Dice José Escobero, maestro en audición y lenguaje, que educar es como cocinar, y por tanto implica hacerlo con mucho amor y cariño. Precisamente de todo esto trata el manual que acaba de publicar, ‘Recetario emocional para educar a tu hijo’; un libro en el que fusiona el concepto de cocina con la educación, y que contiene los ingredientes fundamentales para acompañarles de manera positiva y respetuosa.
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Para el autor educar es cocinar, con cariño y mucho amor. En este sentido, la familia es ese pequeño mesón, acogedor y con encanto, donde cada día hay un menú diferente. “Los padres queremos ver a nuestros hijos sanos y felices; y en eso somos como los chefs, que cuidan y miman con grandes dosis de ternura cada uno de sus platos”, advierte Escobero.
Como si de ingredientes imprescindibles en los platos se trataran, el autor añade una serie de elementos necesarios para educar mediante la inteligencia emocional: apego, tiempo, humor, calma, respeto, perdón, cariño, escucha, confianza, límites y responsabilidad. Hablamos con él para dar con esos ingredientes necesarios que nos lleven, como padres, a potenciar la inteligencia emocional de nuestros hijos.
Valoremos la inteligencia emocional de nuestros hijos
José Escobedo determina que podemos definir la inteligencia emocional como la capacidad de reconocer sentimientos propios y ajenos , así como la habilidad para manejarlos favoreciendo una relación positiva y constructica con el mundo que nos rodea.
“No nos damos cuenta de la importancia y trascendencia que tiene la inteligencia emocional. Es uno de los motivos por los que me decidí a escribir este recetario. A los padres a veces se nos olvida preguntar si nuestros hijos son felices. Les preguntamos qué tal en lengua o en matemáticas, pero no sabemos cómo se sienten. Puedes tener dinero o el mejor trabajo del mundo, pero si no estás feliz no tiene ningún sentido”, recoge el experto.
Nos confiesa durante la entrevista que, como profesor y padre, y con toda su experiencia y trayectoria, ha visto a muchos niños que están rotos por dentro. “Hay que reconstruirlos para que puedan sacar adelante sus sueños y trasmitirle eso precisamente a los padres: que sus hijos deben ser felices. Para ello, hay que acompañarlos y educarlos con muchísimo respeto y cariño, que son los dos ingredientes perfectos”, confiesa.
Entendamos su cerebro
El autor nos adentra también a través de sus páginas en el mundo del cerebro de los niños. “Me parece un tema fascinante. Hablar con tu hijo de cómo funciona su cerebro le ayudará a comprender lo que le pasa y, sobre todo, cómo reacciona a lo que le pasa”, apunta.
“De niños es todo más fácil porque el cerebro tiene menos cosas acumuladas en él. A medida que uno va creciendo se va llenando de muchas cosas como prejuicios, miedos... por eso, a menudo que se carga al cerebro de todo ese miedo que muchas veces es a saber qué es lo que nos pasa. Tenemos miedo de nuestros fantasmas porque no nos gusta conectar con ello”, advierte el experto.
Por eso, asegura que, para ser feliz, lo primero es liberarnos de esas piedras porque es la única manera de quitárnoslas: “El plan es poner nombre a todas esas piedras para poder trabajarlas. Puede ser un problema de autoestima, de sentirnos poco valorados... y, una vez trabajado, podemos llenarlo de cosas buenas para que las malas vayan perdiendo fuerza”.
¿Cómo lo hacemos?
¿Cómo podemos inculcarles todas estas herramientas? A través del cariño y el amor, que es, según apunta, el legado más grande que le puedes dejar a un hijo. “Por tanto, recuerda comprar un tarro bien grande para ese ingrediente”, sentencia.
¿Qué implica educar desde el cariño? Nos explica que consiste en hablarles desde el corazón, desde ese lugar que tienes guardado para las personas a las que nunca harías daño. “Al final, eso les dará confianza y se convertirán en adolescentes seguros, con herramientas para poder decir ‘no’ ante propuestas peligrosas para su salud y, sobre todo, para conquistar con autodeterminación y perseverancia sus retos y sueños”, sostiene.
“Al final, de ser padre no desconectas nunca, es la profesión más dura de todas. Mi hijo mayor tiene 15 años pero sigue necesitándome. Por eso, cuando hablo de los ingredientes que hay que usar pongo el foco en la necesidad de predicar con el ejemplo. A veces los padres pensamos que los niños se dan cuenta y que determinadas cosas que hacemos no repercuten en ellos... para nada. Para intentar inculcar algo o trabajar la inteligencia emocional en ellos tenemos que revisárnosla nosotros primero”, advierte el experto, quien asegura que todo es una cuestión entrenamiento. En definitiva, concluye que un niño emocionalmente sano será un adulto inteligentemente feliz.