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c mo se crea el apego seguro © AdobeStock

Psicología

Qué es el apego seguro y cómo lo practicamos

El apego seguro nos habla del vínculo materno que se establece en la infancia con nuestras figuras de referencia, determinando el tipo de persona que seremos en el futuro y nuestras relaciones.


29 de abril de 2022 - 14:50 CEST

El apego es ese vínculo que se crea con la figura de referencia en la infancia, la figura de la que dependemos y suele ser, generalmente, el padre o la madre. ¿Pero en qué consiste realmente, por qué es tan importante y cómo lo practicamos?

“Estamos codificados genéticamente para depender de los demás. Los niños no sobreviven sin los adultos y por eso se dan una serie de mecanismos fisiológicos y emocionales que se activan cuando somos pequeños. En base a ese apego, tenemos al adulto, que vive condicionado por lo que ha experimentado en la infancia”, expone Elena García Vega, psicóloga sanitaria en el hospital Sanitas La Zarzuela de Madrid.

Según advierte la experta, el apego seguro va en relación con la incondicionalidad: “Es decir, yo sé que mi figura de apego, de la que dependo para sobrevivir, va a estar ahí, pase lo que pase”.

“En concreto, en un apego seguro, si la madre sale de la sala, el niño llora un momento pero sigue jugando. Sin embargo, cuando existe un apego ansioso, se demuestra que el niño está mal, estresado o no confía en que la persona vuelva”, matiza.

En definitiva, García Vega sostiene que es un apoyo incondicional que cubre las necesidades del niño. “Si llora, mamá o papá lo cogen o le dan de comer. También se manifiesta con los gestos: le dan cariño... Como niño, sé que va a estar, aunque no vea a mi madre, sé que va a volver”, explica.

El vínculo materno nos hace libres

Los beneficios del apego seguro son múltiples ya que éste nos proporciona muchísima libertad: “Gracias a ello, es más seguro que se genere un apego seguro con las futuras parejas, que la persona se vincule de manera sana, que no se tenga miedo a la intimidad o a expresar sentimientos, que se sea consciente de ellos... Además, se fomenta no crear un apego evasivo y huir de las relaciones. En definitiva, generar vínculos sanos y estables”.

Como conclusión, la psicóloga sanitaria nos cuenta que un apego seguro genera niños autónomos, con mayor autoestima, mayor capacidad para enfrentarse al mundo, empatía...

El apego seguro o el vínculo materno, una necesidad imprescindible para nuestros niños© AdobeStock

Tipos de apego

La experta explica en detalle los tipos de apego que existen para que podamos identificarlos y compararlos con el apego seguro.

  • Apego seguro
  • Apego inseguro o ambivalente: es un apego que tiene mucho miedo a la pérdida. Como no sabemos si nuestro progenitor va a estar presente, porque no suele estar y desaparece, generamos ese tipo de apego ansioso. Es decir, hacemos conductas comprobatorias para observar si va a estar y establecemos mecanismos para que nos hagan caso, como el llanto...
  • Apego evitativo: es aquel que, por todas estas carencias que ha tenido, evita depender de otra persona o vincularse pero, como la necesidad del ser humano es vincularse, sí tiene acercamientos. Sin embargo, cuando el vínculo se va a establecer de una manera más fuerte, huye y se aleja, generando mucha confusión.
  • Apego desorganizado: se da cuando el progenitor a veces está y otras veces no. Con lo cual, el niño no sabe qué respuestas suyas hacen que su progenitor aparezca o cubra sus carencias. No tiene herramientas porque no sabe cuáles son las pautas a seguir.

Pautas para que los padres fomenten el apego seguro

La especialista advierte que, como todo proviene de la infancia, es complicado establecer unas pautas concretas. “Si el padre, madre o tutor no ha tenido un apego seguro en la infancia le costará mucho. Es algo inconsciente y muy difícil”.

En cualquier caso, para fomentarlo se podrían responder a las demandas del bebé o del menor cada vez que llora, tiene hambre o se cae al suelo. Y reitera que el apego seguro implica estar disponible desde una parte emocional y fisiológicamente para el menor, pero sin caer en la sobreprotección. “Es decir, estar disponible para ellos si lo necesitan sin enviarles el mensaje de que no pueden solos”, concreta.

“Por ejemplo, cuando le pasa algo en el colegio no voy a solucionar su problema, sino que voy a estar ahí, le voy a escuchar, voy a validar su emoción y le enviaré frases tipo: ‘Entiendo que te sientas así’, ‘Esto que ha pasado es difícil’ o ‘¿Cómo te puedo ayudar?’”.

García Vega garantiza que es importante trabajar la comunicación con los niños, fomentar que se comuniquen con nosotros y las emociones, así como que las identifiquen y darles esa seguridad de que vamos a estar presentes. Por ejemplo: ‘Mamá va a salir pero vuelve dentro de media hora’. Y, por supuesto, cumplir.

No podemos prometerles cosas que no vayamos a cumplir. Si decimos algo, hay que cumplirlo, tanto a nivel emocional como físico. Es decir, si le digo que mañana le llevo al parque tendré que intentar comprometerme para ello. Si le digo que le voy a ayudar con los deberes, igual... Y si no puedo, se lo explico”, añade la psicóloga sanitaria.