La adolescencia conlleva cambios importantes en todas las esferas de la vida, que colocan a la persona en un momento de especial vulnerabilidad. Sin embargo, esto no justifica el empeoramiento tan claro en la salud mental que se está observando en este grupo. Hay otros factores que también tienen su peso, y sobre todos ellos hay que intervenir.
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Para ayudarnos con esta tarea, nos aporta sus consejos Vanessa Fernández, doctora en Psicología, profesora de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de MindGroup Madrid (www.mindgroup.es), un centro de psicología donde, además, imparten talleres para que los adolescentes aprendan a gestionar sus emociones.
La pandemia y mucho más
Los más de dos años de pandemia por coronavirus han empeorado drásticamente la salud mental en toda la población. Y los adolescentes también están afectados. “A los centros sanitarios llegan muchos adolescentes con crisis de ansiedad y con ideación autolítica (suicida)”, destaca la experta.
Pero además de la COVID-19 hay otros factores que ya antes se habían vislumbrado como auténticos problemas en este ámbito. Son circunstancias que pueden disparar la ansiedad durante la adolescencia, y que detalla Vanessa Fernández:
- Redes sociales. Para muchos chicos a estas edades someterse a la ‘dictadura’ del like es un auténtico terremoto emocional del que no salen indemnes. “Se enfrentan a diario a frustraciones importantes, algunos sufren ciberacoso, creen que ese es el mundo real y no saben gestionar el suyo”, advierte la psicóloga.
- Dificultades en las relaciones sociales. A consecuencia de vivir en un mundo idealizado, los adolescentes son muy exigentes con sus relaciones sociales, buscan la perfección, y son muy duros con ellos mismos.
- Rendimiento académico. No obtener los resultados esperados en las notas, o la presión por mejorar las calificaciones es un factor destacado en la aparición de la ansiedad en adolescentes.
- Problemas familiares. Las dificultades económicas en el seno de la familia u otras situaciones complicadas como una mala relación entre los progenitores es un motivo destacado de ansiedad a estas edades.
- Culto a la imagen. Muchos adolescentes crecen pensando que las imágenes y los cuerpos que ven en las redes sociales son los reales. “Tienen mucha presión por la delgadez, por estar siempre perfectos, y esto les puede llevar a trastornos de la conducta alimentaria como el trastorno por atracón, que se ve mucho actualmente”, destaca.
- Soledad dentro de la familia. “A veces, cuando sus hijos van a terapia, los padres se enteran de muchas cosas. Viven en la misma casa, pero son auténticos desconocidos. Muchos chicos llegan a casa a las 3 y se pasan solos horas y horas, en un momento en que no tienen capacidad de organización y autocontrol como los adultos”, apunta Vanessa Fernández.
¿Cuáles son las señales de alarma?
Tanto la ansiedad como la depresión provocan cambios en la persona que las padece. Son cambios internos y externos, ante los que hay que prestar mucha atención. Así, podemos reconocer a un adolescente en esta situación cuando hay cambios en su rendimiento académico. Pero, ojo, no es el único factor: “Hay niños muy deprimidos que no son llevados a terapia porque sacan buenas notas y no se enciende la luz de alarma para la familia”, subraya la profesora de la Universidad Complutense.
Otro punto a tener en cuenta es el aislamiento. Cuando el chico de repente se aísla y no quiere salir ni tener contacto con sus amigos, hay que sospechar que algo no va bien. Igualmente, hay que fijarse en sus “muestras de irritabilidad, desagrado, hastío... No te dice que está triste”, apunta la experta. Por eso, cuando haya un cambio de comportamiento con estas características se debe sospechar que algo sucede, y confirmarlo con el pediatra o el médico de familia.
Consejos para combatir la ansiedad adolescente
Cuando el adolescente se encuentra mal, ansioso, y dicho estado repercute en su vida diaria negativamente, hay que plantearse la conveniencia de buscar ayuda profesional y ofrecerle esa posibilidad. Además de esto, Vanessa Fernández apunta los siguientes consejos:
- Aceptar la situación. “Cuando aparece el problema, hay que hablar con el chico y preguntarle qué ha pasado, no en tono crítico sino calmado, y aportando seguridad emocional. Le podemos preguntar qué le pasa e ir viendo su interés en contarlo o no”, subraya. Para Vanessa Fernández, “aceptación no es aprobación”, pero esta aceptación contribuye sustancialmente a que los chicos se encuentren mejor.
- Intentar prevenir. Una magnífica manera de adelantarse a este problema es hablar de emociones con los hijos. No hay que esconderles que los padres también sienten y con intensidad. Un buen momento es la hora de la comida o de la cena, que hay que compartir con ellos sin distracciones (como móvil o televisión) por medio.
- Poner límites. Aunque estén mal, no se les puede dejar hacer lo que quieran, “no pueden tener un comportamiento disfuncional, como usar las pantallas nada más levantarse”, por eso hay que seguir con unas normas básicas en casa y en relación a su comportamiento.
- Fomentar su descanso. Muchos adolescentes no duermen las horas suficientes, en muchos casos porque están pendientes de las pantallas. Los padres han de garantizar su descanso, pues cuando este es pobre, problemas como la ansiedad se ven favorecidos.
- Hacer ejercicio físico. El deporte tiene clarísimos beneficios tanto psicológicos como físicos. Por ello, hay que fomentar que hagan actividad física de forma regular.
- Promover un voluntariado. “El apoyo social reduce las emociones negativas, por lo que es muy positivo que los adolescentes se impliquen en voluntariados”, destaca Vanesa Fernández.