Los dos años de pandemia han supuesto un gran desgaste emocional en niños y mayores. Por eso, la llegada de otro suceso de gran magnitud y tan preocupante, como la invasión de Rusia en Ucrania, puede generarles mucho malestar. ¿De qué forma contarles lo que pasa en la guerra? ¿Cómo calmar sus temores?
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Amaya Prado, vocal del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid y psicóloga educativa, nos cuenta cómo ayudar a los menores en este momento.
Un momento de gran cansancio emocional
“Hay un agotamiento pandémico que está ahí y lo sentimos todos. El mensaje que hemos tenido tras la invasión es ‘¿pero otra cosa mala?’. La situación en Ucrania nos está generando una gran incertidumbre porque afecta a todos los órdenes y los niños lo perciben”, comenta la experta.
Así, se sabe que siete de cada diez menores muestran algún síntoma relacionado con la pandemia: alteraciones en el sueño, abuso de pantallas, irascibilidad, dificultades para controlar las emociones... En este panorama de mayor sensibilidad y vulnerabilidad tienen que enfrentarse ahora a un nuevo suceso “que les hace revivir miedos que han tenido”.
Por eso, necesitan el apoyo de los adultos, de los padres y educadores, fundamentalmente, para asimilar lo que está sucediendo y responder a todos los interrogantes que se les plantean: ‘¿y si entramos en guerra?’, ‘¿y si papá tiene que ir a luchar?’...
¿Contarles lo que sucede o esperar a que pregunten?
Cuando se produce un acontecimiento que impacta de tal manera en toda la sociedad, niños y adolescentes necesitan explicaciones y hablar sobre ello. Pero, ¿cuándo y cómo?
“Depende de cómo sea el niño. Se puede esperar a que te pregunten y te digan lo que han oído, lo que no entienden o te transmitan sus emociones. Pero si el pequeño es muy impresionable o sugestionable, es preferible adelantarse y contárselo nosotros a ellos para amortiguar la noticia”, explica Amaya Prado.
Hay otros niños que no están asustados, pero que quieren saber. En ese caso, “hay que responderles sin darles más información de la que estén solicitando”, aclara.
Es importante también no dramatizar y no exponerlos a demasiada información e imágenes impactantes. “En la pandemia se comprobó que la exposición continuada a este tipo de noticias era negativa; ahora habría que actuar igual, evitándoles los testimonios y los datos más duros”, recomienda la representante del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid.
‘¿Vamos a entrar en guerra nosotros también?’
Las preocupaciones de los niños son más concretas cuanto más pequeños son, porque la capacidad de abstracción se adquiere según van cumpliendo años. Así, sus miedos serán muy diferentes, dependiendo de la edad. Pero puede haber un temor común: cómo les podría afectar la situación familiar y personalmente.
Nadie sabe lo que sucederá en el futuro, pero los padres deben dar cierta tranquilidad a sus hijos, con el objetivo de evitarles la incertidumbre. A este respecto, la psicóloga aconseja lanzarles mensaje del tipo: “En este momento, no pasa nada; podemos estar tranquilos”. Se trataría de centrarse en el presente, a la vez que hacerles ver que la vida puede traer imprevistos, pero que hay que salir adelante.
No obstante, para no ser totalmente pasivos ante la situación que sufren tantas personas, Amaya Prado recomienda involucrarlos en la ayuda humanitaria, de forma que la familia haga donaciones a los necesitados. “De esa manera vamos a ser parte de la solución, y no meros espectadores, y se sentirán bien al poner en práctica la empatía”, destaca.
Validar sus emociones
Los sentimientos y emociones en una situación así pueden ser muy diferentes. Pero los niños y adolescentes necesitan que los suyos sean validados. No se debe en ningún caso menospreciar sus temores (’déjate de tonterías, que aquí la guerra no va a venir’). Ellos hablan con sus amigos, oyen noticias, y pueden estar elaborando escenarios que escapen de la imaginación de los adultos.
Los niños más pequeños pueden expresar esos miedos a través de sus dibujos y del juego y a los mayores habría que preguntarles directamente qué les inquieta. En este sentido, especialmente con los adolescentes, es positivo expresar delante de ellos que, aunque seamos adultos, también podemos estar intranquilos. “Exteriorizar lo que sentimos, sin dramatismos, les hace no sentirse raros”, subraya la psicóloga educativa.
Eso sí, este ‘desahogo’ de los mayores debe ir acompañado de una solución: “Hay que explicarles las estrategias que utilizamos para gestionar ese miedo”. Se trata, en definitiva, de recoger lo que están sintiendo, apoyarlos y, como padres, ofrecerles seguridad, tranquilidad y algunas pistas para manejar sus emociones.