Las peleas o riñas entre hermanos son situaciones que se repiten en la mayoría de las casas. Normalmente, el hermano mayor, por el hecho de ser el primero, es quien más frustraciones puede mostrar a largo plazo debido al llamado ‘síndrome del príncipe destronado’, ya que en su infancia tuvo que hacer frente a la llegada de un hermanito.
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La rivalidad entre hermanos es algo normal y hasta puede ser un signo de salud, tal y como nos cuenta la psicóloga, terapeuta familiar, Filipa Afonso: “Esto es así en la medida que están pudiendo expresar sus necesidades y deseos. Suele ser algo natural en el proceso evolutivo de los niños que tiende a desaparecer con el tiempo (esto sería lo sano)”. Y nos pone como ejemplo: “Imaginemos que decimos a nuestra pareja: ‘Cariño, voy a tener otra pareja, pero tú no te preocupes porque voy a seguir queriéndote igual. Nada va a cambiar’. ¿Qué nos parecería? Probablemente, nos sentiríamos amenazados, no nos lo creeríamos y tendríamos conductas de miedo. Pues esto es lo que solemos decir a nuestros hijos. Al mayor le decimos esto mismo cuando viene otro en camino, y cuando llega el nuevo bebé, queremos que el mayor sea comprensible y colabore… ¡pues no va a ser posible! Por lo menos de primeras, hay unos celos que gestionar, la atención que antes era solo para uno ahora tendrá que ser repartida entre dos, tres, o más”, explica y asegura la psicóloga.
Mamá, papá… ‘¿A quién queréis más?’
Generalmente, la rivalidad entre hermanos surge de la competencia por el amor y atención de papá y mamá. Pero, además, hay una serie de factores que influirán de una forma u otra en la relación como son: la edad, el sexo, el número de miembros de la familia, la estructura familiar, la personalidad… entre otros.
Los comportamientos generalizados de los hermanos con relaciones complicadas son: “ Celos, envidia, rabietas, peleas. Sienten que el hermano es un rival, compiten por la atención y cariño de los padres y/o familiares de referencia. Entran en una diada de ganar o perder, y quieren ganar y ver el hermano perder. Cuanto más cercanos en edades mayores, las probabilidades de que este tipo de conducta ocurra son mayores porque comparten muchas más cosas: juguetes, libros, aparatos electrónicos e incluso ropa o habitación. Lo mismo ocurre cuando son del mismo sexo ya que, una vez más, en principio, tendrán más cosas en común. Hay otros temas a tener en cuenta como la existencia de hermanastros o temas de adopciones”, comenta la terapeuta familiar.
Los expertos consideran que entre los 10 y 15 años esta rivalidad puede alcanzar su pico máximo, por ello, los padres tienen que estar atentos a cualquier señal que consideren se pase de la raya: “El límite será el darse cuenta que está alterando el estado emocional de alguno de ellos o de todos, hermanos o sistema familiar. También suele ocurrir, con alguna frecuencia, entre hermanos, golpes e insultos que deberían ser una línea roja. Muchas veces las peleas entre hermanos no solo afectan el sistema fraternal, todo el sistema familiar se ve alterado por falta de recursos para lidiar con este tipo de situaciones que, probablemente, necesitarán de la intervención de una persona adulta para ayudar a los pequeños a gestionar sus emociones”, advierte.
Consejos para que aprendan a gestionar sus emociones
La experta nos cuenta que los niños necesitan a sus adultos de referencia para aprender a gestionar emociones como la frustración, la envidia o la diferencia. “Estos sentimientos pueden llevar a conductas más desadecuadas en el sentido de que no ayudan a sentirse mejor a medio y largo plazo”, indica. Y, además, nos da una serie de pautas para que, como padres, aprendamos a profundar más en las relaciones de nuestros hijos como hermanos:
- No comparar: no hacer comparaciones entre los hermanos es esencial para que no se sientan rivales ni crean que son peores o mejores que nadie. “Cada persona tiene un carácter diferente y por lo tanto necesidades y aptitudes distintas que de manera alguna tienen que ser tratadas como mejores o peores”, explica la psicóloga.
- Dar espacios individuales: los hijos también necesitan espacios a solas con su padre y con su madre. La terapeuta reconoce que: “Es importante que a parte de proporcionar momentos en familia también se puedan proporcionar momentos o rituales con cada uno de los progenitores, de modo que puedan sentirse atendidos y escuchados”.
- No posicionarse: “Cuando se pelean, hay que escuchar, ayudarles a resolver los problemas, pero no posicionarse, eso va hacer sentir que tiene que haber un bueno y un malo, un ganador y un perdedor, que papá o mamá quieren más a uno que a otro”, recomienda.
- Reglas familiares: y para finalizar, la experta señala la importancia de que la familia tenga sus ‘propias reglas’: “Que sepan cuáles son y que sean constantes con ellas. También saber cuáles son las consecuencias de las conductas desaprobadas va ayudar a los infantes a auto regularse”.