El espíritu navideño lo impregna todo. Las casas se decoran, hay regalos especiales, buenos deseos para familia y amigos y también una mayor corriente de solidaridad. En la mayoría de las ocasiones esta última está movida por los padres. Algunos niños se suman a ella sin problema, pero a otros les cuesta más. ¿Qué se debe hacer en ese caso?
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Le hemos pedido a Ana Borja, responsable del Área Infantil de Apai Psicólogos de Valencia (www.apai-psicologos.com), que nos indique cómo habría que actuar en ese caso.
Cada niño es diferente
Tal como explica la experta, la reacción de los niños es muy diferente en relación a la solidaridad. “Hay algunos a los que no les cuesta despegarse de las cosas materiales, mientras que para otros supone un problema aunque no usen ese juguete”, destaca.
En ese sentido, hay que tener en cuenta la personalidad de cada uno y, en la medida de lo posible, respetarla para adaptar la acción solidaria que se vaya a llevar a cabo con sus características.
La importancia del ejemplo
Como en tantas otras cosas, el ejemplo de los padres es fundamental para que el niño interiorice la necesidad de preocuparse por personas más desfavorecidas en Navidad. Todo es mucho más fácil si durante todo el año hay una actitud de pensar en los más necesitados; es decir, si la solidaridad forma parte de la familia en cualquier época.
Si no fuera así y los padres quieren tener un gesto con alguien en Navidad, implicando también a los pequeños de la casa, es importante que sean ellos los que comiencen por dar ejemplo. “No vale decirle al niño que ceda uno de sus juguetes si tú no lo haces con uno de tus regalos”, insiste la psicóloga.
Cuando ellos ven que sus padres se desprenden igualmente de cosas que les gustan o de ropa en buen estado o que deciden no disfrutar de algo para donarlo a personas en situación delicada, entonces “es más sencillo que ellos se unan también, pero si no se es coherente es más difícil que ellos participen”, subraya.
Empezar por lo concreto
Para muchos niños y adolescentes, hablar de solidaridad en abstracto no resulta muy significativo. Necesitan algo más tangible, más cercano, para animarse a dar ese paso.
Las situaciones difíciles también se pueden explicar a los niños. “Desde los seis o siete años, pueden entenderlas a su nivel”, destaca Ana Borja. En ese sentido, se les puede hacer partícipes de circunstancias adversas, como la de ancianos que están solos en residencias, o vecinos mayores que no están acompañados...
Hay muchas fórmulas para que ellos colaboren desde lo concreto: haciendo adornos navideños para el centro de mayores que está al lado de casa, llevando unos dulces a los ancianos del mismo bloque... “Ir de lo concreto a lo abstracto es más sencillo para ellos”, insiste la psicóloga.
Si el niño muestra rechazo también a esas acciones, es importante preguntarle qué es lo que no le gusta y cómo le gustaría colaborar con otras personas. Ellos también pueden aportar sus ideas y hay que escucharlos.
En el caso de los adolescentes, es muy problable que algunos se nieguen a llevar a cabo algún acto solidario de este tipo por vergüenza o por puro egocentrismo, pues a esta edad les cuesta mirar más allá de ellos mismos. No obstante, no se les puede obligar de ningún modo a ser solidaridos, pero “sí buscar su reflexión y alternativas con las que ellos se sientan cómodos”, aconseja la experta. No tiene por qué ser ayudar a un vecino, para ellos puede ser más significativo dar su tiempo a algún compañero que lo esté pasando mal o hacer una donación de parte de su paga a una ONG con la que se sientan a gusto.
Reforzar valores en Navidad
Además de hacer actos solidarios, la Navidad es un momento excelente para hacer una reflexión en familia sobre la situación propia y la del resto. “Es bueno dar gracias por lo que tenemos, hacer propósitos de Año Nuevo, expresar por qué cosas nos sentimos agradecidos y pararnos a pensar que hay personas que no tienen la misma suerte”, recomienda la especialista de Apai Psicólogos.
Se puede aprovechar cualquier momento. Por ejemplo, una noticia de actualidad, como la del volcán de La Palma, puede llevar a comentar la necesidad de ayuda a otras personas. “Esto que es más concreto les llega más que hablar en abstracto de solidaridad”, insiste Ana Borja.
En todo caso, remarca que la solidaridad es un recurso que debería ser genuino, por lo que no conviene mantener una batalla para que los hijos sean solidarios. Lo importante es el ejemplo, la coherencia de los padres y el refuerzo positivo cuando se deciden a hacerlo.