La edad media en que los niños reciben su primer móvil se sitúa por debajo de los 11 años, según datos de Unicef. Es un momento que se ha ido rebajando progresivamente, de tal forma que la mayoría de los menores españoles entre 10 y 15 años, en concreto un 69%, disponen de teléfono, tal como indica Statista.
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La propiedad o el uso de un teléfono en niños tiene muchos aspectos colaterales que analizar, por eso hemos preguntado a Jaume Amorós, psicólogo e investigador de Qustodio (www.qustodio.com/es), para que nos hable de ellos.
Cómo confirmar que pueden ya usar un móvil
No hay una norma fija en relación a la edad mínima en que un niño debería o no tener un teléfono móvil. “Hay muchas variables a tener en cuenta, como la edad, el nivel de madurez del niño o las necesidades familiares”, asegura el experto. Así, no es lo mismo el caso de un menor que se vuelva a casa solo desde el colegio, que el de otro que esté siempre con sus padres.
Pero, al margen de estos factores, hay otro importante a tener en cuenta: las consecuencias sociales de tener o no móvil. “No tenerlo puede provocar que nuestros hijos se queden excluidos de información relevante para su desarrollo interpersonal”, destaca. Es lo que suele suceder cuando progenitores contrarios a las nuevas tecnologías se niegan hasta cierto momento a que sus hijos tengan móvil.
No obstante, como apunta Jaume Amorós, no se trata de una cesión, sino de una decisión. Y esta no es la de tener móvil o no sino la de “facilitarle una forma de acceder a esos canales de comunicación que cubren esas necesidades sociales”.
Un contrato para usar el nuevo teléfono
Una vez que el niño tiene su propio dispositivo o puede acceder a otros, es muy importante “acordar unas normas de uso que aseguren un balance adecuado y enseñarle cómo interactuar con los dispositivos de manera sostenible para sus objetivos”, aconseja el especialista de Qustodio.
Así, habría que pactar con ellos un contrato: “Es una buena oportunidad para darles responsabilidad en este paso madurativo, donde entienden que tienen derechos y deberes”, comenta. De este modo, los niños no entienden que el uso del teléfono es un premio o un privilegio, sino una responsabilidad.
Los padres confiarán en que los hijos puedan asumirla y ambos concretarán ese acuerdo donde debe constar:
- Límites de espacio. ¿Dónde está permitido usar el móvil? ¿Se puede utilizar durante las comidas? ¿En casa de familares?...
- Límites de tiempo. “Hacen referencia tanto a horario como a cantidad de tiempo. Quizá conviene que el móvil no sea operativo a partir de ciertas hora en la noche para que no interfiera con el tiempo de descanso y no afecte al rendimiento en la escuela”, detalla el psicólogo. Hay que tener en cuenta que, según datos de Qustodio, los niños pasan una media de 711 horas al año frente a una pantalla.
- Límites de contenido. Los padres deben asegurarse de que sus hijos menores no pueden acceder a determinadas páginas o mensajes inapropiados para ellos, como contenido para adultos, estafas, juego on line, apuestas o ciberacoso.
En este sentido, Qustodio propone siete consejos clave para que los padres puedan garantizar un uso responsable del móvil por parte de sus hijos. Son: formarse sobre los riesgos de Internet, llegar a un consenso de uso con los hijos, evitar el uso de las pantallas una hora antes de que se acuesten, comprobar que las cuentas de los menores tienen un perfil privado, utilizar sistemas de control parental, ser un buen ejemplo en el uso de la tecnología para los propios hijos y, por último, enseñarles que el móvil es una herramienta y no un juguete.
¿Qué hacer si no cumplen el compromiso pactado?
Ya sabemos que es aconsejable ‘formalizar’ un contrato padres-hijos cuando los menores reciben su primer móvil. En ese compromiso deben figurar también las consecuencias que conlleva no cumplir las normas de uso. Esas consecuencias deben ser proporcionales a la gravedad y edad de los niños. “Con esto evitamos que los padres impongan un castigo de forma improvisada y condicionados por su enfado. Los niños así también perciben que los padres están siguiendo las normas del contrato”, destaca Jaume Amorós.
Además, es importante que haya un acompañamiento en el uso de su teléfono. Mejor acompañar que vigilar, sería el consejo del experto. “Ese acompañamiento se puede entender como los ruedines de una bici. Al principio, ver qué aplicaciones usan, qué influencers siguen y qué contenido publican. A medida que vemos que hacen un buen uso, dejarles mayor libertad”, subraya.
Cuando hay sospechas de que están accediendo a contenido inadecuado o haciendo un mal uso de las redes o la mensajería instantánea, se puede pedir a nuestros hijos que muestren el contenido del móvil. Así, en el acuerdo primero “debe constar que los padres tienen derecho a acceder al contenido y mensajes si lo consideran oportuno”, recalca el experto de Qustodio.