El Dr. José Carlos Fuertes es psiquiatra y autor de más de 30 libros. En Educar es ser un espejo (Ed. Cúpula) aborda con la periodista Lorena Díaz, copresentadora de Espejo Público (Antena 3), los entresijos de la salud mental infanto-juvenil, además de aportar consejos para que los padres dispongan de una guía básica en la educación de sus hijos.
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Así, con un formato de pregunta-respuesta, los autores van desgranando temas tan impotantes como los trastornos de la conducta alimentaria, la depresión infantil, las adicciones y las alteraciones de comportamiento. Hemos charlado con el Dr. Fuertes sobre ello.
Comenta en el libro que ser padre “es algo natural”, ¿por qué la mayoría de los padres necesita una guía?
Los padres nos hemos equivocado dedicando excesivo tiempo al trabajo y menos tiempo al cuidado de nuestros hijos. Los hijos necesitan físicamente ver, hablar, contactar con sus padres, y eso lamentablemente no se está produciendo.
Los hemos ‘dado en adopción’ a cuidadores, colegios, formadores que les dan una información, pero no una formación, y ahí surgen un montón de problemas, desde la inmadurez que tienen gran parte de los chavales, la falta de tolerancia a la frustración, el consumo de sustancias como evasión de una realidad que no les gusta, el suicidio... Ese es el problema, que los padres no hacemos lo que tenemos que hacer, que es ser padres.
¿La presencia física de los padres es uno de los pilares de una buena educación?
Educar no es difícil, pero hay que dedicarles tiempo físico a los hijos. También hay que ser coherentes. Hay que dar ejemplo. Los adolescentes necesitan menos palabras y más ejemplos y también hay que marcar unos límites muy claros y constantes. Los padres no pueden prohibir o permitir algo, según estén de ánimo. Y nunca pretender ser amigo de los hijos. Hay que ser padre o madre.
¿Cuáles son las claves para ayudar a los hijos a tener una buena salud mental?
Se habla mucho de los niños, pero se olvida que los niños tienen depresión. Se habla de la educación en valores y se olvida que los niños tienen problemas como el déficit de atención o la anorexia. Hay que tener en cuenta que la edad de inicio en el alchol en nuestro país está en 12 años, y la del consumo de cannabis, en 13, de promedio. Con el libro pretendemos resaltar que hay que educar sin olvidar los aspectos biológicos. Hay que ayudar y tratar a los niños con problemas. No les hacemos ningún bien ocultando este tipo de problemas. Hay que reconocerlos, como hacemos con una diabetes o un hipotiroidismo. No vale decir ‘ya crecerá’.
En el libro aborda ampliamente la ansiedad y la depresión en menores. ¿Qué deben hacer los padres que se encuentran con este problema?
Deben hacer lo mismo que si descubrieran cualquier otra enfermedad: ir al médico. El primero, el pediatra, que tendría que derivar a los servicios de salud mental infanto-juvenil. En algunos casos el niño con depresión recibirá fármacos, en otros psicoterapia, en otros, terapias grupales.... Pero lo que no se puede hacer es olvidarse que la alteración existe y darle otra denominación como ‘es raro’, ‘es intranquila’...
¿Condicionan las experiencias de niño la salud infantil adulta?
Totalmente. Nosotros nacemos con una carga genética que puede ser modificada en gran medida a través de la epigenética, la interacción del niño con el entorno. De tal manera que según como sea el ambiente que lo rodea, especialmente en sus diez primeros años de vida, esto va a ser definitivo para el adulto.
¿De qué manera influye la salud mental de los padres en la de sus hijos?
Los padres forman parte de ese ambiente. Trastornos como el alcoholismo, la depresión o la impulsividad patológica en los padres influyen de manera determinante en los hijos. Primero porque el ambiente que se respira es tóxico y luego porque lo que se transmite no es calma, sosiego o tolerancia sino lo contrario. Los psiquiatras vemos con mucha frecuencia como traen a la consulta al hijo, cuando los que tienen de verdad el problema son los padres.
¿Cómo cree que está impactando la pandemia en la salud mental de niños y adolescentes?
Ahora nos estamos fijando en cosas que antes pasaban inadvertidas. Antes quedaban ocultos muchos de estos problemas y ahora hablamos de ellos. Desde hace muchos años la segunda causa de muerte entre los 15 y los 29 años es el suicidio. Ahora se ha sacado a la luz.
La pandemia está afectando más a aquellos que tenían problemas previos y en algunos jóvenes se ha disparado el consumo de sustancias, como el alcohol y ciertos medicamentos. Pero no creo que la pandemia haya sido tan devastadora para la salud mental de niños y adolescentes.
¿No cree que el aislamiento social y las restricciones les han afectado anímicamente?
En este momento no hay datos para constatarlo. Sí hay más consultas. Se ha disparado el número jóvenes que llegan a las consultas porque están agobiados, tienen dudas y miedo al futuro. Pero no es que el estar confinados les haya provocado un trauma psicológico importante. Yo no lo percibo así. Hay los mismos problemas de antes, pero ahora además se preguntan qué va a pasar con su vida en un futuro inmediato.
El suicidio siempre ha estado ahí, pero por fin se ha puesto el foco sobre él. ¿Qué pueden hacer los padres?
Lo primero, estar. Observar, preguntar, no tener miedo de hablar del suicidio, de la muerte. Si el chico expresa esa idea, hay que dejar que la exprese en su totalidad sin tener miedo a escuchar determinadas cosas. Los padres deben estar abiertos a esa conversación, y si el chico habla de muerte y de suicidio, la segunda medida es llevarle a un especialista que tendría que ser un psiquiatra.
¿Cómo afecta el consumo de tóxicos a la salud mental del menor?
Lo que observamos hace muchos años es que los consumidores de cannabis (el porro que se ha minusvalorado como si fuera de poca entidad), más el alcohol producen un cuadro descrito como síndrome amotivacional, lo que sería un pasotismo intenso. Si consumen cannabis y alcohol cada fin de semana (no hace falta que sea mucha cantidad), están provocando un daño a su cerebro por el cual su capacidad de pensar, de ir a clase, de producir... se la cargan.
Vemos a chicos de 14 o 15 años con bajo rendimiento, dificultades de concentación... a los que se les pone profesores de apoyo y psicoterapeutas sin que los padres se den cuenta de que sus hijos los fines de semana está tomando alcohol, porros y otras drogas. El promedio de inicio en la cocaína son los 15 años, y eso es muy serio.
¿De qué manera pueden los padres acompañar de un modo saludable las emociones de sus hijos?
Estar presentes de verdad. No se puede dejar que lo eduquen otros. Es clave que padres y madres estén presentes física y emocionalmente en la educación de los hijos. Decía Pitágoras. ‘Educad a los niños y no habrá que castigar a los hombres’. Es la clave de la sociedad. Si no hay chicos bien educados emocional, intelectual, moral y humanamente, estamos en el caos.