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ni o agachado toc ndose pies© AdobeStock

Neurología

Síndrome de piernas inquietas en niños, ¿cuándo debería sospechar?

El síndrome de piernas inquietas o SPI es un trastorno neurológico crónico de tipo motor que padece de forma severa entre un 2 y un 3% de la población infantil. Estos son los síntomas y el procedimiento a llevar a cabo para su mejoría.


4 de mayo de 2022 - 15:01 CEST

“El síndrome de piernas inquietas (SPI) es un trastorno neurológico crónico de tipo sensitivo-motor, que se caracteriza por una necesidad urgente de mover las piernas en situaciones de reposo y, generalmente, asociada a una sensación desagradable. Estas molestias empeoran al final del día y se alivian con el movimiento. El SPI tiene un gran impacto sobre la calidad de vida: provoca insomnio , fatiga diurna, disminución de la atención e hiperactividad paradójica en el caso de los niños y adolescentes”, según publica en un informe sobre esta patología, la Asociación Española de Pediatría. Y es que cuando vemos a un niño que se mueve mucho y coloquialmente decimos: ‘Este niño es hiperactivo’ o ‘Parece que las pilas nunca se le gastan’, en muchas ocasiones, puede que haya ‘algo más’ detrás que una simple apariencia o comportamiento.

Para hablar sobre el síndrome de piernas inquietas (SPI), que afecta de forma severa entre un 2 y un 3% de la población infantil, hemos consultado a la doctora Irene Alías Hernández (@dra.irenealiaspediatra), especialidad en Pediatría, que nos detalla que se trata de: “Un trastorno que se caracteriza por una necesidad urgente de mover las piernas cuando se encuentran en reposo o inactividad, acompañado de una sensación desagradable en estas (habitualmente por debajo de las rodillas) si no las mueven, y que mejora cuando realizan movimientos de las mismas (estirarlas, andar, agacharse…)”. El origen de este síndrome es complejo y, al parecer, no se conoce con exactitud. “Por un lado, parece existir una disfunción neurológica a nivel de los receptores de dopamina, una sustancia que produce nuestro cerebro e interviene en el movimiento de nuestra musculatura. Y por otro, se asocia también, en un alto porcentaje de casos, al  déficit de hierro; ya que el hierro actúa como cofactor, ayudando en el metabolismo de la L-DOPA y en la unión a sus receptores”, informa.

Pero, además, se ha visto que, en un elevado número de pacientes, concretamente en un 70% de estos, existe una asociación familiar, es decir, puede ser hereditario, ya que: “Se describe un patrón de herencia bimodal con herencia autosómica dominante, en los casos de inicio precoz y, autosómica recesiva, en los de inicio tardío”, afirma la doctora.

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En el caso de los niños, en ocasiones, se vuelve difícil poder identificar, por parte de los padres, este síndrome ya que el movimiento es una constante en los menores. La energía que gastan al cabo del día para jugar, brincar, saltar… es inagotable y común en todos los peques, y, en ocasiones, puede hasta llegar a desesperar a los progenitores. Pero la doctora nos cuenta que existen una serie de síntomas que son inconfundibles en el SPI, como:

  • La necesidad imperiosa de mover las piernas cuando se encuentran en inactividad, acompañado de sensación desagradable, o de disconfort, con mejoría o completa desaparición al comenzar a moverse. Suele aparecer por la tarde noche.
  • Como durante la noche los niños no duermen bien, este síndrome puede trasatornar el sueño debido a la sensación de malestar que ocasiona. Es frecuente encontrar en estos menores cuadros de fatiga, somnolencia durante el día, déficit de atención…

“El diagnostico, generalmente, lo haremos por la clínica compatible, antecedentes familiares y exploración del paciente, y en algunos casos, se solicitará analítica de sangre (sobre todo para revisar el hierro) y, si existen dudas, video-polisomnografia”, nos explica la pediatra.

Niña jugando en parque© AdobeStock

Consejos para un buen tratamiento del SPI

La Dra. Alías insiste en que para el buen manejo de esta patología es muy importante establecer unas medidas de higiene del sueño adecuadas, así como:

  • Una rutina de sueño con horarios adecuados de siesta y sueño nocturno.
  • Evitar comidas copiosas, y el consumo de ciertos alimentos como el chocolate y bebidas estimulantes. LLevar una alimentación saludable.
  • No realizar ejercicio intenso antes de acostarse ni actividades estimulantes como uso de pantallas.
  • Si existe déficit de hierro, además, se prescribirá tratamiento con suplementos de hierro.
  • En casos graves, o persistentes, puede ser necesaria la valoración por neurológico infantil y valorar tratamiento farmacológico, si es necesario, aunque en niños no existe suficiente evidencia científica en cuanto al uso de fármacos.

El síndrome de piernas inquietas persiste en la edad adulta, aunque puede presentar periodos de mejoría, por lo que: “Es importante diagnosticarlo cuanto antes y establecer tratamiento conductual de manera precoz, para mejorar la calidad de vida de estos niños, aumentar los periodos de sueño reparador y disminuir las repercusiones en su vida diaria”, aconseja la experta.