Ser madre conlleva un esfuerzo personal titánico por intentar llegar a todo que se materializa, muchas veces, en un estrés constante del que cuesta desprenderse.
Como consecuencia, en ocasiones, nos podemos encontrar con sensaciones de fatiga, mareos, dolores de cabeza, contracturas musculares ... Ante este panorama, surge el gran interrogante: ¿puede el estrés llegar a enfermarnos?
Los signos fisiológicos de la emoción
“Cuando sentimos una emoción lo sabemos porque nuestro cuerpo comienza a presentar ciertos signos físicos. Lo experimentamos, por ejemplo, a través del tipo de contenido cognitivo o pensamientos, además de por las conductas o comportamientos que emitimos”, declaran María García Rivera de la Plaza y Carmen García Rivera Cortés, psicólogas de la clínica Somos Mandarina (@somosmandarina) de Madrid.
Para detectar el estrés y aprender a observarlo, como ocurre con cualquier emoción, las expertas advierten de la necesidad de comprender nuestro cuerpo un poco mejor. ¿Cómo? Adentrándonos en el sistema nervioso autónomo: “Hablamos de un conjunto de nervios que parten del sistema nervioso periférico y que controlan las funciones involuntarias de las vísceras, tales como la frecuencia cardíaca, la digestión, la frecuencia respiratoria, la salivación, la sudoración, la dilatación de las pupilas o la micción”.
En definitiva, el cuerpo enferma si nuestro sistema nervioso simpático está más activo de la cuenta. Desde Somos Mandarina explican que el sistema nervioso autónomo, a su vez, se divide en dos subsistemas que tratan de conservar el equilibrio interno:
- Sistema nervioso simpático: Se encarga de preparar al cuerpo para afrontar una amenaza. “Es decir, nos prepara para luchar, huir o quedarnos congelados. (si queréis una curiosidad sobre este sistema, los famosos detectores de mentiras no miden la mentira en sí, sino la activación del sistema nervioso simpático)”.
- Sistema nervioso parasimpático: Su función es relajarnos y llevar al cuerpo a un estado de calma.
“Como resumen, ante un pico de estrés o una situación amenazante, nuestro sistema nervioso autónomo simpático se activará y, con él, todas sus reacciones físicas”, detallan las expertas consultadas.
Además, hemos de tener en cuenta que todos estos cambios que ocurren durante un evento son, por lo general, muy adaptativos. “Están asegurando nuestra supervivencia”, enfatizan.
¿Qué ocurre si el estrés se prolonga en el tiempo?
“Si estos cambios fisiológicos, como puede ser el estrés, se prolongan, el resultado puede ser muy nocivo”, aseveran. Éstas son las diferentes fases que podemos atravesar:
- Reacción de alarma: Cuando una persona se enfrenta a un evento que le causa estrés en el organismo lo primero que se produce es una reacción de alarma. “Se liberan una cantidad de hormonas gracias a las glándulas suprarrenales y el sistema simpático se activa”.
- Etapa de resistencia: Las hormonas suprarrenales descienden hasta estados casi normales. “Se produce cuando se mantiene en el tiempo el estado de alarma en el que ha entrado el organismo o éste se reproduce de forma reiterada, inicialmente el cuerpo se adapta a esta situación, pero luego acaban por llegar los primeros síntomas: dolores de cabeza, sensación de fatiga, contracturas musculares, etc”.
- Etapa de agotamiento: Aquí se agota la capacidad de resistencia a la que se ha sometido al organismo, comenzando a debilitarse hasta el punto de afectar al sistema inmune.
Hans Selye, fisiólogo y médico austrohúngaro, director del Instituto de Medicina y Cirugía Experimental de la Universidad de Montreal, comenzó a estudiar en 1976 el síndrome general de adaptación para describir los efectos del estrés a largo plazo y determinó que éste puede producir varias enfermedades , a priori no relacionadas.
“En resumen, el estrés prolongado y la respuesta emocional duradera provocan el síndrome general de adaptación con sus tres fases. Es durante la última donde pueden desarrollarse diversas enfermedades (úlceras, colitis, hipertensión, cefaleas, asma…) por los efectos del estrés a largo plazo en el organismo”, puntualizan.
Las psicólogas de Somos Mandarina nos recuerdan que si no cuidamos nuestra salud mental nos estamos quedando a medias: “Necesitamos aprender a identificar el estrés, regularnos y entender a nuestro cuerpo. Ojalá pudiésemos trabajar más en la prevención que en la cura y que estos aprendizajes comenzasen en nuestra infancia”.