Tania García no tuvo una infancia fácil, ya que sufrió acoso durante muchos años. Posiblemente esta experiencia la encaminó a un futuro profesional dedicada a la Educación Social y a la investigación socieducativa. Ha creado el movimiento Educación Real, dirige y ha fundado ESDE (Escuela Superior de Educación, www.esdeeducacion.com) y ofrece apoyo y asesoramiento en www.edurespeta.com.
En su nuevo libro Quiérete mucho (Ed. Vergara) aborda, desde todos los ámbitos, las claves para que los niños y adolescentes gocen de una autoestima saludable.
En el libro se recalca el papel de los padres en la buena autoestima del niño. Si esta es baja, ¿indica que no han hecho bien esa tarea?
No se trata de señalar ni de buscar culpable, por tanto, no podemos culpar a madres y padres por no acompañar correctamente la salud emocional, pero sí que podemos asumir la responsabilidad que nos concede el mero hecho de ser sus padres. Los adultos de hoy, además, fuimos niños con una pésima o nula educación emocional, en donde como niños debíamos “ver, oír y callar”, y no sabemos qué es necesario para el correcto desarrollo emocional, psíquico y físico de nuestros hijos.
En el libro trato en profundidad aquello sobre lo que decenas de estudios científicos desde hace años llevan confirmando, así como mis investigaciones socioeducativas de más de una década: la autoestima de una persona se moldea en la infancia y adolescencia, en el trato que recibimos de nuestras madres y padres y/o figuras de vínculo, así como del ejemplo de autoestima que nos aportaron.
¿Hasta qué edad la autoestima y el autoconcepto del niño o del adolescente dependen del refuerzo que hayan recibido en casa?
Los estudios científicos han evidenciado que es algo para toda la vida. Una persona adulta con baja autoestima podrá trabajarla y conseguir una autoestima real, por supuesto, pero nuestra infancia marca para siempre nuestra vida adulta, marca nuestro camino.
No me gusta hablar de refuerzo porque realmente es un concepto que puede dar lugar a equívocos, pareciendo dar la responsabilidad a los niños de construir su propia autoestima que realmente no debería ser tal. Es nuestra responsabilidad total como padres aportarles todo el amor incondicional, el respeto, el ejemplo, la escucha, la aceptación, la tolerancia, la amabilidad, la ética y la empatía suficiente para que logren una autoestima saludable y real. Por tanto, es acompañamiento, no un refuerzo ni un complemento.
En el libro hablas de que deberíamos tender hacia una ‘autoestima real’, ¿cómo se construye?
Efectivamente, en Quiérete mucho realizo un repaso por los diferentes tipos de autoestima esenciales, así como también expongo ejercicios y prácticas para detectar en qué punto nos encontramos personalmente, así como también nuestros hijos para de esta manera realizar un trabajo global.
La autoestima real es aquella que todas las personas necesitamos para tener una salud mental óptima, y ésta a su vez impacta en nuestra salud general; la salud mental óptima es imprescindible para tener un desarrollo pleno, que a su vez, es un derecho humano universal.
La autoestima real nos permite, resumidamente, querernos tal y como somos, con nuestras virtudes y nuestros defectos, respetarnos y respetar a los demás.
La construcción se puede realizar desde nuestra infancia y adolescencia, como tenemos la oportunidad de hacer con nuestros hijos o a través de un trabajo emocional profundo a base de herramientas y ejercicios como las que expongo en el libro una vez somos adultos, así como en manos de un profesional realmente especialista en autoestima y en los factores infantiles y adolescentes que influyen en ella.
En el libro se realiza un viaje hasta lo más profundo de nuestro centro emocional, que ahonda las raíces en nuestra infancia y adolescencia y la relación con la forma que educamos a nuestros hijos o acompañamos a nuestros alumnos y/o pacientes; para comprendernos, querernos y respetarnos como de verdad merecemos, y ellos merecen.
¿Qué es lo que hay que desterrar definitivamente en la relación con los hijos para forjar esa autoestima real?
Cualquier patrón adultocentrista. Durante décadas (y aún hoy en día), hemos visto como normal que una madre o padre grite a su hijo, que le chantajee sin postre o sin ir al cumpleaños de su amigo porque no ha actuado tal y como sus padres querían que actuase, o incluso se acepta y justifica un cachete… La violencia hacia la infancia está normalizada, utilizándola para educar, justificándola, y esto lima la autoestima para siempre.
“Saber quiénes somos para ayudar a nuestros hijos a ser ellos mismos”, dice un capítulo del libro. ¿Deben trabajar los padres en su propia autoestima para poder educar de una forma sana emocionalmente hablando a sus hijos?
Sin duda, es uno de los pilares fundamentales si queremos que nuestras hijas e hijos posean una autoestima real. Somos ejemplo en todo momento y lo que ven en nosotros es lo que acabarán comprendiendo como normal. Si su madre o padre se culpabiliza constantemente de errores en los que vuelve a tropezar, si no externaliza ningún tipo de amor por sí mismo insultándose o comparándose constantemente, es fácilmente influenciable y manipulable por otras personas (entre otras cosas); ese ejemplo de autoestima da a sus hijos, quienes naturalizan la autoestima baja.
Como comentaba antes, lo ideal por supuesto es que se cree y trabaje en una autoestima real desde la infancia, pero en el caso de muchas personas adultas que ya son padres y llevan tiempo realizándolo de manera incorrecta por desconocimiento, nunca es tarde para hacerlo, siempre estamos a tiempo mientras el cerebro se moldea, cuando ya se ha pasado esa fase que nos corresponde a los padres (a partir de los 21 años, aproximadamente), el trabajo les corresponderá a ellos como adultos, cuanto más enfoque en acompañar sus infancias y adolescencias de manera adecuada y respetuosa con su esencia, menos carencias deberán trabajar en su vida adulta.
En el libro ofreces una serie de herramientas para mejorar la autoestima día a día. ¿Es un proceso que no culmina nunca?
La autoestima es cíclica, en función de nuestras experiencias va variando, con todo y, no obstante, la base siempre es la misma: el trato y acompañamiento respetuoso en la infancia y adolescencia. Cuando lo obtenemos, tenemos herramientas y resiliencia suficientes para mantener nuestro amor propio, aceptando también nuestros errores, liberando el ego de nuestras vidas, trabajando por ser cada día mejores.
Durante la infancia y la adolescencia, los niños necesitan respeto incondicional (tratar a nuestros hijos con el respeto que todo ser humano merece); empatía (desarrollar nuestra capacidad para ponernos emocionalmente en su lugar comprendiendo y conectando con su situación emocional sin juicios adultocentristas) y ética (la base de todo nuestro comportamiento, así como el que tenemos con nuestros hijos, debe ser ético y moral y así deben percibirlo). Estas tres herramientas, junto a muchas otras, las trato en profundidad en mi libro.