Una buena salud visual en los niños es básica para que su desarrollo intelectual sea el adecuado. Debemos tener en cuenta que los niños, hasta los 12 años, reciben casi el 80% de su aprendizaje a través de los ojos. Por ello, un déficit visual no diagnosticado a tiempo puede derivar en problemas como falta de atención, dificultad en el aprendizaje, en las capacidades sociales… Es entonces cuando nos preguntamos, ¿cuál es la edad ideal para llevar a nuestro hijo a una revisión oftalmológica?
Según la doctora Isabel Pascual (@oftalmologalavista), Oftalmóloga Pediátrica, “no existen recomendaciones oficiales, pero considero una buena edad en torno a los 2-3 años, que colaboran mejor y es posible una exploración más completa. Esta revisión pretende sobre todo detectar problemas de visión, como la necesidad de gafas, la presencia de ojo vago (ambliopía) o de estrabismos (aunque suelen consultar antes si observan una desviación ocular en el peque)”.
No obstante, las visitas al pediatra son fundamentales para detectar alguna alteración tanto en la estructura como en la función visual, en cuyo caso, la derivación al especialista sería inmediata. “Además si hay antecedentes tanto del /la peque como de la familia, que puedan asociar un problema visual, se debe revisar antes. Por ejemplo, niños prematuros, problemas oculares congénitos en los padres, etc.”, advierte la experta.
¿Cómo detectar que mi hijo tiene problemas de visión?
Detectar posibles problemas visuales a edades tempranas es crucial para poder poner freno rápidamente a su desarrollo y tratarlo adecuadamente con la intervención de un oftalmólogo. Uno de los mayores problemas que nos encontramos con los niños es que en ocasiones no saben transmitir que no ven correctamente, bien porque hayan visto mal desde siempre, o bien porque se hayan adaptado a ver de esa forma.
Algunos de los comportamientos que pueden hacernos sospechar que el niño tiene problemas de visión son: “Que se acerque mucho a las cosas, que no tenga interés por actividades que requieran atención visual, que tengan alguna desviación ocular, que se rasquen mucho los ojos, que en las fotos el reflejo rojo de la pupila no sea rojo, se vea blanquecino, que se tropiecen demasiado...”, nos enumera la oftalmóloga. Y añade, que los problemas más habituales de visión en los pequeños suelen ser: “los defectos de graduación, es decir, la necesidad de gafas, el estrabismo (desviación de los ojos) y la ambliopía (el ojo vago), por supuesto hay muchísimas más patologías, pero son mucho más infrecuente”.
Cómo será su primera revisión oftalmológica
La primera revisión ocular del pequeño conlleva examinar muchos factores previos como son los antecedentes patológicos prenatal, preinatal y posnatal, antecedentes de problemas oftalmológicos en la familia, cómo ha sido su desarrollo desde su nacimiento, problemas de rendimiento escolar… Una vez determinados estos datos se comienza a hacer la valoración de la vista como tal.
“Normalmente, en primer lugar, se les hace evaluación de la agudeza visual. Según la edad, consiste en identificar unos pictogramas, números, letras, figuras… con cada ojo por separado. Luego se evalúan los movimientos oculares, haciéndoles mirar en determinadas direcciones y tapando y destapando los ojos. Se suele comprobar también qué graduación tienen, habitualmente bajo gotas ciclopléjicas, que son son gotas que dilatan la pupila y paralizan la acomodación (la capacidad de forzar que tiene el ojo) y nos permiten destapar toda la graduación que tiene el peque, dado que pueden ocultar algunas de ellas. Y con la lámpara de hendidura (nuestro microscopio con luz) exploramos las estructuras del ojo... Estando ya dilatado, exploramos también el fondo de ojo, para ver que la retina, nervio óptico y demás estructuras sean normales”, nos detalla la oftalmóloga.
Si el niño debe llevar gafas, ¿cómo le ayudo a adaptarse?
Si después de realizar la revisión el diagnóstico es un defecto de graduación y, por tanto, la necesidad de llevar gafas, lo primero que recomienda la doctora es: “Buscar una óptica de confianza. Es importante una correcta selección de las gafas, los peques tienen una configuración facial diferente a los adultos, principalmente son más chatos y necesitan unas gafas con un puente bajo para que cuando apoyen sobre la nariz el cristal quede bien centrado y vean bien a través de él”, aconseja.
Explicarle al niño la situación es importante para que asimile y se adapte con mayor facilidad a la nueva circunstancia. Hacerle partícipe de la elección de las gafas y enseñarle a integrarlas en su vida son partes fundamentales del proceso. Introducirlas como un paso más de su rutina, es decir, ponérselas cuando se visten y quitárselas cuando se van a dormir, guardarlas en su funda… ajustándonos a las necesidades del problema visual siempre.
La experta, por su parte, aconseja: “¡Mucha paciencia!, y convicción de que es lo mejor para él. Seleccionar unas buenas gafas, que se le adapten bien, sujetarlas con cintas u otros métodos para que no se les caigan (en ese caso, se las querrán quitar). Si se las pone porque ve muy mal, normalmente, las aceptan bien porque notan la mejoría. Pero si el cambio es poquito o están indicadas por un estrabismo o por otras razones, a veces cuesta más que se las pongan. Hay que armarse de paciencia porque a veces cuesta mucho”, concluye.