de la infancia. A partir del año y medio atraviesan una época mucho más comunicativa, sin embargo, los peques todavía no cuentan con las estrategias necesarias para sobrellevarla, por eso, por ejemplo, sucede que “muchos se enfrentan por primera vez a compartir juguetes, y es frecuente que se vean luchas por estos. Los niños usan la mordedura como forma de expresar sus sentimientos”, nos cuenta la psicóloga.

El  comienzo de la escuela infantil  es un momento clave, ya que es cuando comienzan a compartir y convivir más tiempo con niños de su misma edad, y es donde pueden surgir más ‘conflictos’. “Al año de vida es cuando se está dando la exploración del objeto a través de la boca y es un comportamiento instintivo y natural. A partir de los 18 meses encontramos una naturaleza social en el mordisco, ya que aún no es capaz de gestionarse emocionalmente y es su método de manifiesto de deseos. Aunque estas conductas se pueden dar más adelante, es raro que aparezcan por primera vez a los 3 o 4 años, esto puede indicar que ha habido un desajuste en la vida del niño”, asegura la experta.

Niños que son amigos abrazados© AdobeStock

Qué hacer si mi hijo muerde a otros niños

No debemos tomar a la ligera este tipo de comportamientos si son repetitivos y de una intensidad frecuente, ya que lo habitual es que a los 3 años cesen, pero en el caso de que continuaran, quizás puede ser una señal de que el niño necesita ayuda. “En cualquier caso, el trabajo que se ha de hacer debe estar dirigido a enseñar al niño las consecuencias de la conducta, adaptando el lenguaje a la edad, incluso si es necesario hacer énfasis en el lenguaje no verbal. Cuando veamos que se ha dado un mordisco, en primer lugar, hay que decirle de forma directa pero suave que eso no se hace, y preocuparse por la persona que ha recibido la mordedura”, recomienda la psicóloga.

En un momento así puede que a los padres les invada el sentimiento de enfado con su hijo, pero, hay que tener presente que forma parte del proceso madurativo del niño, y que desaparecerá con el tiempo.  Mantener siempre la calma, ser paciente y constante son algunas de las claves que te ayudarán a afrontar un momento así. La experta prosigue: “Después de atender a la persona afectada, también debemos acercarnos al menor que ha mordido para ver cómo se encuentra, y en ese momento, explicarle que puede hacer daño a las personas. Tras decirle esto, será necesario enseñarle otras alternativas más adaptativas para gestionar los conflictos, como decir que ‘no’”, aconseja. Y además, insiste en que siempre que observemos que “estas conductas continúan, y aumentan, deberá consultarse con un experto como un pediatra o un psicólogo infantil para una mayor intervención educativa”.

Consejos para evitar que mi hijo muerda a otros niños

La psicóloga infantojuvenil nos da una serie de consejos que pueden servir de ayuda a la hora de prevenir estos comportamientos en los niños:

  • En su primera infancia: “esto suele pasar cuando están saliendo los dientes y tienen las encías inflamadas. Lo idóneo seria darle un juguete que le ayude a estimular las encías y descargar esa tensión, sobre todo, ser conscientes de esto si se está amamantando ya que se notará más presión”.
  • Para cuando son más mayores (entre los 18 meses y los 3 años): “lo esencial para prevenir mordeduras es estar atentos a posibles cambios bruscos en las rutinas del menor y reducir el estrés que pueda estar sufriendo. Mostrar este interés te permitirá mejorar la comunicación desde el inicio y el vínculo con el pequeño”.
  • Para cuando se den las primeras socializaciones: “es mejor que sea en un grupo controlado con juegos breves para que se vaya acostumbrando; y todavía mejor si son grupos pequeños porque evitará que el menor se sature con mucho estimulo”.

Y como último consejo de prevención, la experta añade la importancia de: “Facilitar en el niño la expresión emociona. Esto pasa, en primer lugar, por permitir el enfado y, por último, que a través de juegos se enseñe formas adaptativas de gestionar las emociones, que sean, en general, más aceptables por el entorno”, recomienda.

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