Estar confundidos, sentirse como piezas de un puzle en el que no encajan, incomprendidos y que todo el mundo está en contra suya… son algunos de los sentimientos contra los que, la mayoría de los adolescentes, tienen que lidiar día tras día. Y es que la adolescencia es una época dura por la que todos pasamos y, sobre todo, es aquella en la que nos encontramos en plena búsqueda de la identidad.
Para ello, asentar unas buenas bases como son la autoconfianza y el amor propio (tan complicado de conseguir a veces), es esencial para que en futuro nos proteja de aquellos golpes que nos pueda dar la vida. “Un nivel de amor propio adecuado sirve como factor de protección para la prevención del desarrollo de trastornos mentales, como, por ejemplo, trastornos de la conducta alimentaria, trastornos por ansiedad o depresión”, nos cuenta Ana Gómez Peña, Psicóloga General Sanitaria, especializada en TCA y población infantojuvenil de Instituto psicológico Cláritas (www.institutoclaritas.com).
Y es que la personalidad e identidad del adolescente se va formando a través de experiencias tanto positivas como negativas por eso, hay que estar preparado en todos los sentidos. “Quererse a uno mismo, permite enfrentarse a adversidades y tener fuerzas para seguir adelante, ya que, les permite averiguar recursos y estrategias para hacer frente a estas complicaciones. Si cree positivamente en él va a ser más difícil que se rinda o baje los brazos. A nivel relacional, va a permitirle crear nuevos vínculos sanos, y un aumento de la empatía, ya que reconociendo en él mismo cosas positivas es más probable que las reconozca en los demás”, asegura la experta.
Cómo es posible llegar a crear ese amor propio
“Para saber cuáles pueden ser los pasos que llevan al amor propio, es necesario conocer cuáles son sus componentes: el valor propio, el autoconocimiento, la autoestima y el autocuidado. Lo curioso de estas palabras es que todo implica el yo como individuo, pero para que puedan nacer en cada uno, se ha debido asentar una base exterior, es decir, en la relación con los demás, que es la que nos enseña qué esperar de nosotros y hacer una valoración propia. Esto es mucho más acentuado en la adolescencia”, nos explica la psicóloga.
Pero para conseguir encontrar y asimilar estos valores, no solo hay que buscar en el exterior, sino que también existen otros factores que promueven el aprendizaje interno y que promocionan el amor propio. La experta argumenta que “algunos de estos factores podrían ser la capacidad de poner límites a los demás o saber cuáles son las necesidades propias, que son dos caras de una misma moneda”, asegura.
Como decíamos la adolescencia es una de las etapas más bellas, pero al mismo tiempo, más difíciles para la vida de cualquier persona, por ello, es el mejor momento para aprender a aceptar defectos y vivir en el presente. La práctica de actividad física o plantearse objetivos claros y realistas “facilitan recursos que fomentan un autoconcepto positivo. Y, además, explorar la novedad permitirá que el adolescente se desarrolle intelectualmente, así como, que elabore un criterio propio que le ayude a enfrentarse a los reveses de la vida y adquirir habilidades”, afirma la psicóloga.
Cómo pueden ayudar los padres a crear ese amor propio
Los padres son el pilar de la educación, y su ejemplo a seguir, para cualquier adolescente, así cómo la estructura familiar y cómo se haya desarrollado la relación paterno-filial desde la primera infancia. “La primera socialización que hacen los hijos es con ellos, y van creando su perspectiva del mundo y de él mismo, a través de los ojos de sus progenitores. Su amor propio y autoconcepto, en parte, está basado en cómo fueron educados y queridos”, asegura la experta.
Pero llega un momento en el que los adolescentes comienzan a vivir su propia vida y sus propias experiencias, a tomar sus propias decisiones, etc… lo que les permite socializar con más gente, hacer nuevos amigos, integrarse en nuevos círculos sociales que, por supuesto, les influirá directamente en la formación de su persona y creación de su identidad.
Hay que tener en cuenta que “estas experiencias, en ocasiones, van a ser negativas y necesitan un guía que les enseñe como asumir las consecuencias. Es por eso, por lo que, si se va a criticar algún comportamiento o actitud, se haga de forma constructiva . Así, interiorizará un mensaje de autocrítica, pero sin el constante castigo y consecuente culpa”, nos cuenta la experta. Y añade que: “No hay que olvidar que al igual que tienen que aprender que el mundo tiene normas y tienen que seguirlas, también hacen cosas bien. Elogiarles significa marcarles que están haciendo progresos en las distintas áreas de su vida. Además, se les está dando un feedback de ser aceptados y queridos. El problema que nos podemos encontrar es que, los padres infantilicen o finjan los elogios. Es importante recordar que ya no son niños y hay que ajustar el lenguaje”, advierte.
Consejos para alimentar el amor propio
La experta, además, nos da una serie de consejos para los padres, para enseñar a sus hijos (y a ellos mismos) a alimentar el amor propio:
- Tratarse con mimo y respeto: elogiarse a uno mismo y ser consciente de los logros conseguidos y celebrarlos. “Un ejercicio que facilita esto es de vez en cuando piropearnos frente al espejo”, dice.
- Trabajar con el equilibrio: tener una actitud positiva ante las dificultades es imprescindible para poder ver una salida, “pero cuidado con caer en la positividad tóxica porque si no consigue algo, pese a todo el esfuerzo, en lugar de permitir la frustración, se puede ver señalado como un fracasado”, advierte.
- Ser congruente: “Esto implica que los actos estén coordinados con las emociones y los pensamientos, de esta forma se evitará fingir y ponerse una máscara que no permita mostrarse como es uno mismo”.
- Aceptar nuestros límites y defectos: “Ningún ser humano es perfecto y querer serlo puede acarrear consecuencias mentales. Todo ser humano comete errores y, es la única forma de aprender y seguir creciendo. Así como, conocer nuevas formas de hacer las cosas, fomentando que se tenga mejor percepción de uno mismo a la hora de enfrentarse a los problemas”, concluye.