La paternidad, o mejor dicho la crianza no es nada fácil y eso lo saben todos los padres del mundo. Muchas veces dudamos de si lo estaremos haciendo bien, si nuestro hijo se convertirá en un adulto respetuoso, con valores… pero para eso tenemos que mirarnos a nosotros mismos y preguntarnos, ¿cómo estamos educando a nuestros hijos? Una cuestión que no es nada fácil de responder pero que sí nos puede guiar para comenzar a practicar una crianza consciente.
Seguramente, te surja la duda de... ¿qué es la crianza consciente? Es el concepto acuñado y dirigido a que la forma de educar a nuestros hijos ‘cambie’ y sea mucho más profunda, que nos ayude a conectar con sus emociones, con sus pensamientos y sus sentimientos… Otra forma de criar a la que estamos acostumbrados.
Si alguien es experta en este término es Miriam Tirado, consultora de crianza consciente, periodista especializada en maternidad/paternidad y autora de varios libros relacionados con el tema. “Es otra forma de ver la crianza y la educación de los hijos e hijas que contrasta con la crianza tradicional, que es jerárquica, adultocéntrica y muy centrada en el control del niño o niña a través del miedo (amenazas, castigos, chantajes, etc.). En la crianza consciente el adulto respeta al niño sabiendo que es una persona pequeña, inmadura y que necesita guía, pero sin verse superior a él. A la vez, el adulto es consciente de sus propias heridas que intenta sanar para poder acompañar a su hijo o hija sin transmitirle creencias o patrones inconscientes que nada tienen que ver con él”, nos explica.
Cómo entender la crianza consciente
Y es que, quizás es más fácil comprender qué es la crianza consciente con un ejemplo, nos cuenta Miriam: “Si nuestro hijo de tres años tiene un comportamiento inadecuado porque está enfadado y no sabe controlarse, en la crianza tradicional seguramente le reñiríamos, le castigaríamos por lo que ha hecho y nos mostraríamos enfadados intentado reprimir, así, su emoción y acabando rápidamente con esa situación”.
Desde la crianza consciente se abordaría desde otro lugar: “Comprendiendo que su emoción es legítima y que tiene todo el derecho a estar enfadado porque es pequeño y muchas cosas no las puede comprender, y a la vez, poniendo límites conscientes al comportamiento inadecuado sin dejarle hacer daño a nadie ni romper nada, por ejemplo. Haríamos eso sin enfadarnos porque sabemos que no es nada personal, que es pequeño y que no tiene ni madurez suficiente ni herramientas como para tener autocontrol. Por eso, le ayudaríamos con validación emocional, acompañamiento y con el tiempo, dándole herramientas de gestión emocional”, aclara.
Cómo abordar la temida adolescencia
Cada etapa en la vida de un niño es distinta pero única y debemos aprender a vivirlas con ellos, acompañarles en esos cambios y sobre todo, apoyarles en todo momento.
Como padres es fundamental resetear el cerebro y ver una época como puede ser la adolescencia y que siempre se asocia a algo negativo y problemático, como un momento de reconexión con nuestros hijos. Debemos abordarla: “Primero de todo, con información. Si no sabemos cómo es esta etapa o tenemos creencias preestablecidas y generalmente negativas sobre esta fase de la vida, será difícil conectar con ellos porque se sentirán juzgados. Si sabemos que es una etapa importante en la que el cerebro de la persona adolescente cambia y en la que necesita autoafirmarse y alejarse de mamá y papá, nos será más fácil transitarla respetando su espacio y momento sin sentir que nuestra relación se desvanece. Hay que confiar en el vínculo que hemos establecido y cultivado durante todos los años anteriores, y mostrarnos disponibles e interesados en sus vidas pero en la distancia, sin interrogar, agobiar ni controlar”, desarrolla.
Y para ayudarnos en el camino de aprender sobre la crianza consciente y a entender cómo se sienten nuestros hijos en estos momentos de cambios e incertidumbres en la vida, están los cursos que imparte Miriam: “Intento hacerlos muy amenos, con humor y con mucha información y recursos para que, poco a poco, vayan conectando con sus propias infancias y por lo tanto también, y de forma inevitable, con las de sus hijos e hijas. Procuro que madres y padres entiendan a sus hijos e hijas, sus etapas y fases, y aprendan a comunicarse con ellos de una forma más asertiva y respetuosa. Y hay un doble camino: ver al hijo que tienen delante pero también al hijo o hija que ellos mismos fueron y que quizás no fue acompañado como necesitaban. Entonces comprenden que es normal que les cueste dar lo que no les dieron… pero con consciencia, voluntad, información y práctica, es posible cambiar el paradigma. ¡Y lo consiguen¡”, asegura.
Reconectar con lo esencial es vital pero, ¿cómo hacerlo?
La pandemia ha sido uno de los momentos más duros que no nos ha quedado más remedio que vivir. Entre otras muchas consecuencias derivadas de ello, los casos de trastornos mentales en la población infantil y juvenil han aumentado según recientes estudios. Para la periodista se vuelve primordial entonces “reconectar con lo esencial”: “La pandemia nos está haciendo pagar un alto precio en cuanto a salud mental. Por lo que volver a conectar con lo esencial es algo que ayudará muchísimo a niños y niñas en estos momentos es nuestra presencia plena: estar y mostrarnos abiertos, disponibles y atentos. A veces estamos sin estar, pensando en otras cosas o haciendo cuatro cosas a la vez: eso les desconecta y ahora mismo, con todo lo ocurrido, necesitan un mástil seguro al que agarrarse y ese es nuestra presencia plena”, explica. Que tengan contacto con la naturaleza, el momento de acostarlos… son algunas buenos momentos de hacerlo. “Y para ello, necesitaremos aceptar el niño o niña que es a cada momento, más allá de lo que hace o dice o de la etapa que atraviesa: tenemos que aceptar el SER que son”, afirma.
“El círculo”, cómo aceptar el conflicto como algo inherente a la vida
La crianza consciente es el pilar de “El Círculo”, su último libro, y divulgarla una vocación que le viene de familia ya que en casa siempre ha convivido con la psicología, profesión a la que se dedica su padrastro, y los más de 30 años de experiencia de su madre ayudando a parejas a transitar por embarazos y partos conscientes.
La periodista cuenta con una colección de cuentos educativos y sobre su último ejemplar nos cuenta que se trata de: “Un cuento que aborda el tema del conflicto entre iguales, esos rifi-rafe entre niños y niñas del cole que a menudo no saben cómo gestionar. Me ha interesado, en esta ocasión, dar otra perspectiva del conflicto: a menudo lo vemos como algo negativo que tenemos que evitar (conflictos con la familia, en el trabajo, con los amigos…) y en realidad el conflicto es inherente a la vida e inevitable. No se trata de aniquilarlo, sino de verlo como una oportunidad de aprendizaje y crecimiento, que nos puede ayudar un montón a unirnos, aunque seamos diferentes”, explica. Y continua: “Creo que deberían leerlo las familias para ayudar a sus hijos e hijas a no venirse abajo cuando aparezcan conflictos y a saber cómo abordarlos de una forma asertiva y conectada”.
Errores más comunes que cometemos en la educación
A la pregunta, ¿lo estoy haciendo bien? Es difícil contestar porque intervienen muchos factores en ello, pero tal y como afirma la propia periodista no siempre es posible “hacerlo bien” y lo mejor de eso es aprender de los errores, crecer y evolucionar como padres y madres. “Si saber si lo estamos haciendo bien significa sin equivocarnos, siento decir que esto no es posible: nos equivocaremos seguro un día u otro, porque somos humanos y porque cuando somos madres y padres nos enfrentamos a muchas situaciones nuevas que jamás hemos vivido”, justifica. Además, añade que uno de los errores más comunes que comentemos es verter sobre ellos nuestras expectativas que son nuestras carencias y que si luego no se cumplen, “nos enfadamos como si fuera culpa suya”. Y otro de los errores más habituales en la educación, continua, es que: “No estamos informados de cómo es realmente un niño o niña: de sus etapas, de su desarrollo, qué podemos pedirles y qué no a cada etapa… y que demasiado a menudo nos tomamos como algo personal muchas cosas que hacen, que nada tienen que ver con nosotros”, concluye.