Actualmente, las altas capacidades tienen una nomenclatura distinta a la de hace unos años, cuando se hablaba únicamente de superdotación, englobando todo en este término y atendiendo solo al cociente intelectual (CI). Ahora hay una clasificación más específica y, afortunadamente, cada vez existe una mayor conciencia de que los niños con esta cualidad necesitan unos recursos educativos especializados.
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Para hablar de todo ello hemos charlado con Mònica Fernández Díaz, coordinadora del Grupo de Investigación de Altas Capacidades y Atención a la Diversidad del Colegio Oficial de Pedagogía de Cataluña (COPEC).
¿Cómo se clasifican las altas capacidades en niños?
Las altas capacidades tienen un gran componente genético. Cuando un niño las presenta es muy probable que también sea así en alguno de sus progenitores, otro hermano o familiares directos. Pero para desarrollarlas se necesitan estímulos externos familiares, escolares, sociales...
Las altas capacidades se dividen de la siguiente forma, tal como detalla la experta:
Precocidad
Son niños que desde muy pequeños destacan porque evolucionan bastante más rápido que el resto de compañeros. Por ejemplo, comienzan a hablar o a caminar muy pronto, a leer... La edad cronológica no concuerda con sus aprendizajes. “Esta precodidad se suele confirmar años más tarde, a partir de los 10-12 años, generalmente, o bien en forma de talento o de superdotación”, destaca Mònica Fernández.
Talento
Los niños que pertenecen a este grupo de altas capacidades pueden mostrar un talento simple o talentos complejos. En el caso del primero, “tienen una gran habilidad en un área específica, por ejemplo, la verbal, la numérica, la espacial...”, comenta. Si hablamos de talentos complejos, hay una confluencia de varios ámbitos, y el niño destaca en varios de ellos.
Superdotación
En la superdotación, el niño muestra un gran dominio sobre la mayoría de las áreas de aprendizaje: verbal, matemática, espacial, memoria, creatividad y lógica.
¿Cómo se detectan las altas capacidades?
Las altas capacidades se pueden detectar desde muy pronto. Unas veces esto ocurre en el colegio y en otras ocasiones son los padres los que lo comentan al ver los progresos de su hijo. Desde los tres o cuatro años ya se pueden hacer test para valorar al niño.
Cuando esa valoración se hace muy pronto, “se recomienda repetirla cada dos años, y hasta los 12, cuando entran en la adolescencia, para confirmar las altas capacidades y su evolución”, destaca la experta del COPEC.
En el proceso de valoración de las altas capacidades hay muchos planos. Así, se hacen cuestionarios y test, se observa al niño en el aula y se revisan sus trabajos. Posteriormente se le realiza una evaluación psicopedagógica en las diferentes áreas de aptitud y pruebas de personalidad para tener en cuenta la parte emocional. Habrá también pruebas de inteligencia y entrevistas con sus familiares y con el propio alumno.
¿Cómo son los niños con altas capacidades?
“Hay que desterrar la idea de que los niños con altas capacidades siguen un patrón, pues no todos tienen las mismas características, son personas muy heterogéneas”, comenta la especialista.
No obstante sí se pueden destacar algunos rasgos comunes en un gran parte de ellos, como:
- Elevado sentido de la justicia.
- Hipersensibilidad.
- Perfeccionismo.
- Profundidad de pensamiento.
En muchos niños con altas capacidades hay un elevado nivel intelectual que no se corresponde con el plano emocional, que suelen resolver al igual que otros niños de su edad.
¿Cómo organizar su aprendizaje?
Entre los problemas de no detectar precozmente las altas capacidades está que el escolar puede desmotivarse si no se le ofrecen recursos adaptados a sus necesidades. “Necesitan retos intelectuales para potenciar sus capacidades al máximo”, comenta Mònica Fernández.
Así, la ley educativa fija en algunas comunidades autonómicas que estos alumnos están dentro de la categoría de necesidades específicas y, como tal, hay que facilitarles otros contenidos. Entre estos recursos están:
- Grupos de alto rendimiento.
- Ampliación de contenidos.
- Proyectos elegidos por ellos mismos.
- Acelaración de curso, en sus diversas modalidades (solo con algunas asignaturas o con todas, pasando el último trimestre al nivel siguiente...).
“Necesitan un plan individualizado con medidas educativas concretas para cada uno”, resalta la experta. Además, hay que considerar también que la atención personal en las tutorías tiene un papel muy destacado. Si el niño no se encuentra motivado y se aburre, el aprendizaje y su avance quedan comprometidos.
En las altas capacidades se suele dar el fenómeno conocido como ‘doble excepcionalidad’, en el que estas conviven con otra condición como la dislexia, algún tratorno del espectro del autismo (TEA), o la ansiedad, entre otros.
Conocer toda esta información permite adaptar al máximo las necesidades curriculares y personales del escolar.