Los padres buscamos ver a nuestros hijos sanos y felices, disfrutando de la vida en cada una de sus circunstancias. Sin embargo, hemos de entender que los niños no siempre están alegres ni súper contentos, que tendrán momentos en los que sentirán rabia o tristeza porque son condiciones inherentes al ser humano.
Todas las emociones son imprescindibles para nosotros, tanto las agradables como las desagradables. Son necesarias para nuestro propio desarrollo, pues nos dan información del entorno en el que nos movemos. Es decir, no hay emociones positivas o negativas, lo importante es lo que hacemos con ellas, cómo las enfrentamos. ¿Las metemos en un cajón y las bloqueamos o las acogemos?
Muchas veces ahogamos la manifestación de una emoción porque no nos gusta lo que nos hace sentir. Es un comportamiento que hacemos mucho los adultos, nos negamos la posibilidad de sentir y, en consencuencia, se lo podemos trasladar a los niños de manera inconsciente. Se trata de hacer todo lo contrario: hay que validarlas.
Para ayudarles a digerir esta tristeza es imprescindible educarles a través de la inteligencia emocional desde el apego, el respeto y la escucha. “Cuando hablamos de emociones con nuestros hijos lo más importante es validar sus emociones, especialmente cuando se trata de la tristeza, que, en general, tendemos a restar importancia”, nos cuenta Iratxe López, psicóloga.
Validar la emoción implica ponerse en el lugar del otro, comprender lo que le pasa. Significa también no quitarle importancia a cómo se siente. En este sentido, no es necesario definirles qué es la tristeza, ya que ellos la sienten. “Es más aducado señalar la tristeza cuando ellos la sientan y etiquetarla como tristeza para que la entiendan y aprendan a identificar esa emoción con la tristeza. De esta manera, cuando se sienta triste podrá darle palabras a esa emoción”, explica.
Otra forma de ayudarles a detectarla es pedirles que hagan un dibujo y preguntarle cómo es para él la tristeza. ¿Qué color tiene? ¿Qué forma? También existen libros, como ‘El monstruo de colores’, que nos pueden ayudar con esta labor.
Nuestras frases, encaminadas a validar las emociones del niño
Hablar con nuestros hijos es una de las mejores maneras de dedicarle tiempo y empatizar con lo que le pasa. Cuando sientan tristeza, la experta revela que los tipos de frases que digamos a nuestros hijos tienen que ir siempre encaminadas a validar las emociones de los niños. “Es decir, dar valor a lo que el niño esté sintiendo en ese momento concreto”, explica.
Algunas de las frases que la psicóloga nos invita a utilizar son:
- “Entiendo que estés triste, cariño”
- “Todos podemos sentirnos tristes a veces y es algo normal”
- “A otros niños también les pasa, que se ponen tristes a veces”
- “Me parece importante saber lo que estás sintiendo”
También se pueden hacer preguntas enfocadas a identificar de dónde viene esa tristeza o qué es lo que podemos hacer nosotros, sus padres, para ayudarles:
- “¿Puedes contarme algo más sobre eso?”
- “¿Cómo es esa tristeza? ¿Puedes contarme más cosas?”
- “¿Cómo te puedo ayudar?”
- “¿Qué necesitas de mí?”
Ten en cuenta que habrá veces en que tu hijo necesitará un consejo u opinión; sin embargo, otras veces sólo necesitan, al igual que los adultos, ser escuchados.
La escucha
Durante este momento, en el que nuestros niños se muestran vulnerables, es importante poner el foco en ellos y evadirnos del resto. Es decir, concentrar toda nuestra energía en la conversación, dejando de lado elementos secundarios que puedan distraernos y hagan que el niño sienta que no estamos prestando la suficiente atención.
La escucha implica un momento de calma y disposición de empatía y atención. Debe crearse un espacio para que los niños se sientan queridos, valorados y atendidos. Por eso, Iratxe López recomienda pequeños gestos como apartar el móvil, silenciarlo y mirar al niño a los ojos. “Es importante dejar de lado lo que estamos haciendo, ya sea cocinar, cuidar a otro hermano, leer...”. Así, sentirá una dosis extra de confianza.
Una buena estrategia de acompañamiento, al margen de qué decir, es el contacto físico: “Quizá no quiera, pero podemos acercarnos a él poco a poco. Se nota muy rápido si está receptivo... Podemos poner nuestra mano en su rodilla. El contacto físico es lo que más calma y ayuda a los niños”, enuncia la experta en Psicología.
Por último, otro indispensable para la experta es la importancia de mostrar agradecimiento por parte de los padres. Si la conversación ha sido profunda, agradecerle su franqueza y expresarle el orgullo que sientes por habértelo contado. Es decir, valorar ,y hacérselo saber, el hecho de que se hayan sincerado con nosotros y que siempre que quiera estamos disponibles para él.
¿Cómo mostrar apoyo sin emitir juicios?
“Lo importante es que los padres y el profesorado prediquen con el ejemplo. Es decir, que cuando el niño muestre tristeza no emitan juicios. Es lo que peor hacemos los adultos. Frases tipo: ¿Eres un niño pequeño? Los niños grandes como tú ya no lloran, estás exagerando, deja de llorar, no es para tanto...”, advierte Iratxe López, y concluye que son frases que hacen mucho daño a nivel emocional. “Son el tipo de frases que habría que evitar”, concluye.