La placenta es un órgano fundamental y temporal que se forma entre la madre y el feto durante el embarazo . Una conexión vital que tiene varias funciones específicas: transmitir los nutrientes necesarios al bebé, suministrarle oxígeno, fabricar hormonas imprescindibles para la continuación del embarazo y servir de filtro para eliminar sustancias nocivas para el bebé, entre otras muchas…
Como cualquier otro órgano del cuerpo, puede sufrir alguna anomalía morfológica dando lugar a la placenta succenturiata , que tal y como nos explica el doctor Juan Modesto, ginecólogo miembro fundador del proyecto docente AulaGinecologia.com: “La placenta normal está formada por lóbulos o cotiledones, normalmente entre 10 y 20. Cuándo uno o varios de estos lóbulos están separados del resto de la placenta, la denominamos ‘placenta succenturiata’. Se calcula que es una malformación que aparece en un 1% de los embarazos”. Aunque la incidencia de este tipo de placenta es baja, se trata de una alteración morfológica importante por los riesgos maternos y fetales que puede conllevar.
Qué riesgos conlleva una placenta succenturiata
Según se ha publicado en casos clínicos, los principales riesgos que pueden acontecer en una placenta succenturiata ocurren: durante el parto, debido a que los vasos accesorios pueden romperse durante las contracciones uterinas y causar la muerte fetal. Y también pueden darse durante el alumbramiento ya que este tipo de placenta puede provocar una hemorragia posparto y que se vea comprometida la vida de la madre.
El doctor tranquiliza diciendo que: “Lo más habitual es que la placenta succenturiata curse sin complicaciones”. Sin embargo, puntualiza: “Aunque sabemos que en estos embarazos aumenta levemente el riesgo de pérdida de bienestar fetal y, por lo tanto, necesitar una cesárea. Una complicación, menos frecuente, pero más grave, es la denominada ‘vasa previa’. Cuando los vasos que comunican ambas placentas se sitúan por debajo de la presentación fetal, (en el camino que tiene que recorrer el feto durante el parto), podrían llegar a romperse, ocasionando una hemorragia fetal que puede llegar a ser muy grave”, explica.
¿Puede haber un diagnóstico previo?
Se trata de una anomalía que raramente ocurre, y de la cual: “No se conoce realmente la causa por la que se forma esta placenta ‘accesoria’. Sí que sabemos que existen factores que pueden aumentar la probabilidad de desarrollar este tipo de malformaciones placentarias, como son: la edad materna, la historia previa de infecciones pélvicas o los embarazos por fecundación in vitro ”, informa el ginecólogo. Y añade que: “En muchas ocasiones el diagnóstico se hace postparto al producirse el alumbramiento (expulsión de la placenta). Sin embargo, gracias a las mejoras en el diagnóstico prenatal, cada vez es más habitual realizar dicho diagnóstico por ecografía durante el embarazo”.
El ultrasonido Doppler (color), permite examinar la placenta y realizar un diagnóstico prenatal de esta anomalía desde el segundo trimestre. El doctor añade que: “Una posible complicación posparto de la placenta succenturiata que no ha sido diagnosticada por ecografía, es que este lóbulo quede retenido tras el parto, provocando sangrados durante el puerperio y, posiblemente, necesitando un legrado para retirarlo”, explica.
En cuanto a las complicaciones perinatales pueden derivarse: un aumento de la pérdida del bienestar fetal, una mayor tasa de nacimientos prematuros y bajo peso al nacer.
¿Qué otros tipos de anomalías de placenta existen?
Lo ideal es que la placenta permanezca intacta a lo largo de todo el embarazo para el buen estado y desarrollo del bebé, sin embargo, puede haber malformaciones o alteraciones como la placenta succenturiata; pero esta no es la única. El doctor Modesto especifica que: “Existen muchas anomalías placentarias, pero las que se pueden ver con más frecuencia son la placenta ácreta y la placenta previa. Ambas se relacionan, sobre todo, con la realización de una o varias cesáreas en embarazos anteriores”. Y, el ginecólogo nos detalla que
- La placenta ácreta: “Es la invasión, por parte de la placenta, del músculo uterino (miometrio). Al desaparecer el plano que habitualmente separa la placenta del útero, esto hace que su expulsión tras el parto sea más dificultosa. Las complicaciones de la placenta ácreta varían mucho en función del grado de acretismo, pero todas están relacionadas con la dificultad de extracción de la placenta en el postparto y en el sangrado que esto conlleva. En los casos más severos puede requerir histerectomía, (quitar el útero)”, informa.
- La placenta previa: “Es la inserción de la placenta por debajo de la presentación fetal, es decir, la placenta se sitúa en el camino de salida que tendría que recorrer el feto. En función de si la placenta ocluye por completo, o sólo parcialmente el canal del parto, puede ocasionar sangrados en el momento en el que empiezan las contracciones uterinas. Cuando la placenta previa ocluye este canal del parto, será necesario realizar una cesárea”, concluye el doctor.