El miedo a los animales o a cualquier otra cosa tiene muchos rangos, desde una simple incomodidad hasta la fobia propiamente dicha. En el caso de la fobia a los perros, hablamos de cinofobia. Algunos adultos y algunos niños la sufren y les resulta difícil el día a día, puesto que en su entorno habitual es muy probable que se encuentren con el animal ya sea por la calle o en otros espacios.
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Para saber cómo actuar hemos acudido a Jaime Fatjó, director de la Cátedra Fundación Affinity ‘Animales y Salud’, del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).
Cuándo el miedo dificulta la vida diaria
Tener fobia a las arañas o a las serpientes puede ser muy común, pero no afecta en el día a día de la persona, pues es más complicado encontrarse con este tipo de animales, especialmente si son exóticos.
La situación es diferente cuando el miedo o la fobia es a gatos o a perros, que están muy presentes. “La presencia de perros en los países occidentales es muy alta, y cada vez tienen más acceso a establecimientos, al transporte público, a restaurantes... Por eso para estas personas el problema puede resultar incapacitante”, destaca el experto.
La fobia a los perros, la cinofobia, no es muy común, pero cuando alguien la tiene sí puede condicionar bastante su vida.
Por qué aparece el miedo a los perros
Tal como explica Jaime Fatjó, “el miedo a los perros no siempre está relacionado con una experiencia traumática anterior. Y, en sentido contrario, muchos niños han podido vivir una mala experiencia con un perro y esto no les ha provocado miedo”.
Por otra parte, hay que consierar a los padres como posibles transmisores de estos temores. “El niño ajusta su comportamiento a sus figuras de referencia. Si estas le transmiten vigilancia, estrés o angustia delante del animal, el niño lo interioriza”, destaca.
Cómo tratar la fobia a los perros
Los perros están totalmente integrados en la sociedad actual y su convivencia con las personas aporta beneficios en la salud física, mental y en el aspecto social. Por eso no parece muy realista esperar poder moverse siempre por entornos donde no haya perros.
En este sentido, lo mejor sería que el niño (o el adulto) con una intensidad alta de miedo hacia los perros pudiera tratar este aspecto con un profesional. “Hay que hacer un trabajo psicoterapeútico para ello y los resultados son buenos”, destaca el director de la Cátedra Affinity de la UAB.
Así, aunque hay distintas corrientes para tratar el problema, la mayoría se basan en una exposición controlada al estímulo (al perro), que se va aumentando progresivamente según lo vaya tolerando el niño que tiene fobia. Es una habituación progresiva, en la que también se pueden utilizar técnicas de realidad virtual, y que siempre tiene que estar guiada por un profesional.
Jaime Fatjó recomienda actuar cuanto antes, pues son intervenciones relativamente sencillas y con un gran nivel de éxito (la terapia dura, de media, unos cuatro meses con sesiones semanales) y al terminar hay personas que pueden incluso llegar a convivir con el animal hacia el que antes sentían la fobia.
Qué no hacer si el niño muestra miedo a los perros
Además de buscar ayuda profesional cuando el miedo del niño resulte incapacitante, el especialista aconseja en todos los casos lo siguiente:
- Evitar la sobreexposición. No vale de nada obligar al niño y forzar la interacción con el animal cuando no está preparado. “Si el niño no se siente cómodo, puede salir de alí con más miedo. No hay que forzar”, insiste.
- No minimizar el miedo del niño. “Estas reacciones son de base emocional y el niño no puede evitarlas”, destaca. No se le puede juzgar por sentir miedo ni penalizarlo. El pequeño ha de sentir que se valida lo que siente.
- Acompañar al niño. Es normal sentir miedo. Cuando un niño lo muestre, hay que dejar que se exprese y estar a su lado en esta dificultad.
- No improvisar. Si la familia va a acudir a un lugar donde hay perros, es mejor que antes se plantee cómo abordarlo. No se debe dejar para el momento en que se esté allí, pues posiblemente puede salir mal.
- Hacer pedagogía en los dos sentidos. Hay que enseñar a los dueños de los animales que quizá se encuentren con personas a las que les da miedo un simple acercamiento y en el otro sentido, enseñar a los niños a preguntar antes de tocar a un animal si pueden hacerlo. “Es importante intentar ponerse en el lugar del otro”, resalta Jaime Fatjó.