“¡Ya se ha quitado el calcetín!” o “A ponerse los zapatos que si no te enfrías” Son solo dos ejemplos de algunas de las frases que más se repiten a los niños cuando comienzan a usar calzado. Y es que la aversión a que el pequeño vaya con los pies destapados, junto con las prisas por querer ponerles zapatillas hace que muchas veces nos precipitemos en esta etapa, en la que lo más aconsejable es que el bebé vaya descalzo. Son muchos los estudios que se han realizado en torno a la importancia de los pies en los bebés y de toda la información que captan de esa parte del cuerpo, durante los primeros meses de vida.
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“¡Los pies del bebé son importantísimos! Son la entrada de un montón de estímulos. Al contrario de lo que son realmente, se tienden a tapar ¡incluso cuando no caminan! Se sabe que los bebés hasta los 9 o 10 meses de edad tienen el doble de sensibilidad exteroceptiva en los pies que en las manos. Eso quiere decir que les entra mucha más sensibilidad por los pies. Cuando se los cubrimos, les estamos tapando su conexión directa con el entorno. De aquí que sea frecuente que muchos bebés se quiten los calcetines y los zapatos, y que los padres se quejen de que los van perdiendo. Es como si les taparas los ojos”, nos comenta Neus Moya, podóloga infantil y un referente en esta área en redes sociales con su perfil @neusmoya.podologa.
Los beneficios y motivos por los que ir descalzos
Es normal ver a muchos bebés en su etapa de gateo ya con zapatos puestos. Además de resultar incómodos para ellos, estamos privándoles de muchos estímulos que son necesarios para su desarrollo tanto neuronal como físico. Los beneficios de llevar al niño descalzo son muchos, por eso, se debe romper con algunos mitos muy arraigados en torno a la crianza tales como este.
“Tenemos que tener en cuenta que cuando un niño nace gran parte de lo huesos del medio pie no se aprecian en una placa radiográfica porque no han empezado ni siquiera la osificación, son todo cartílago, y los otros están a medio osificar. De aquí que sea tan característica una placa radiográfica de un bebé. El proceso de osificación y de maduración tiene como base principal el movimiento, de esta manera se desarrollará el sistema músculo-esquelético. Esto refuerza y posibilita que el niño mantenga su cuerpo erguido y haya una maduración del sistema nervioso que lo que hace es mejorar el equilibrio y la propiocepción; algo que conseguirá con el movimiento de los pies”, nos explica la especialista.
La formación y desarrollo correcto de los pies comienza en estas edades tempranas, por eso, andar descalzo por distintos terrenos es algo fundamental para evitar posibles problemas relacionados con la podología en un futuro. “Tenemos que tener en cuenta que todo lo que sea caminar por terrenos inciertos o irregulares hacen que todo sea rico en estímulos generadores de reflejos que inducen una activación de la musculatura intrínseca del pie. Esto proporciona efectos tonificantes en un pie normal y pueden ser incluso terapéuticos en un pie débil. De aquí, la gran importancia de que vaya descalzo. El niño necesita movimiento en su pie para su desarrollo”, asegura.
Cuándo debo comprarle sus primeros zapatos y cómo tienen que ser
La experta nos cuenta que debemos comenzar a calzar a un bebé, una vez que este se suelta de un mueble o apoyo, hasta que es capaz de dar 10 pasos por sí solo. Aún así, se recomienda que durante los primeros 6 meses que el niño anda solo, vaya descalzo o lleve calcetines antideslizantes. “Después podemos empezar a calzarles. Los zapatos tienen que ser de suela muy flexible, así como la zona de los metatarsianos, y torsionable. La puntera debe ser amplia para que tengan espacio en los dedos y puedan realizar el despegue de la marcha de forma correcta. No deben ferulizar el tobillo nunca. Además, deben tener un sistema de regulación ya que los pies de los bebés suelen ser muy gordetes y si no lo tienen, acabarán presionándole en el empeine y ocasionándole daño”, recomienda la podóloga.
Y es que uno de los mitos más extendidos es que comprar botas altas para sujetar su tobillo hará que camine mejor. ¡Error! Y es que durante la evolución de la marcha influyen varios factores que no deben perjudicarla ni coartar su desarrollo natural, como es el caso de un calzado equivocado. “El niño debe aprender a caminar por sí solo, con su propio trabajo, equilibrio y desarrollo. Cuando se venden zapatos que ayudan a caminar al niño antes, mejor y a sostenerse de pie antes de lo que esté preparado… en realidad, hacen un flaco favor, porque el niño debe seguir su propio desarrollo. Si un niño no es capaz de ponerse de pie o de caminar es porque su sistema nervioso no está preparado para ello y, por tanto, no debemos hacerlo”, asegura.
Existen estudios que afirman que poner zapatos a los niños (ya sean más o menos respetuosos) modifica la evolución de la marcha natural del pequeño. Pero por supuesto, hay excepciones donde sí podemos utilizar algún tipo de calzado que sea acorde a la situación y confortable para el niño: “Por ejemplo, en un terreno no controlado, en un terreno con unas condiciones climáticas adversas como un suelo asfaltado que queme mucho, una casa en la que la temperatura no sea confortable… En esos casos, se puede permitir poner calcetines antideslizantes, de lana o en los entornos exteriores no controlados, incluso podemos poner un zapato tipo ‘moc’, que sea la mínima expresión. Pero hay que tener en cuenta que estas excepciones siempre utilizando el sentido común”, advierte.
Cómo estimularles para una buen desarrollo
La experta además nos da una serie de ideas que pueden ser muy eficaces para que el niño practique la marcha, el equilibrio y su pie se siga desarrollando con naturalidad. En el caso de los bebés: “Si vivimos en una casa en un pueblo rodeados de campo, playa, arena, jardín, césped… a lo mejor no es necesario; pero si vivimos en entornos más urbanos en pisos con suelos poco estimulantes, y con poco tiempo para desplazarnos y activarlos, sí que puede ser útil utilizar herramientas como alfombras sensoriales, discos sensoriales… A veces recomiendo a los padres comprar un trozo de césped artificial (si viven en un piso) para ponerlo en la terraza o en el balcón y que el peque lo vaya pisando de vez en cuando”, nos cuenta.
Cuando el niño es más mayor, se puede practicar con las siguientes herramientas con las que, además, ¡pasarán un rato muy divertido!
- Un ‘bossu’: para que trabajen la musculatura intrínseca del pie.
- La tabla curva : ayuda a trabajar el tibial anterior, el tibial posterior, la fase plantar, la musculatura flexora, el agarre de los dedos al suelo.
- El triángulo pikler: que estimula mucho la musculatura plantar para ayudar a formar el arco del pie. “Junto con la tabla curva, estas dos herramientas tienen grandes ventajas para el equilibrio y la propiocepción, y centrándonos en los pies son súper importantes. En definitiva, darle estímulos diferentes y hacerles trabajar”, concluye.