Son muchos los padres (sobre todo, ‘primerizos’) que se sorprenden al comprobar que sus recién nacidos nacen con unas largas uñas . Pero esto no es nada extraño. Las uñas no dejan de ser una parte de la piel, y al igual que ésta muda durante las primeras semanas (se cuartea, y se adapta al exterior), ellas también.
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Sin embargo, este detalle que parece insignificante puede convertirse en un pequeño quebradero de cabeza para los progenitores, que en muchas ocasiones se preguntan si deberían cortarlas o no. Y para responder a todas esas dudas nos hemos puesto en contacto con el pediatra Gonzalo Oñoro, más conocido como uno de los ‘Dos pediatras en casa’ (la otra es Elena Blanco), que acaba de publicar una completa guía sobre salud infantil ‘para salir de dudas y no desesperar’ (Editorial Zenith). Después de tres años con su blog sobre salud infantil, se han propuesto recopilar las cuestiones de salud más importantes de la infancia y acercarlas a los padres desde un punto de vista empático y práctico.
Son largas, pero frágiles y muy pegadas a su piel
La longitud de las uñas puede variar en función de si el bebé es prematuro (37-38 semanas) o no. Las de los primeros suelen ser menos largas, nos comenta el pediatra, mientras que las de los otros pequeños lo son más, como si fueran las de “un viejecillo”.
Esto es algo que ‘impacta’ a los padres, pero, a pesar de ello, es importante tener en cuenta que son muy frágiles. De hecho, durante las dos o tres primeras semanas se astillan con facilidad, y, además, están muy pegadas a su piel, por lo que alertan que no hay que precipitarse a la hora de cortarlas. Principalmente porque, al estar tan cerca de su piel, resulta muy complicado distinguir la zona de las uñas que se puede recortar, y al final, pueden cortar un trocito de piel, causándoles una herida en el pulpajo que después corre el riesgo de infectarse.
“Cualquier herida se puede sobreinfectar en un niño, y cualquiera por debajo de los 2-3 meses de vida, puede convertirse en una infección grave, y por eso ha de tenerse en cuenta”, afirma.
De todos modos, si se nota cualquier cambio en el color de la uña (que debería ser rosado, con un semicírculo blanco en la base), es necesario consultarlo con el pediatra porque o bien se ha infectado o cabe la posibilidad que se trate de un problema de nacimiento.
Lo mejor es esperar a los 20-30 días, y no es necesario ponerle manoplas
A partir de la tercera semana, las uñas comienzan a crecer con más fuerza y no se astillan. No obstante, aunque no es lo recomendable ni “es muy efectivo”, lo que sí pueden probar los padres, antes de que pasen esos 20-30 días, es a limar las uñas del bebé con unas limas especiales para este fin (las limas de cristal). El problema, nos resalta el doctor Oñoro, es que las uñas (la parte que sobresale) son muy blanditas, “se puede doblar hacia atrás, volver hacia delante y ni siquiera se han partido”.
Él lo que aconseja a los padres es frotarlas muy suavemente con la yema de los dedos tras el baño, puesto que de esta forma se suele lograr “que se desprenda la parte sobrante”.
La ‘obsesión’ por cortar las uñas responde a que es muy frecuente que, dada su longitud, los pequeños se arañen con ellas. Pero los padres no tienen de qué preocuparse. Esas heridas que se hacen, generalmente, son muy leves, sin apenas importancia, que se curan con el paso del tiempo. A lo que de verdad deben prestar atención, en cambio, es a mantenerlas bien limpias para que, cuando se las lleven a la cara, no se infecten.
Las manoplas se han convertido en un recurso para evitar esos ‘arañazos’, sin embargo, el doctor Oñoro asegura que es preferible dejar que el bebé tenga las manos libres . Existe un buen motivo para ello: por ejemplo, un niño que toma lactancia materna las usa para reconocer a su madre (el tacto es un estímulo). Por tanto, no es tan relevante cubrírselas con esta prenda.
Tijeras, ¿sí o no?
Una vez las uñas sean más fuertes, los padres pueden hacerse con unas tijeras que, preferiblemente, sean de punta roma (redondeadas). Esta elección evitará algún que otro susto si hay otro pequeño por casa que pueda cogerlas sin permiso.
Y, antes de ponerse ‘manos a la obra’, hay una serie de aspectos a tener en cuenta:
- El bebé debe estar relajado. Es fundamental que el pequeño esté en calma, por ello, el momento más adecuado es cuando ha finalizado el baño, que suele resultar una experiencia de lo más relajante para ellos. Si el bebé se pone muy nervioso o llora, es aconsejable probar en otro momento. No hay prisa.
- No cortar la uña al límite. Se debe procurar que ésta quede un poco por encima de la piel. Al menos, una línea fina.
- Recortarlas de forma recta, nunca redondeada, y las esquinas han de ser cuadradas. Así, se prevendrá que cuando crezcan, se encarne. Como se ha detallado con anterioridad, la zona donde se unen la uña y la piel es muy fina y sensible en los bebés.
- Pulir el borde de la uña con la lima, suavemente, y cuando se termine, echar un poco de loción hidratante.
Las uñas de los pies se desarrollan a un ritmo más lento, pero también es conveniente revisarlas. Con más detenimiento cuando llegue la etapa de gateo, en la que se tendrá en cuenta, además, la talla adecuada de zapatos. Si éstos le quedan muy justos, se incrementará el peligro de que se encarne la uña.
¿Y si se hace una pequeña herida sin querer?
Si al cortar alguna uña se produce una pequeña herida, se tiene que presionar con una gasa sobre la misma hasta que pare de sangrar.
No hay que ponerles ninguna tirita para que el bebé no la despegue y se la lleve a la boca (con el riesgo de asfixia que ello conlleva). Es mejor que se quede al aire libre y se mantenga limpia.