Entre los problemas de aprendizaje en edad escolar, el más conocido es la dislexia. No obstante, hay otros que afectan a un número considerable de alumnos y que reciben menos interés. Uno de ellos es la discalculia, que presentan entre un 2 y un 6% de los alumnos. Así, entre otras manifestaciones, los menores con discalculia tienen dificultades en todo lo que tenga que ver con las matemáticas desde un punto de vista amplio (cálculo, gráficos, orientación espacial...).
Cristina De la Peña Álvarez es profesora de los Grados de Maestro en Educación Infantil y Maestro en Educación Primaria de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), y con ella hemos hablado del abordaje de la discalculia.
¿Cómo afecta la discalculia?
Cuando hablamos de discalculia no nos referimos al niño al que se le ‘atascan’ las matemáticas o al que no le atraen en absoluto. La discalculia es un trastorno del aprendizaje con distintos niveles de gravedad y que afecta de manera única a cada persona.
“Las alteraciones neurobiológicas, observadas mediante técnicas de neuroimagen, indican la afectación de diversas áreas en ambos hemisferios cerebrales, lo que conlleva una sintomatología diversa, desde alteración en el procesamiento espacial hasta el procesamiento lingüístico y númerico, etc.”, explica la experta.
Las habilidades matemáticas están estrechamente relacionadas con otro tipo de habilidades cognitivas, por lo que, dependiendo del grado de discalculia, el niño puede tener más o menos dificultades para moverse en otros terrenos. Por ejemplo, puede resultarle muy difícil interpretar gráficas, saber qué hora es en un reloj analógico, reconocer objetos en tres dimensiones o saberse orientar visoespacialmente. Todo ello, además, de constatar problemas en el cálculo mental y en el procesamiento matemático en general.
¿Cuándo se puede detectar la discalculia?
La discalculia se suele diagnosticar en Educación Primaria, “a partir de los 6-7 años, pero es cierto que se pueden observar algunas señales o indicadores en edades más tempranas, como a los 4-5 años durante el segundo ciclo de Educación Infantil”, comenta Cristina De la Peña Álvarez.
Señales en Educación Infantil
En los primeros años de escolarización, antes de los 6 años, el niño puede mostrar las siguientes manifestaciones precoces de discalculia:
- Dificultades en las correspondencias de objetos.
- Problemas en la secuenciación, identificación y ordenación de números y en la lectura y/o escritura de los mismos, así como en la seriación y la inclusión de estos.
- Orientación espacial alterada.
Manifestaciones en Educación Primaria
A partir de los 6 años es más probable diagnosticar la discalculia, que se puede presentar con estos síntomas:
- Dificultades para memorizar hechos matemáticos.
- Problemas con el cálculo mental o escrito.
- Le cuesta resolver un problema.
- Comprende mal los números.
- Hace mal relaciones espaciales con figuras geométricas.
- Le cuesta recordar las tablas de multiplicar.
- Tiene dificultad para decir la hora en un reloj analógico.
- Problemas en el manejo del dinero.
- Le cuesta hacer rompecabezas.
- Se confude con los signos.
- Tiene dificultades para ordenar de mayor a menor, o viceversa, y para alinear espacialmente los números para hacer las operaciones.
- Le cuesta comparar magnitudes, llevar la puntuación cuando juega, entender las proporciones...
- No entiende el valor de la coma en los decimales.
- Utiliza estrategias inmaduras para su edad, como contar con los dedos.
¿Se relaciona con otros problemas del aprendizaje?
La discalculia puede presentarse en solitario o acompañada de otras dificultades del aprendizaje. “Las más comunes son la dislexia y el TDAH; en menor medida, puede ir en comorbilidad con un trastorno del lenguaje, o problemas de ansiedad, por ejemplo”, destaca la profesora de la UNIR.
Como trastorno del aprendizaje, la discalculia es permanente, pero, gracias a distintas estrategias en el ámbito psicoeducativo, el niño puede recibir la ayuda que necesita para que este problema le afecte lo menos posible en su desarrollo académico, social y personal.
¿Cómo se aborda la discalculia?
Hay distintos grados de discalculia, que se manifiestan en cada niño (y en cada adulto) de una forma diferente, por eso es fundamental hacer una valoración individualizada, según recomenda la especialista. “A partir de ahí, profesores en el aula, profesionales externos y padres en casa tienen una tarea conjunta de intervención neuropsicopedagógica”, subraya.
En el colegio se pueden hacer una serie de adaptaciones, como incrementar (un 35% como máximo) el tiempo de examen o proponer pruebas de opción múltiple. También hay distintos ejercicios específicos que ayudan al niño a mejorar con este problema.
“El estudiante con diagnóstico de discalculia necesita más práctica, una enseñanza más intensiva y explícita en el sentido numérico, experiencias concretas y funcionales y el uso de estrategias más intensivas, más extensas en el tiempo y con un repaso constante”, apunta Cristina De la Peña Álvarez.