La pandemia por COVID-19 ha sido un gran desencadenante de la ansiedad infantil. Los problemas de salud mental entre los menores, se han triplicado desde 2017, según cifras publicadas recientemente. En niños de entre 4 y 14 años han aumentado entre el 1 y el 3%, mientras que en los casos de trastornos de conducta, el incremento ha sido del 4 al 7%, con una incidencia mayor en familias de bajos recursos.
El miedo a la incertidumbre, el aislamiento, el qué pasará… son cuestiones que, sobre todo, al inicio de la pandemia, eran muy repetidas no solo entre los adultos, sino también entre los más pequeños y ¡con más motivo!, debido a su incapacidad de comprender una situación de tales características. Pero esto no ha sido más que la punta del iceberg de un problema muy desconocido, y que debemos saber detectar, para poder ayudarles cuanto antes, por las consecuencias que puede conllevar a lo largo de su vida: estamos hablando de la ansiedad infantil. Para descubrir más sobre ello, hemos contactado con la experta Patricia Castaño, Socióloga-Coach Familiar (www.patriciacoach.com) y formadora de Inteligencia Emocional y Habilidades Socio-emocionales con fines de prevención y de mejora de la convivencia.
¿Qué es la ansiedad infantil y por qué aparece?
Para comenzar a hablar de ansiedad infantil primero debemos definir qué es, dice la experta: “La ansiedad es una emoción propia de todas las personas, adultos y niños, que supone la activación del sistema nervioso autónomo ante estímulos que pueden suponer una amenaza. Aunque tiene una función adaptativa se convierte en algo problemático cuando aparece en situaciones donde no hay motivos de una alarma real”.
La socióloga nos cuenta que, en el caso de los niños, las causas más frecuentes por las que puede darse la ansiedad infantil suelen relacionarse con etapas de cambio como la separación de sus figuras de apego, el comienzo de la etapa escolar, la llegada de un hermano, la pérdida de un familiar, separación de los padres, cambio de colegio o de domicilio, entre otros. “En los niños, a pesar de tener muchas similitudes con los síntomas de los adultos, tiene una gran diferencia y es que los episodios de ansiedad reiterativos pueden suponer consecuencias negativas en la edad adulta, ya que pueden interferir en el proceso de desarrollo, crecimiento y maduración en la que se encuentra el niño”, advierte.
¿Cuáles son los signos de alerta?
Según nos comenta la coach familiar, la manifestación en los niños se suele dar a través de:
- Alteraciones en el sueño
- Retrocesos en procesos madurativos , cuando, por ejemplo, un niño que ya comía solo deja de hacerlo, un niño que ya controlaba esfínteres vuelve a hacerse pis…
- Conductas inadecuadas mostrándose más irritables que de costumbre
- Preocupaciones persistentes relacionadas con sucesos negativos que el niño piensa que pueden darse.
- También puede manifestarse a través de dolores físicos como dolor de cabeza, dolor de tripa, náuseas...
Según los expertos, todos estos síntomas han de darse mantenidos en el tiempo por lo menos durante 6 meses para poder diagnosticarlo como un trastorno de ansiedad infantil. “Desde mi punto de vista, si ya hemos observado que el niño pasa por episodios de ansiedad hemos de trabajar la anticipación para que esos episodios no sean tan intensos”, recomienda.
¿Cómo prevenir un episodio de ansiedad?
Anticiparnos a las situaciones que crean más tensión o nerviosismo en el pequeño será una forma de prevención de episodios más graves posteriores, como puede ser una crisis de ansiedad. Y es que, prepararles para lo que viene será la mejor forma de enseñarles a asimilarlo y que el niño lo vaya aceptando, poco a poco, día a día.
“Por ejemplo, si hemos observado que el niño padece una ansiedad por separación por el comienzo del cole podemos ir anticipando con él las cosas que se van ir dando para que pueda ir adaptándose con anterioridad a esos cambios. Ir a ver el futuro cole juntos, para que, de esta forma, pueda ir dándose progresivamente la confrontación al cambio. Es importante también hacerle partícipe en esos cambios, por ejemplo, si va a empezar el cole que pueda elegir dentro de lo posible los materiales que va a llevar (mochila, estuche, pinturas...)”, aconseja la experta.
Otra de las opciones que más beneficios puede aportarle es comenzar la práctica de técnicas de relajación . Estas ayudarán a bajar la intensidad de la ansiedad o incluso aplicarlas en aquellos momentos más críticos por los que pueda atravesar el niño. Según la coach familiar: “La respiración diafragmática, puede ser de gran ayuda. Consiste en respirar conscientemente, observando cómo entra el aire por los orificios nasales, cómo se hincha la barriga y cómo sale el aire por la boca. Siempre se recomienda introducir el entrenamiento de las técnicas de relajación a modo de juego. Por ejemplo, podemos enseñarle a soplar una pluma mientras observa cómo se hincha y se deshincha su estómago o podemos decirle que sople una vela haciendo oscilar la llama, pero sin llegar a apagarla…”.
Con estos juegos los niños se irán familiarizando con la respiración y podrán usarla en los momentos de ansiedad y es que: “No sirve de nada en un episodio de estas características que le digamos “respira” si antes no le hemos enseñado a respirar de forma consciente”, sostiene la socióloga.
Cómo actuar ante una crisis de ansiedad en niños
Seguir los siguientes pasos ante un episodio de crisis de ansiedad infantil servirá de gran ayuda al niño, y al adulto, para saber cómo actuar.
- Mantenernos tranquilos para así poder transmitirle nuestra calma, a través de las neuronas espejo y no restar importancia a lo que le pasa.
- Ayudarle a identificar lo que está sintiendo validando sus emociones, por ejemplo, con frases: “Veo que estás pasando por un momento de ansiedad por algo que te debe estar asustando o preocupando, estoy contigo y esto va a pasar pronto”.
- Respirar con él para poder bajar la intensidad de la ansiedad, por ejemplo, podemos ponernos a su altura, y decirle: “Vamos a respirar juntos, pon tu mano en tu barriga y vamos a hacer que se hinche y se deshinche mientras respiramos”. Realizaremos unas respiraciones lentas y profundas haciendo así que sus palpitaciones sean más pausadas y se vaya reduciendo el episodio de ansiedad.
- Utilizar afirmaciones positivas o autoinstrucciones, como, por ejemplo, decirle: “Repite conmigo, vamos a respirar tranquilos”, “Esto va a pasar”, “Estás algo nervioso, pero eres capaz de tranquilizarte si respiras”…
¿Se pueden prevenir estos episodios?
Los expertos están de acuerdo en decir que los episodios de ansiedad infantil se solucionan con mucha prevención, empatía, escucha e inteligencia emocional. Asimismo, contarle al niño qué le está pasando para saber identificar sus emociones es de suma importancia y la mejor forma de hacerlo es: “Adaptando la conversación a su etapa evolutiva y explicándole por qué se da la ansiedad, qué ocurre en su cerebro cuando se da esa emoción intensa (en este caso sólo reacciona el cerebro reptiliano, ya que siente que está ante algo que supone una amenaza), qué le ocurre a su cuerpo, si hay sudoración, la respiración está más agitada, las palpitaciones del corazón van más rápido; y a su mente, identificando qué pensamientos son los que hacen que se produzca esa emoción”, nos detalla la experta que además, nos brinda una serie de consejos para prevenir estas situaciones de ansiedad:
- Hablar con los niños sobre lo que les preocupa.
- Que los adultos sean su ejemplo cuando están preocupados o nerviosos por algo. Es decir, saber gestionar el estrés de una forma adecuada para que ellos aprendan también a gestionar ese tipo de emociones.
- Hablar sobre inteligencia emocional para que puedan saber por qué y para qué sirven las emociones, incluida la ansiedad.
- Mostrarles apoyo, seguridad y confianza para que puedan sentirse libres para expresar todo aquello que les inquieta.
- Modificar sus pensamientos ansiosos por otros más positivos, siendo también nosotros conscientes del vocabulario que empleamos ante situaciones de desborde emocional.
- Enseñarles a ver los errores como oportunidades de aprendizaje y no como fracasos.
- Bajar las altas expectativas y la exigencia, siendo más tolerantes y comprensivos.