Los niños viven en un periodo constante de aprendizaje y es por ello que muchas veces cometen errores sin ni siguiera darse cuenta. Nuestra labor como padres y educadores siempre es enseñarles las conductas apropiadas para que consigan una estabilidad y bienestar emocional y físico, y unas habilidades sociales que le ayuden a crear y construir una serie de valores para aplicar después en su vida adulta.
Pero, hay otras muchas veces en las que el niño hace cosas que no están bien. Un comportamiento rebelde, una salida de tono, un lenguaje equivocado pueden ser motivos de regañinas y es aquí donde los padres tenemos que tener un especial cuidado con nuestra reacción. Para enseñarnos a regañar “bien” y de una forma constructiva y positiva a nuestros hijos hemos hablado con Nubia Almeida de Valera, psicóloga clínica infantil, experta en conducta, y creadora de la comunidad @amoranuestrospeques.
¿Qué está mejor visto?
Estamos acostumbradas a ver a los padres gritando o como comúnmente se dice “echando broncas” a sus hijos por la calle, llamándoles la atención, castigándolos… comportamientos que se han convertido en algo normal desde el punto de vista social. Lo “raro” quizás es ver a unos padres acompañando emocionalmente una rabieta de su hijo o consolándole cuando quiere conseguir algo que está prohibido para él.
¿Qué ocurre entonces? ¿Debemos castigar a nuestros hijos y regañarles cuando tienen un mal comportamiento o bien aceptar su conducta y proceder de forma empática? “Normalmente, nadie responde de manera coherente siendo regañado o lastimado. Durante años tenemos esa creencia, donde necesitamos de una u otra forma hacer sentir mal al niño para sentir que de esa forma está aprendiendo, cuando la realidad es que generamos en él culpa, pérdida de confianza en sí mismo y poca aceptación, que le termina acompañando para toda la vida. Adicional a esto, un niño que crece en un ambiente hostil, donde los gritos forman parte del día a día del hogar entienden que ese es el modo de aprender a gestionar los conflictos y terminan vinculándose con el otro desde la satisfacción con los gritos o golpes como parte de su forma de expresar su sentir”, explica la experta.
Consecuencias de regañar de forma agresiva a nuestros hijos
- Sensación de minusvalía personal
- Estrés y tensión constante
- Ansiedad y depresión
- Baja autoestima
- La posibilidad de permitir el irrespeto de otras personas, empezando por la pareja que elijan para la vida, que puede llegar a lastimar emocionalmente hasta ignorando como menor grado, pero que siendo tan validado termina siendo natural para ese adulto.
- Desmotivación académica
- Terrores nocturnos
Además, “hay que añadir la sensación de enojo y dolor al haber vivido una niñez llena de heridas que no merecía y que muchas de ellas requerirán de un proceso psicológico para poder sanarlas”, señala la psicóloga.
Beneficios de una riña positiva
Las respuestas asertivas en los niños provocan comportamientos más respetuosos y al mismo tiempo, les estaremos ayudando a saber gestionar sus emociones de una forma más sana y positiva. De esta forma, “les enseñamos a valorar sus emociones, a respetar su sentir, a ver a ese adulto como la figura de apoyo y respeto, esa guía que será la que le brinde las mejores oportunidades. Para ello necesitamos adultos capaces de romper con las creencias de dominio y control, que sean empáticos y sobre todo que deseen en sus hijos dejar huellas de salud mental”, comenta la experta.
Cómo actuar cuando se dan situaciones que ‘nos desesperan’
Existen aquellas situaciones o circunstancias que pueden llegar a exasperarnos e irritarnos especialmente. Las típicas rabietas de los 2 años, las mentiras, una conducta desobediente… En esos momentos: “Lo primordial es recordar que el adulto somos nosotros, por tanto, quienes tenemos mayores habilidades de autorregulación somos nosotros, una frase que ayuda es esa ‘el adulto soy yo, mi hijo aún no tiene los recursos suficientes para regularse’. Recordarlo es valioso a la hora de exigir que un niño tenga ‘un buen comportamiento’ cuando la realidad es que son niños y se comportan como tal”, dice Nubia y continua: “Lo que honestamente ayuda muchísimo es el autocuidado emocional. No responderá igual un adulto desgastado, agotado, incómodo… a un adulto descansado y seguro de querer ayudar a sus hijos con habilidades propias ”, afirma.
A nivel práctico la experta aconseja ser capaces de relajarse y respirar para no gritar o actuar impulsivamente producto de la desesperación. Y también propone “salir del espacio donde esté ocurriendo la escena, tomarse un instante para evaluar lo sucedido, tomar agua…”.
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Pautas generales para regañar al niño de forma positiva
Según la psicóloga infantil estas serían las pautas generales más importantes a la hora de comenzar a empatizar con nuestros hijos y salir de ese bucle que es el regaño, las ‘broncas’ y la actitud negativa. “Empecemos porque la palabra regaño, en su uso coloquial representa un reclamo o grito. Si queremos criar con amor y respeto debemos empezar a utilizar las palabras correctas, entonces para poder disciplinar a los niños es importante”. Y enumera:
- Describir lo que se observa evitando frases o juicios (veo el cuarto desordenado, en vez de eres un desordenado).
- Mantener un tono de voz adecuado (no hace falta gritar, el grito genera miedo, no aprendizaje).
- Establecer rutinas, la estructura evita llamados de atención constantes.
- Acompañarles con palabras de acción (por ejemplo, vamos a recoger esta habitación, necesitas ayuda…).
- Brindar dos opciones válidas para el adulto (por ejemplo: deseas irte a bañar en el baño de arriba o el de abajo).
- Enfocarnos en aquellas acciones que el niño logra por sí solo alentándolos (por ejemplo: ¡cuánta dedicación pusiste a tus estudios, bien por ti!).
- Mantener un ambiente sano donde haya un equilibrio entre los limites y el amor y los padres trabajen en sus propias emociones para servir de guías.
- Cómo aprender a establecer límites
Hay que saber que los límites es lo más preciado que vamos a inculcar a nuestros hijos desde que nacen y no debemos olvidar su naturaleza siempre será saltárselos: “transgreden la norma debido a que aún su cerebro no tiene desarrollado el frontal que es el que le permite el control de impulso y las funciones ejecutivas, por ende, el adulto debe acompañar el posible berrinche que se genere a partir de un límite”, explica Nubia.
Y además, nos explica que: “Existen tres limites no negociables: la salud (por ejemplo, los excesos de comidas o dulces), la seguridad (por ejemplo, la silla del coche) y el respeto (por ejemplo, no lastimar), el resto de los límites se enmarcan en estos tres y son analizados en base a cada familia”, concluye.