Hace unas semanas la OMS (Organización Mundial de la Salud) hacía una actualización de la Clasificación internacional de enfermedades,en cuyo apartado de ‘uso de sustancias o comportamientos adictivos’ se incluía la adicción a los videojuegos como un desorden mental. “La adicción a videojuegos se caracteriza por un patrón de comportamiento de juego persistente o recurrente (a juegos digitales o videojuegos), que puede ser en línea (es decir, online) o fuera de línea”, explica la OMS. Se considera que el 16% de los adolescentes españoles hace un uso indebido de los videojuegos,y el 3% tiene algún síntoma de adicción. Un problema, por desgracia, al alza, que preocupa a muchos padres y provoca muchas dudas. La primera de ellas: ¿A partir de qué edad puedo permitir a mi hijo jugar a videojuegos?
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Una cuestión un tanto complicada porque tal y como nos dice Sara Desirée Ruiz (@adolescencia.sara.desiree.ruiz), Educadora Social especializada en adolescencia (www.saradesireeruiz.com), “lo importante no es tanto la edad, sino valorar cada caso particularmente, el tipo de juegos que se escogen y el acompañamiento que les damos cuando se inician en el mundo de los videojuegos. Yo soy partidaria de que empiecen cuando se dé la demanda, aunque no de cualquier forma”. Y es que, el quid de la cuestión, según nos cuenta la experta, está en cómo acompañarles para que desarrollen unos buenos hábitos.
“Eso quiere decir que cuando se da la demanda de juego tenemos que sentarnos a acordar unas condiciones para el mismo: dónde se juega, cuándo se juega, tiempo que se juega, cómo se escogen los juegos, etc. Por qué se escogen unos juegos y otros no, porque algunos están recomendados para una edad, qué puede pasar si jugamos demasiado, cómo saber que tenemos que parar…”, explica. Por lo que la presencia del adulto se vuelve imprescindible en los inicios del niño en este mundo, algo que la educadora advierte, también hay que aplicar a los móviles como a redes sociales.
Los videojuegos en la adolescencia
Los adolescentes necesitan constantemente experimentar sensaciones estimulantes y los videojuegos, así como las redes sociales cubren para ellos estas necesidades. La adicción a los videojuegos es algo que puede ocurrir a cualquier edad, pero al parecer, la franja más vulnerable está entre los 12 y 15 años.
Está claro que los videojuegos suponen un riesgo para ellos, pero la experta sostiene que no hay que quedarse solo con la parte negativa. “Los videojuegos son maravillosas herramientas para educar y para su desarrollo, si sabemos cómo hacerlo, así que en nuestra preparación deberemos aprender esto. Jugando se ponen en marcha procesos cognitivos relacionados con la toma de decisiones, la atención, la memoria, la percepción, la orientación, el lenguaje o la resolución de conflictos, la asertividad y la empatía”, dice la Sara Desirée, y añade que: “Los videojuegos facilitan la socialización, les permiten reforzar las relaciones que ya tienen y conocer a personas nuevas. Con esto último hay que vigilar porque, evidentemente, conlleva riesgos. Gracias a los videojuegos se desarrollan la imaginación y la creatividad, y además permiten que las familias observen cómo reaccionan ante la frustración, conocer a sus amistades, ver cómo se relacionan con ellos y ayudarles a mejorar sus habilidades sociales”, afirma.
¿Qué hacer cuando el juego se convierte en algo peligroso para ellos?
La OMS reconoce que el ‘uso peligroso de los videojuegos’ como factor determinante que puede influir en el estado de salud de los menores. “El patrón de juego compulsivo puede ser continuo o episódico y recurrente“, y que esto puede ser derivado de problemas en otros ámbitos como son el personal, el familiar, el social y el educativo. La experta nos aclara que: “En un patrón de juego problemático pueden influir muchas cosas. Además de la necesidad de sentir la gratificación que da la recompensa que sería la base de todo, encontramos adolescentes que se conectan para calmar su malestar emocional, para relacionarse con personas que tienen los mismos intereses que ellos, para evadirse de lo que sucede en la familia o el instituto… Esta etapa es especialmente compleja y las familias no suelen prepararse para acompañar su complejidad, con lo que muchas veces quedan desatendidos aspectos cruciales para su desarrollo”, explica la experta.
Para prevenir este tipo de conductas, la educadora social sugiere que se debe ayudar a las personas adolescentes a diversificar sus actividades, proteger los espacios importantes para su desarrollo y cuidar mucho la comunicación. “Prestar atención a lo que pasa en el centro educativo en el que estudian, con sus amistades, promover que realicen actividad física o actividades artísticas y seguir pautas que nos faciliten relacionarnos con ellos en esta etapa va a ser muy importante si queremos evitar que abusen de los videojuegos”, advierte.
Si notas alguno de estos comportamientos en tus hijos… ¡mantente alerta!
Hay que estar alerta porque si comenzamos a ver una serie de comportamientos dudosos en el adolescente tendremos que actuar. Según la educadora, deberíamos preocuparnos si los videojuegos se convierten en todo su mundo y no por un tema profesional o de habilidades, sino porque pasa a ser su única actividad en detrimento de otros espacios importantes para su desarrollo. Debemos estar atentos y activar la alarma si la persona adolescente:
- Deja de relacionarse con la familia o con sus amistades.
- Deja de salir de casa para atender a sus obligaciones o para realizar actividades en su tiempo libre.
- Si detectamos que ha dejado de cuidar su forma de vestir o su higiene.
- Si descuida su alimentación (come a deshoras comida rápida y procesada, abusa de las bebidas energéticas, etc).
- Si cuando no están jugando se muestran irritables, malhumoradas, ansiosas y repiten que quieren jugar con frecuencia o manifiestan que quieren acabar la actividad que sea que están realizando para jugar.
- Si bajan drásticamente el rendimiento académico y los videojuegos se convierten en el centro de su vida con un tiempo de dedicación muy superior al de cualquier otra actividad.
- Si detectamos cambios drásticos de conducta, una euforia desajustada por el hecho de estar jugando, cuando están jugando y solo cuando están jugando.
- Si muestran un nivel de excitación superior al que muestran realizando cualquier otra actividad y que no han mostrado antes.
- Si solo se preocupan de los videojuegos, solo hablan de videojuegos, solo juegan a videojuegos en su tiempo libre… ¡debemos intervenir!
“Hay que distinguir si estamos ante un abuso o si tenemos delante a una persona virtuosa de los videojuegos. Las hay y ganan mucho dinero a edades tempranas (son las estrellas de los e-sports, deportes electrónicos, los ‘Messi’ de los deportes electrónicos, vaya). Estas personas juegan muchas horas, pero no podemos considerarlas jugadoras patológicas si no se dan las conductas anteriores. La línea es muy delgada pero las estrellas de los videojuegos siguen comiendo, durmiendo y socializando al nivel que les permite su dedicación a este mundo, que es para ellos es su oficio. Debemos huir de patologizarlo todo”, aclara la especialista.